Hace unos días que este periódico se hizo eco de la decisión de la mesa de contratación de la Gerencia de Urbanismo de declarar desierto el concurso para la elaboración de un catálogo de los edificios de Málaga con pinturas murales. El motivo no fue otro que la ausencia de ofertas. La decisión, obvia.

No parece que el loable intento de reducir el riesgo de desaparición de las pinturas barrocas de la arquitectura malagueña tuviera una justa contraprestación económica. Y no es que yo lo diga, es que, salvo que se le haya ido el santo al cielo, así han debido pensar los posibles interesados en el trabajo. Con 18 meses de plazo para su elaboración y unos honorarios de 12.396 euros a los que hacer la oportuna baja, el mes sale a menos de 688 euros brutos. Si pagamos la hora al precio medio de taller de coches, unos 40 euros, al asunto no se le puede dedicar más de 17 horas al mes. 310 en total que no suponen ni 2 meses de trabajo de una persona sin levantar el culo de la silla. Lo que no está mal si se consigue hacer en ese tiempo, aunque improbable dada la naturaleza del encargo: elaboración de una ficha con la identificación del bien, descripción de su localización física, contexto histórico, composición y valor patrimonial ampliado al inmueble en el que se localiza, las características de fábrica, enfoscado, enlucido, pigmentos, motivos decorativos, y medidas de restauración de carácter prioritario en los casos en los que sea necesario. Dado que el listado de pinturas murales del actual PGOU cuenta con 192 edificios, el adjudicatario no podrá dedicarle más de una hora y media a cada uno. Pero como por pedir nunca queda, no solo hay que catalogar las pinturas conocidas, también hay que estudiar los casos en los que existen restos y se sospecha que pueden estar detrás de las fachadas. Lo que convierte el alcance del contrato en un concepto poco concreto e indeterminado, y una bomba de relojería para el adjudicatario.

No es la primera vez que las cuentas no parecen salir en Gerencia. La actualización del Catálogo del PEPRI Centro ya fue objeto de recurso por parte del Colegio de Arquitectos en 2018, después de otros 3 concursos de planeamiento que también quedaron desiertos. Entonces se le echó en cara a los arquitectos el perjuicio que el retraso provocado por el recurso originaría. Ahora deberíamos pensar en el beneficio que supondría para el patrimonio hacer bien las cuentas.

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