La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Se vota contra los socios ajenos

Campaña rara: quien gobierna está a la ofensiva, no se digirió aún el 28-M y se vota más a los socios que a Sánchez y Feijóo

Esta campaña electoral es extraña. Tiene varias particularidades que la hacen distinta a las habituales. Primero, porque las elecciones se convocaron sin tiempo para digerir los resultados de las elecciones autonómicas y locales del 28-M, y quizás precisamente para eso: para que quienes las perdieron se saltaran su obligación de explicar a la propia parroquia los motivos de su derrota. Patada adelante antes de la reflexión, aun a riesgo de acometer la nueva campaña con los adversarios eufóricos y movilizados y los partidarios en estado de frustración y desconcierto, propensos a la pasividad.

Segundo, el candidato que ya gobierna está más activo y a la ofensiva que el candidato de la oposición que aspira a sustituirle. No es lo normal que el presidente busque el cuerpo a cuerpo –llegó a proponerle a su contrincante seis debates– y el opositor lo rehuya, consciente de que tiene más que perder que quien habita la Moncloa desde hace cuatro años. Los papeles parecen invertidos. El favorito se tapa y selecciona sus comparecencias, el que debía ser favorito va a todas partes y se muestra a cuerpo gentil.

Tercero, poco a poco el eje de la campaña se ha ido centrando no en las figuras de los dos candidatos en condiciones de ganar, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo –y muchos menos en sus programas o sus equipos–, sino en la calidad de sus socios y aliados. El énfasis de la campaña del PP está puesto en la toxicidad de los compañeros de viaje a Pedro Sánchez (los internos, antes Podemos, ahora Sumar) y los externos (ERC y Bildu, probablemente Junts en el futuro). El énfasis del PSOE se pone en la toxicidad del compañero de viaje de Núñez Feijóo (Vox), que los pactos autonómicos y municipales han adelantado como inevitable. Son dos lastres que ninguno querría arrastrar y que ambos han demostrado asumir. De lo que pese cada uno de estos lastres en la percepción de los españoles depende en buena medida el resultado del 23-J. Faltan sólo dos semanas y esta partida no tiene visos de cambiar.

Así que los ciudadanos han sido emplazados a votar en el peor momento posible meteorológicamente hablando, sin tiempo para digerir las elecciones anteriores, por unos candidatos que tienen los papeles cambiados, y objetivamente llamados a pronunciarse sobre la maldad o la bondad de los candidatos minoritarios, que ya han logrado infectar a los dos mayoritarios con cierto estigma del mal menor. Se vota a la contra.

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