Ha muerto el rubiáceo David Soul, el poli más pijo y acicalado de la serie de televisión Starsky & Hutch. A finales de los setenta (¿o sería ya en 1980?), a muchos niños con hechuras de púberes nos encantaba esta serie norteamericana. El coqueto Hutch era el citado actor David Soul, mientras que Paul Michael Glaser era Starsky, mucho más desastrado y no sólo en lo indumentario. La memoria sigue siendo un edificio en pie. Recuerdo el Ford Gran Torino del macarra Starsky, aquel coche color rojo, como el del tomate de lata Orlando. Tenía pintado por los laterales una especie de rayo láser en blanco (no sé por qué durante años asocié la raya del coche de Starsky con la franja del Rayo Vallecano cuando este usaba su segunda equipación roja con la referida franja en blanco).

Uno, por aquel tiempo, no sabía que Starsky & Hutch deslizaba cierto fluido homoerótico. Era causa, según parece, de mucho encono en la América profunda de Jimmy Carter. A mí me encantaba aquella pareja. Eran disímiles, pero estaban unidos por el compañerismo y la eliminación del mal a las americanas maneras en aquel teatro ficticio de Los Ángeles. Me encandilaba la parte dedicada a los mamporros y a la balacera que deparaban los violentos tiroteos. ¿Eran homosexuales el poli rubio y el moreno? ¿Pretendían corrompernos los arteros guionistas de la serie? No lo sé, sobre todo después de haber leído que también Epi y Blas eran dos gais solapados. A mí me parecía que si algo mostraban el cani Starsky y el chulón Hutch era una forma de entender la acción en clave viril y resuelta. Recuerdo mucho menos las carantoñas del uno con el otro.

A lo que voy. Siendo uno por aquella época un zangolotino torpe pero soñador, recuerdo que las camisas de cuellos voladores y la chupa de cuero marrón glacé de Hutch estaban fuera de mi alcance. Pero no así las zapatillas azules que gastaba Starsky. Eran unas Adidas SL72, con sus tres listones blancos. Recuerdo que mi vecino y casi hermano de entonces las buscamos por las tiendas deportivas de la avenida Reina Mercedes. Las Adidas eran carísimas. De modo que tuvimos que contentarnos con unas parecidas, también azules con rayitas blancas, pero que a su vez imitaban a las Yumas auténticas, solo que usando otro nombre clandestino. Fue en una tienda de la calle Monzón, bajo la barbacana de pisos amarillos que daban al colegio Claret. Todavía no había abierto Deportes Ortega su tienda de Reina Mercedes. He recordado ahora todo este pasaje como si las zapatillas de Starsky fueran dos exvotos del tiempo ido. La vida te convierte en un recuerdo de ti mismo.

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