Andalucía no siempre va por detrás de Alemania

Andalucía vuelve a estar a la cabeza de la donación y trasplantes de órganos, un sistema que requiere humanidad y capacidad técnica

Mientras que Alemania se enreda con su sistema de trasplantes de órganos y su Parlamento rechaza el proyecto de ley que hubiera convertido, por defecto, a todo ciudadano en potencial donante de órganos, lo que la coloca en el furgón de cola europeo en ese aspecto, en España y Andalucía seguimos siendo vanguardia de una práctica médica que no sólo salva cientos de vidas al año, sino que habla del profundo sentimiento de solidaridad y humanidad de nuestra sociedad. Ver las cifras de las donaciones de órganos en la comunidad autónoma es una manera de recordar que, cuando queremos y trabajamos juntos, somos capaces de llevar adelante las más complicadas empresas. Porque la donación de órganos no sólo es una práctica que requiere de la generosidad de los ciudadanos, sino que también exige unos conocimientos científicos y técnicos de alto nivel, así como una importante capacidad de organización y gestión. Por eso, aunque hayan fracasado en el intento, se han fijado en ella los políticos alemanes que ayer jueves intentaron aprobar en su Parlamento un sistema parecido al español.

Frente a la paralización que sufre Alemania en su sistema de donación y trasplantes de órganos, los números en Andalucía siguen siendo más que destacables. Nuestra región, con 51,5 donantes de órganos por millón de habitantes en 2019, ha vuelto a superar el objetivo de población establecido por la Organización Nacional de Trasplantes para 2022. Esto ha sido posible gracias a que el 89% de los andaluces han dicho sí a la donación, lo que ha permitido la realización de 889 trasplantes de órganos a partir de 430 donantes, lo que supone un número muy parecido al del año anterior, si bien el porcentaje de donantes de los que se ha podido finalmente trasplantar uno o más órganos ha sido dos puntos superior, pasando la efectividad del proceso de donación del 81% al 83%.

Todo esto lo apuntamos no para el autobombo o la banal recreación en nuestros éxitos, sino para que, como decíamos al principio, recordemos las enormes potencialidades humanas y técnicas de los andaluces. Es una manera de desmontar ciertos discursos seudoantropológicos fatalistas que quieren presentar a los andaluces como festivos e indolentes, capaces de la generosidad pero incapacitados para las empresas técnicas complejas. Son muchos los ejemplos que desmontan estos argumentos, pero el de la donación y trasplante de órganos nos debería llenar especialmente de orgullo.

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