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Erc, partido que promueve la independencia de Cataluña y que tiene a sus principales líderes en la cárcel o huidos de la Justicia por los delitos de sedición y malversación, decidió ayer facilitar la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno a cambio de la creación de una mesa de negociación bilateral que coloca al Ejecutivo de la nación al mismo nivel que el de una autonomía cuyas autoridades se han instalado en la desobediencia. A estas alturas nadie duda de que el líder socialista conseguirá su renovación como presidente el próximo 7 de enero, como tampoco que el Gobierno que liderará en coalición con la izquierda populista de Unida Podemos será rehén del independentismo catalán. Sánchez ha pasado de un discurso altamente beligerante contra los nacionalistas catalanes durante la campaña electoral a una sumisión inexplicable a ERC, cuyos responsables estaban ayer eufóricos ante un acuerdo que legitima una actitud política que ha buscado la liquidación de la soberanía nacional y que ha producido una dura fractura en el cuerpo social catalán. Es decir, Sánchez ha engañado a los ciudadanos con un solo objetivo: alcanzar el poder.
El acuerdo firmado ayer entre el PSOE y ERC supone una auténtica victoria para la formación independentista. Sobre todo porque deja meridianamente claro que en la mesa bilateral entre el Gobierno de España y la Generalitat se podrá establecer un "diálogo abierto sobre todas las propuestas presentadas. Todas las partes aportarán con libertad de contenidos sus propuestas detalladas sobre el futuro de Cataluña. Y se valorarán, debatirán y argumentarán las posiciones al respecto de cada propuesta". Es decir, que el Ejecutivo de España se verá forzado a hablar de cuestiones medulares de nuestro sistema, como es la soberanía nacional, un bien que pertenece a todos los ciudadanos y no sólo a una parte de los mismos. El independentismo ya ha conseguido lo más difícil, que el Estado se avenga a negociar su propia unidad y que acepte la celebración de algún tipo de consulta popular sobre el futuro de Cataluña. Evidentemente, no es probable que de dicha mesa de diálogo surja la independencia de esta región, pero sí que supondrá un avance en la postura de aquellos que quieren una España más asimétrica en la que algunas autonomías -las más ricas- gocen de privilegios mientras otras, como Andalucía, son tratadas como territorios de segunda. La Presidencia de Sánchez nace con los peores augurios.
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