El daño ya está hecho

Debe haber escasísimos precedentes, por no decir ninguno, de un Gobierno que haya jaleado una campaña en el extranjero contra un producto de su propio país. Por extraño y absurdo que eso pueda parecer, es lo que acaban de hacer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, con la fresa de Huelva. Ambos han hecho propaganda en sus redes sociales del boicot de grupos ecologistas de Alemania contra las cadenas de supermercados que venden esos productos onubenses. El argumento es que esas frutas –fresas, arándanos, berries– se producen con agua que se esquilma al Parque Nacional de Doñana. Resulta penoso, por decirlo con palabras suaves, que el Gobierno de España dé pábulo a una teoría que, en primer lugar, es más que cuestionable –la mayor parte de la zona de producción está muy alejada del Parque– y que, en segundo, causa enormes perjuicios económicos y de posicionamiento de mercado a un sector que ha hecho grandes inversiones para tener producciones competitivas y sostenibles. No todo vale en la pugna política. La batalla sobre Doñana que ha emprendido el Gobierno para debilitar al PP en Andalucía está rebasando líneas rojas que nunca se deberían cruzar. Se deben discutir y analizar todas las variables en los órganos competentes y, sobre todo, se debe asegurar la pervivencia de la mayor reserva medioambiental de Europa. Pero lo que es intolerable es que se tome a los agricultores como rehenes. Y lo que supera todos los límites de lo admisible es que esa toma de rehenes la haga nada menos que el Gobierno que representa a todos los españoles y que tiene la obligación de velar por sus intereses. Cuanto antes rectifiquen Sánchez y Ribera mejor para ellos mismos. Aunque el daño ya está hecho.