La subida de los precios da síntomas de desaceleración. En mayo el IPC interanual se redujo en 9 décimas hasta situarse en un 3,2% en España, el mejor dato en dos años. En abril había subido al 4,1% después de registrar un 3,2% en marzo. Más allá de los vaivenes del último trimestre, es cierto que se observa una contención en este indicador que tanto afecta a la economía de los ciudadanos. Queda lejos aquel 10,5% en julio de 2022. Pero la buena noticia hay que encararla con precaución. El descenso se debe en gran medida al buen comportamiento de los carburantes y la energía, después del impacto de la invasión de Ucrania. Pero la inflación subyacente todavía se mueve por encima del 6% y a es ahí donde se percibe el comportamiento de los alimentos que tanto ha castigado los bolsillos estos últimos meses. Los expertos de los principales bancos del país no vislumbran en diciembre un IPC por debajo del 3% o 3,5%. Y aventuran que todavía en 2024 el objetivo del 2% marcado para 2023 por el Banco Central Europeo será difícil de alcanzar. El escenario económico sigue ofreciendo demasiadas incertidumbres. El ahorro baja, como la demanda interna. El crecimiento se debe al descenso de las importaciones. La próxima semana se conocerá si Alemania entra en un recesión técnica, con dos trimestres en negativo. La UE asegura que los tipos de interés seguirán subiendo hasta el entorno del 4%, para castigo de las empresas y de las hipotecas. España hasta ahora ha salido mejor parada gracias al auge del turismo. Más de 8.000 millones de euros dejaron los viajeros en abril, un 20% más que el mejor dato antes de la pandemia. En el primer cuatrimestre, Andalucía ha recibido 3,1 millones de visitantes, un 38% más que en 2022. Pero el siguiente sector en resentirse sería el de servicios si la recuperación se ralentiza. Un exceso de incógnitas, incluso con el refuerzo de los 80.000 millones de euros que España ha pedido prestados a Europa.