La necesidad de una sanidad global

La coordinación internacional y el aumento de la investigación científica son claves para parar las epidemias

La aparición de medicamentos revolucionarios, como las vacunas o los antibióticos, y los nuevos hábitos higiénicos consiguieron que las enfermedades infecciosas, que a lo largo de la historia habían provocado enormes mortandades, empezasen a remitir -al menos, en los países más desarrollados- hasta convertirse en una causa menor en la mortalidad de los ciudadanos, por detrás de las enfermedades degenerativas o cardiovasculares. Sin embargo, en las últimas décadas, la humanidad ha asistido con inquietud a un rebrote de este tipo de patologías que, como el sida, llegaron a provocar centenares de miles de muertos antes de que, a golpe de investigación, se haya convertido en una enfermedad crónica. A esto se suma la preocupante pérdida de efectividad de los antibióticos, fundamentales en la lucha contra las bacterias nocivas (que no contra los virus), provocada por el abuso y la automedicación.

Este rebrote de las enfermedades infecciosas, y especialmente de las víricas (sida, ébola, gripe A...), está íntimamente ligado a ese proceso de conexión e interdependencia mundial conocido como globalización. La economía de mercado y el espectacular auge que desde la II Guerra Mundial ha experimentado la aviación comercial han hecho que el mundo se haya empequeñecido y que en apenas unas horas se pueda viajar a cualquier parte del planeta, con todo el potencial de transmisión de enfermedades infecciosas que esto conlleva.

En los últimos días hemos asistido a la epidemia provocada por un nuevo coronavirus en la ciudad china de Wuham, donde incluso se ha tenido que decretar una cuarentena. Pese a que hasta el momento apenas se han producido 17 muertes, la falta de una vacuna para hacer frente a esta patología y la conciencia de la posibilidad de que, debido a la globalización, se puede extender a muchos otros países, ha desatado todas las alarmas. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) optó ayer por no declarar una emergencia internacional. Tras dos días de reuniones en la sede de la OMS en Ginebra, un comité de emergencia formado por expertos médicos de diversos países y convocado por el director general de la organización, Tedros Adhanom Ghebreyesus, descartó por ahora la posible alerta al ser "demasiado pronto". No hay que ser alarmistas, entre otras cosas porque se ha demostrado que la OMS es un organismo que funciona con razonable rapidez. Pero sirva este nuevo aviso para recordarnos que la cooperación internacional y la investigación científica son claves para controlar unas epidemias que siguen siendo una espada de Damocles sobre el mundo actual.

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