Una reunión que no debió producirse

Sánchez parece no haber comprendido parte del mensaje de las elecciones andaluzas y persevera en su política catalana

Más allá de la ceremonia de la confusión creada en torno al encuentro entre los presidentes del Gobierno de España y de la Generalitat, y más allá de si éste se debe considerar como una "minicumbre" entre "gobiernos soberanos" -como pretendían escenificar los independentistas- o una simple junta entre administraciones del Estado, dicha reunión entre Pedro Sánchez y Quim Torra nunca se debería haber producido, al menos en unos momentos en los que el president sigue enrocado en posturas maximalistas abiertamente hostiles a la Constitución, la Monarquía o la Justicia española. Nadie niega el derecho -e incluso la obligación- que tiene el presidente Sánchez de buscar una solución para Cataluña diferente a la ensayada en su día por Mariano Rajoy. Los resultados de la aplicación del artículo 155 fueron más bien discretos y el PSOE, con una gran implantación en esta autonomía, tenía y tiene una gran capacidad de interlocución con sectores del nacionalismo catalán que pueden ser reconducidos a posturas más moderadas y posibilistas. Sin embargo, Sánchez le ha dado a Torra un importante arma propagandística para mostrar al ala más radical del independentismo que su política de tensión y enfrentamiento duro con el Ejecutivo central da resultados y obliga al Estado a negociar en condiciones de igualdad. A cambio, Sánchez no consigue avances sustanciales en la resolución del conflicto catalán, pero sí ha logrado algo que le beneficia, la luz verde en el Parlamento al techo de gasto, paso previo imprescindible para una hipotética aprobación de los Presupuestos Generales del Estado y, por tanto, del alargamiento de una Legislatura que, tras la debacle de su partido en las elecciones autonómicas andaluzas, algunos dan por finiquitada. Pedro Sánchez intenta revalidar el bloque que le llevó a la Presidencia del Gobierno en la moción de censura, para lo cual necesita el apoyo de unos independentistas catalanes que siguen en abierta insumisión frente al Estado, una política que puede darle al socialista resultados favorables a corto plazo, pero que a la larga puede ser muy perjudicial para el país e, incluso, para los intereses del PSOE.

Sánchez parece no haber comprendido uno de los principales mensajes de las elecciones andaluzas y persevera en su política catalana. Mientras tanto, el malestar en el resto del país crece y Torra, lejos de reflexionar, se muestra cada vez más envalentonado.

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