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Cristianismo: un enfoque pragmático
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Los andaluces nos jugamos mucho en estas próximas elecciones. El mundo está cambiando a gran velocidad y ese nuevo escenario no pinta precisamente bien para Europa. Y dentro de nuestro continente, los preocupantes problemas de seguridad de su frontera oriental tienden a dejar en un segundo plano lo que pueda ocurrir en este remoto rincón suroccidental que ocupa Andalucía. Lo estamos viendo también con el nuevo encaje del Reino Unido en la etapa post-Brexit: la máxima prioridad para la UE ha sido el mantenimiento de Irlanda del Norte dentro de la unión aduanera y el mercado único (1,8 millones de habitantes en el contexto de los poco menos de 7 del conjunto de la isla de Irlanda). La solución de la frontera andaluza de Gibraltar, que afecta directamente al millón de habitantes de su directa área de influencia (Campo de Gibraltar, Costa del Sol), en el contexto de los 8,5 millones de andaluces, permanece sin solucionar, con atención secundaria por parte de la UE y sin la más mínima participación de las autoridades locales o de la Junta de Andalucía.
Los andaluces también nos jugamos mucho en clave interna, en estas próximas elecciones. Las políticas europeas se desarrollan en España bajo las directrices del Gobierno central, y este las ejecuta de acuerdo al juego de intereses de la política española. Los fondos europeos que recibe España se distribuyen con frecuencia dentro de nuestras fronteras con criterios totalmente diferentes. Lo saben bien los agricultores andaluces, que recibirían cantidades significativamente superiores si el Gobierno español distribuyese el dinero de la PAC con similares criterios a los que la UE utiliza para otorgárselo a España.
Tener eurodiputados andaluces es por tanto de gran importancia. Sin embargo, de acuerdo a las candidaturas de los grandes partidos y las encuestas electorales publicadas, solo tres andaluces tienen altas expectativas de ser elegidos: dos por el PP y una por el PSOE. La mayor parte de los sondeos publicados no confirman un cuarto que podría ser elegido por Sumar. Vox ni siquiera ha situado a algún andaluz o andaluza con mínimas posibilidades. En el mejor de los casos solo cuatro de nuestros conciudadanos formarán parte de los 61 eurodiputados que le corresponden a España, es decir, el 6% de los elegidos, cuando conformamos el 18% de la población española. Volviendo al ejemplo anterior, 13 eurodiputados representarán a los 5,2 millones de habitantes de la República de Irlanda; 6 a Malta (500.000 habitantes); 9 a Eslovenia (2,1 millones); 17 a Bulgaria (6,4 millones). No les abrumo con más datos. Me atrevo a definir esta sonrojante situación como colonialismo electoral por parte de los grandes partidos españoles: aporte usted los votos que ya le daré yo a otros su representación. Si aceptamos tal irracional despropósito con mansedumbre, ¿quién puede extrañarse de que nos visiten ministros de modales chulescos, que ofrecen lentejas frente a nuestras peticiones de inversión pública? ¿O de que los responsables de la Junta de Andalucía gestionen aquí con un ojo puesto en su futuro político personal en Madrid?
Por todo ello voy a votar a Ahora Andalucía. Más que un voto, lo entiendo como un ejercicio de dignidad, como un acto de coherencia con nuestros intereses colectivos. Lo haré también como reivindicación consciente contra una forma de entender la política en la que ciertos territorios, amparados en una interpretación arbitraria de la Historia, imponen sus privilegios sobre los derechos individuales de quienes solo creemos en el estado de derecho.
Será asimismo un voto por recuperar nuestra autoestima, un paso para rebelarnos contra la inercia y afirmarnos como protagonistas de nuestra realidad. Un voto desde la auto-exigencia: con ilusión, pero sin pretender desentendernos de la responsabilidad de nuestras decisiones; sin atribuir todos nuestros males a los otros, pero exigiendo nuestro derecho a ser tratados justamente en pie de igualdad.
Y será, por último, un voto por un joven candidato, Javier García Fernández, alejado del profesionalismo político, emigrante por razones profesionales a pesar de su excelente formación, como tantos andaluces de su generación. En definitiva, un voto desde la razón, en conciencia y hacia la esperanza.
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