Tribuna

José Sánchez Luque

Consiliario de la HOAC en Málaga

Cristianos maniáticos

Según nos dicen los historiadores, la Comunión hasta el siglo VIII se daba siempre en la mano A ningún obispo se le ocurrió mandar que se comulgase en la boca

AFORTUNADAMENTE son muy pocos, pero duros de cabeza y, al parecer, con escasos deseos de evolucionar. Lo estamos viendo con la recomendación de comulgar en la mano que nos han hecho nuestros obispos, con motivo de la pandemia. Pues hay cristianos y cristianas que se empeñan en comulgar en la boca. Uno me dice antes de la misa que si yo no le doy la Comunión en la lengua se queda sin comulgar. Yo le explico que la norma se ha dado por motivos sanitarios y que lo más importante y admirable es que el buen Jesús venga a tu corazón y te ayude en tu vida. El modo concreto es algo secundario. Pero se queda sin comulgar. Otra mujer se me arrodilló al momento de la comunión y me abre la boca. Por vergüenza yo le di la Comunión en la boca, pero, inspirado por el Espíritu, le dije: Dile a Jesús, que está en tu corazón, que te quite las manías y los caprichos que te impiden avanzar.

Otro feligrés me dice que está demostrado que en la Ultima Cena Jesús dio la Comunión a sus discípulos en la boca, no en la mano. Yo me quedé admirado y le dije: ¿Quién se ha inventado tamaña mentira? Un día, se me acabó la paciencia, y al final de la misa en la monición de despedida dije: Hermanos, no olvidemos que pecamos mucho más con la lengua que con las manos. No tengamos reparo en comulgar en la mano.

En otra misa yo no doy la Comunión, la distribuye un diácono y un acólito adulto revestido. Al final se me acerca un feligrés y me dice: Hoy no he comulgado, porque yo solo recibo al Señor si me lo da una mano consagrada. Yo le dije que al morir Jesús en el Calvario se rompe el velo del templo. Ya no hay separación entre lo profano y lo sagrado. Todo ha quedado consagrado y bendecido por la sangre de Dios derramada sobre nuestra tierra. Pero no se entera.

Otro hermano me regaló un folleto, muy bien impreso, titulado Comunión y Adoración, escrito por el P. Justo Antonio Lofeudo. El autor recomienda encarecidamente, con argumentos un tanto pueriles, la Comunión en la boca. Lo que no nos dice es el origen de esta costumbre establecida desde hace siglos en la Iglesia, hasta que el Concilio Vaticano II, volviendo a las fuentes y a los orígenes, establece que se comulgue en la mano. Desgraciadamente, a los pocos años, esta disciplina se corrigió por parte de obispos, canonistas y liturgistas integristas y tridentinos. Porque, lamentablemente, tenemos una jerarquía en la Iglesia que, salvo destacadas excepciones, está tan aferrada al tradicionalismo, que se hace incapaz de percibir las nuevas llamadas que el Espíritu del Resucitado nos hace para que renovemos en profundidad nuestras actitudes, lenguajes y prácticas, como nos recomienda el papa.

Según nos dicen los historiadores, la Comunión hasta el siglo VIII se daba siempre en la mano. A ningún obispo se le ocurrió mandar que se comulgase en la boca. Decían incluso que las manos del creyente, a pesar de que somos de barro y del malo, son el mejor altar. Desde ellas pasa Jesús a tu corazón. Esta frase es de los papas y de los llamados Padres de la Iglesia. Pero al convertirse al cristianismo los pueblos del norte de Europa, que eran bastante supersticiosos, si un cristiano comulgaba y tenía en su casa una vaca u otro animal enfermo, le llevaban un trocito de Hostia para dárselo como medicina al animal enfermo para que Dios lo curase. Parece que alaguno incluso se curó. La fe mueve montañas. Al enterarse los obispos de esta piadosa costumbre, en vez de educar correctamente al pueblo santo de Dios y explicarle bien las cosas decidieron, por unanimidad, prohibir la Comunión en la mano. También en aquella Iglesia medieval nuestros obispos eran más propensos a la prohibición y a la excomunión que a la paciente catequesis constructiva e iluminadora. Así en el sínodo de Rúan (878) y en el Córdoba (839), se prohíbe con excomunión la comunión en la mano.

En mi próxima colaboración, si la pandemia me lo permite, les voy a resumir unas esclarecedoras aportaciones sobre este tema, aparecidas en un artículo de la revista Études, publicación de cuestiones religiosas y culturales de los jesuitas franceses, titulado ¿Por qué ya no se va a misa?

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