Tribuna

Juan carlos rodríguez ibarra

Ex presidente de la Junta de Extremadura

Dependencias de la Generalitat

En el Gobierno catalán todo se subordina a Puigdemont, con unos niveles de pleitesía que rozarían lo grotesco si no fuera por el tremendo daño que está haciendo a la democracia

Dependencias de la Generalitat Dependencias de la Generalitat

Dependencias de la Generalitat / rosell

Erc ha sido un partido que desde 1977 hasta hoy ha tenido cambios sustanciales desde el punto de vista de las características generacionales y de la cualificación política de sus dirigentes. De los viejos ex combatientes republicanos como Heribert Barrera, que fue su máximo dirigente en 1977 y que había desarrollado una larga trayectoria antifranquista en la clandestinidad, se pasó a Angel Colom, Carod-Rovira, Joan Puigcercós, hasta llegar al actual Oriol Junqueras, que se hizo con la dirección de un partido que nunca tuvo una sólida y estructurada teoría política. Desde su fundación en 1931, jamás se le ha conocido un ideario político relacionado con la economía o con el pensamiento social. Su único pensamiento es el que tiene que ver con la República como forma de Estado y con la independencia de Cataluña. Esa es la razón por la que nunca se pudo saber muy bien cómo y dónde situar ideológicamente a un partido plagado de contradicciones en los espacios socioeconómicos.

La presidencia de Oriol Junqueras vino a amplificar esas contradicciones: un partido como ERC que nació con fuertes vinculaciones a la Masonería y que nunca tuvo veleidades católico-apostólicas, pasa a ser liderado por un católico de religiosidad conservadora. La suma de católico conservador y nacionalismo radical es lo que ha dado paso a un liderazgo caudillista y ultrapersonalista adobado con el sacrificio carcelario impuesto por los "perversos" poderes del Estado español. Todo ello explica la actitud servil de quienes pretenden ser considerados la izquierda independentista catalana.

De igual manera, Carles Puigdemont exhibe las formas más despóticas inimaginables. Este fugitivo ha conseguido liquidar todo vestigio de democracia organizada en la antigua Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) y en las instituciones de la Generalitat donde gobierna por persona interpuesta a través del obediente Quim Torras. En el Gobierno catalán todo se subordina al líder caudillista, con unos niveles de pleitesía que rozarían lo grotesco si no fuera por el tremendo daño que este personaje, hoy convertido en eurodiputado, está haciendo a la democracia en Cataluña y en España. Él, y quienes le acompañan, financian y palmean, han llevado a la antigua CDC a una senda independentista que nunca estuvo ni en su origen ni en su estrategia.

Puigdemont y Torras han liquidado toda la generación catalanista que contribuyó a la Transición democrática y a la elaboración de la Constitución, como lo prueba el hecho de que Miquel Roca fue uno de sus "padres" y que el resultado del referéndum constitucional en Cataluña supero el 90% de votos a favor. Tanto Puigdemont como Torras forman parte de ese conglomerado de radicales fanatizados ideológicamente por un supremacismo claramente racista y sometidos a los vaivenes de quienes han decidido que la calle es el instrumento a utilizar desde la democracia para ir contra la democracia.

En ese grupo violento se sitúa la Candidatura de Unidad Popular (CUP) que en su esquema antisistema han encontrado un buen asidero en el independentismo catalán para desarrollar su anticapitalismo autoritario. Su único proyecto es la revolución de los oprimidos contra los opresores. Sin dejar la calle, han decidido utilizar la democracia para ocupar asiento en el Parlamento español, y así marcar de cerca a los otros dos grupos independentistas que se dejan amilanar por quienes se nutren de una ideología anarquista y comunista estalinista, demostrando así que cualquier cosa les vale por muy antagónicas que sean para tratar de dirigir y condicionar la estrategia del independentismo.

Afortunadamente, el Tribunal Supremo ha puesto las cosas en su sitio respecto a la eventualidad que se había barajado de que Junqueras ocupara escaño en el Parlamento europeo. Ya sólo tendremos que soportar algunos meses a Puigdemont realizando alegatos independentistas y contrarios al Estado de Derecho en la tribuna de ese Parlamento, hasta que los eurodiputados levanten la inmunidad a él y al ex consejero Comín siguiendo la doctrina establecida en la Eurocámara de conceder suplicatorios demandados por un juez competente de cualquier país miembro de la UE. Ya se hizo con Jean-Marie Le Pen y así se hará con los dos prófugos, máxime cuando la inhabilitación que se pide es para juzgar delitos cometidos antes de obtener la condición de parlamentario europeo.

Vista la cantidad de declaraciones que Junqueras hace en distintos medios de comunicación y la capacidad que se le concede para dirigir su partido, no parece exagerado decir que las cárceles catalanas en donde se encuentran los sediciosos han pasado a convertirse en dependencias de las sedes de las consejerías y la Vicepresidencia de la Generalitat.

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