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En mayo de 2022 se han cumplido 40 años de las primeras elecciones autonómicas de Andalucía. Este hecho histórico convendría ponerlo en su adecuado contexto y la abundante bibliografía producida en las últimas cuatro décadas no nos exime de incardinarlo en una etapa de la Historia de Andalucía y de España que posee algunas especificidades que residen en la manera en que se llevó a cabo el proceso autonómico. Una vez alcanzada la unidad de la oposición antifranquista a través de la Coordinación Democrática, en la que se incluye Alianza Socialista de Andalucía (ASA) -que se constituía en 1973, se reconocía heredera de los postulados del Andalucismo Histórico y proponía la creación de un Poder Andaluz-, se logra introducir la reivindicación de autonomía para nuestro territorio.
Pero la historia reciente de Andalucía, la de la Transición, no deja de ser la historia de la lucha por la autonomía iniciada un 4 de diciembre de 1977, que simbolizará el reiterado mantenimiento de las movilizaciones ciudadanas pacíficas como apoyo popular al autogobierno. La imagen icónica, ya mitificada y recurrente, de una enorme bandera andaluza, como ejemplo de las manifestaciones proautonómicas de aquellos años, permanece aún en el imaginario colectivo de algunos andaluces.
Más tarde, en diciembre de 1978, en el llamado Pacto de Antequera, los principales partidos del arco político andaluz interpretaron esas demandas sociales de autonomía. Poco después -1979- lo harían los ayuntamientos andaluces -el 90% de ellos aproximadamente- y todas las diputaciones provinciales, cuando se inició el procedimiento constitucional y señalaron la vía del artículo 151 como la más rápida hacia la autonomía plena.
Posteriormente, la experiencia histórica del 28-F (1980) lo ratificaba mediante votos afirmativos en referéndum, y culminaba el tercer escalón para conseguir el cumplimiento de los requisitos marcados en el mencionado artículo. Un 28-F que no se entiende sin el 4-D, con cuyo espíritu participativo y movilizador la opinión pública y los medios de comunicación presionaron para que las fuerzas políticas desbloqueasen, que no llegará hasta octubre de 1980: se contribuye, desde Andalucía, a la definición de las vías autonómicas por los artículos 151 y 143.
Constituye, asimismo, un antes y un después en la vertebración del Estado y sirve para lograr nuevas interpretaciones del Título VIII que se acomete con la Constitución de 1978. Una constitución que marcaba diferencias entre aquellos consabidos tres territorios que plebiscitaron sus estatutos en la II República y el resto de territorios de España.
Además, hace poco más de un año se cumplió el 40 Aniversario de la aprobación, por la Asamblea de Parlamentarios Andaluces reunida en Córdoba, del Proyecto de Estatuto de Andalucía -rememorando aquel otro de la II República- para su tramitación como Ley Orgánica ante las Cortes Generales. Era la segunda vía que se había de transitar para conseguir el cumplimiento de los requisitos marcados en el citado artículo 151.
Con la elaboración del Primer Estatuto de Autonomía de Andalucía, su posterior aprobación por referéndum (20 de octubre de 1981) y la celebración de las primeras Elecciones Autonómicas, en aquel mayo de 1982, el día 23, acababa el largo e inseguro camino hacia el reconocimiento político del hecho diferencial andaluz, que "sirvió para hacer posible por vez primera en la Historia una autonomía con competencias, instituciones y símbolos propios que nos identificaban como nacionalidad histórica".
Desde entonces, 11 elecciones autonómicas se han celebrado al Parlamento de Andalucía. Cinco han sido convocatorias electorales en solitario -a las que se suma la de 19 de junio de 2022- y seis han coincidido con otras convocatorias, generales o europeas.
Ha habido cambios, evidentemente, desde aquellos días de los años setenta del pasado siglo, pero todavía no han producido actualmente una convergencia total con otros pueblos del Estado y de Europa. Ha habido cambios, pero continuamos con una "dependencia económica, una subordinación política y una falta de profundización en nuestra identidad histórica y cultural": un 31% de los andaluces, según una encuesta reciente, consideran que es necesaria mayor autonomía.
Las altas tasas de paro, el empleo en precario, los índices de desigualdad y pobreza -que se agravan en una población infantil- y una coyuntura económica altamente inflacionista, no dejan de propiciar que formulemos esas recurrentes preguntas: ¿se ha avanzado después de 11 convocatorias electorales al Parlamento de Andalucía? ¿En qué se ha avanzado y hacia dónde desde aquellos 4-D o 28-F? Tendríamos que volver a preguntarnos si solo los pueblos que poseen conciencia de identidad histórica e identidad cultural, y se afirman políticamente de forma solidaria con otros pueblos, tienen futuro en un mundo de mercado globalizado.
Y en unos momentos, además, en los que se reproducen actitudes ideológicas y políticas recentralizadoras o antidemocráticas, meramente administrativas, sin intención identitaria andaluza y que impiden visualizar cuáles son nuestros problemas y cuáles nuestras posibles alternativas.
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