Tribuna

Luis Alberto Prados Rivera

Vicario de la Prelatura del Opus Dei en Granada

Hogares luminosos y alegres

Hogares luminosos y alegres Hogares luminosos y alegres

Hogares luminosos y alegres / m. h.

La familia está siendo sometida a una gran transformación. Su definición está inmersa en una serie de principios de carácter ideológico y moral, y conduce a una reflexión marcada por la evolución del propio entorno social. La familia, sin embargo, con todas sus particularidades y variaciones, es la institución vertebral de nuestra sociedad. Supone en muchos casos la única plataforma de seguridad y protección para sus miembros y en ella tienen lugar, desde los albores de nuestra vida, las funciones claves de socialización, transmisión de valores y educación que nos acompañarán a lo largo de nuestra vida.

Hemos presenciado una evolución extraordinaria del concepto de familia. Ya no aparece como institución con unos rasgos objetivos bien definidos, sino como una realidad en evolución, flexible. Para algunos hay que dar cabida a distintos estilos de vida en común, como uniones de hecho o entre personas del mismo sexo. Otros, como el Papa Francisco, consideran que hay que redescubrir la familia desde una perspectiva actual, yendo a sus orígenes. Por esto, Francisco ha convocado un Año especial dedicado a la familia, inaugurado el 19 de marzo, quinto aniversario de la Exhortación Apostólica Amoris laetitia sobre el amor en la familia. Ortega y Gasset recordaba la historia del explorador del Polo que, tras apuntar con su brújula al norte, corre con su trineo para comprobar que se encuentra al sur de la posición inicial. Ignora que no viaja por tierra firme, sino sobre un gran iceberg, que navega en dirección opuesta. También hoy, muchos ponemos nuestra brújula apuntando al norte, ignorando que flotamos sobre el gran iceberg de las ideologías y no sobre la tierra firme de la verdad de la familia.

Cada año, el 26 de junio, la Iglesia celebra la fiesta de san Josemaría, para quien la familia era una institución muy querida y a la que dedicó muchas energías para mostrar al mundo que el matrimonio es un camino de santidad. Sus enseñanzas pueden servir para esta reflexión a la que nos convoca el Papa. No hablaba de la familia en abstracto; desde su nacimiento en Barbastro aprendió a vivir en una familia cristiana a imagen del hogar de la Sagrada Familia de Nazaret. La principal lección que nos da el hogar de la Sagrada Familia es el don sincero de sí. "En Belén nadie se reserva nada", señala Escrivá. Ahí aprendemos a vivir para el otro, sustituyendo la lógica del egoísmo por la lógica del don.

Quien ha crecido al calor de un hogar donde reina el don sincero de sí, está en condiciones de entender mejor el entramado de relaciones que componen la familia, como la fortaleza afectuosa del padre, la ternura y el cuidado de una madre y las relaciones de amistad fraterna entre los hermanos, relaciones que tienen un fundamento en el amor esponsal. Esta experiencia hace que uno tenga gran parte del camino recorrido para llegar al equilibrio emocional, al desarrollo de las virtudes humanas y a una vida espiritual sólida. El Papa anima a los que hemos vivido esta experiencia a que la transmitamos a otras muchas familias, con nuestro testimonio y nuestra alegría, como hizo san Josemaría, para quien la familia no es solo la comunidad básica desde un punto de vista social y antropológico, sino también sobrenatural, espiritual y eclesial. El hogar familiar es el hábitat previsto habitualmente por los planes de Dios para que una persona crezca en sus virtudes humanas y cristianas. Dios llama a todos a la santidad, también a las personas casadas. El matrimonio, para san Josemaría, es una auténtica vocación, un don de Dios que sostiene a los esposos en su camino de amor.

"Pobre concepto tiene del matrimonio -que es un sacramento, un ideal y una vocación-, el que piensa que el amor se acaba cuando empiezan las penas y los contratiempos que la vida lleva siempre consigo. Las torrenteras de las penas y de las contrariedades no son capaces de anegar el verdadero amor: une más el sacrificio generosamente compartido" (Conversaciones).

En sus encuentros con familias, proponía renovar el amor cada día, estar en los detalles: sonreír cuando no se tiene ganas, ceder en los gustos de la otra parte, sorprender con un pequeño regalo sin que medie motivo alguno, acordarse de los aniversarios.

Explicaba que el camino de un marido para llegar al Cielo llevaba el nombre de su mujer, y viceversa. Cuando preguntaba a los esposos si querían a su marido o a su mujer, la respuesta era inmediata y positiva. Después añadía: "¿Y lo quieres con sus defectos?". La respuesta, entonces, se hacía más reflexiva y movía al interesado a formular propósitos de mayor comprensión y perdón.

Para Escrivá "la primera preocupación de los padres es la educación de los hijos". Daba consejos prácticos, promovió colegios en los cinco continentes, para ayudar a los padres en la formación de los hijos. Bendecía con las dos manos el amor y la fecundidad matrimonial y proponía una tarea apasionante: que cada familia constituyera un hogar "luminoso y alegre". Ahí tenemos un buen desafío para este año dedicado a la familia: conseguir que en cada uno de nuestros hogares reine la luz y la alegría entre los esposos y con los hijos y el resto de integrantes de la familia.

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