Tribuna

Alfonso Miranda Páez

Presidente de la Asociación de Vecinos Centro Antiguo de Málaga

Málaga viva

El presidente de la Asociación de Vecinos Centro Antiguo urge a un plan que convierta al barrio en un hogar para sus residentes, un lugar para todos los malagueños y un atractivo destino para los visitantes

Varios turistas por la calle Alcazabilla.

Varios turistas por la calle Alcazabilla. / Javier Albiñana

"Vivo con miedo a salir de mi casa porque esta es ‘la distancia de seguridad’ que me encuentro en mi puerta, rodeada de bares y turistas en el centro de Málaga”. Nuestra vecina, Ángela, ilustraba su queja en redes con una expresiva foto, mientras que otras como Almudena o Begoña nos avisan de que los que van a las viviendas turísticas de sus comunidades entran sin mascarilla, llamando a las tantas y a patadas con las puertas. Hemos divulgado lamentables vídeos del trasiego de personas sin protección y sin guardar distancia en discotecas y pubs. En nuestras calles.

Miedo. Antes era desesperación por no poder descansar, frustración al ver cómo se expulsaba a los vecinos para instalar viviendas turísticas, indignación al ver terrazas que no dejan pasar a ambulancias y bomberos. Por ejemplo, Fran se va a mudar de su piso de alquiler porque no soporta el ruido constante, harto de que el Ayuntamiento no le escuche. Ana no puede conducir a su madre con su silla eléctrica por calles como Santa María o Andrés Pérez. Hace 4 años que la comunidad de Rebeca se convirtió en un colegio mayor descontrolado: 12 pisos alquilados a estudiantes de español, con ruidos, peleas, vómitos, pic-nics y sexo en las zonas comunes.

Sí, gravísimo, pero ahora además planean sobre nosotros la enfermedad… y la muerte. Estamos preocupados por los rebrotes, por los focos de contagio comunitario, y sabemos que los problemas de hoy hunden sus raíces en ese ayer. Una ciudad en la que no se actúa, en la que quedan impunes los obvios incumplimientos de las normas (urbanísticas, ruido, vía pública) y que tampoco reacciona ante esta crisis sanitaria.

En este extraño verano de 2020 coinciden dos problemas terminales, uno de salud pública y otro de evidente fracaso de esta exprimidora intensiva. Porque su materia prima, el turismo de toalla en el balcón, de paquete de mortadela y litrona, de litera, no va a volver. A esos visitantes les da lo mismo La Malagueta que un resort barato de Túnez o Turquía.

La oportunidad para promover un turismo sosegado y de calidad está aquí y ahora

Por ello hay que pensar cómo reconstruir el Centro para así impulsar toda la ciudad. Nos asombra la ceguera y falta de empatía municipal en intentar “regenerar” al moribundo pidiendo al malagueño que deje de consumir en su barrio para que deje su dinero en las franquicias del Centro. Un torpe plan Marshall elaborado a espaldas de los vecinos. Escuchemos a comerciantes como Lorena, de Oportunidades Málaga, cuyos padres comenzaron hace 40 años en el Centro y en Huelin y que ahora resisten en el popular barrio del oeste gracias a esos “clientes que buscan una atención personal, que se les conozca”. “Nosotros damos un servicio al barrio, le damos vida. Cuando cierran los comercios, los barrios se mueren”, nos cuenta.

Sabemos que el turismo es nuestro principal motor, pero no atraeremos al visitante que crea riqueza verdadera si le ofrecemos un barrio sin alma, despersonalizado, sin habitantes autóctonos, orientado a exprimir al que lo pisa. Además, esa cesión de la ciudad al hooligan es perversa: una espiral de especulación inmobiliaria fundamentada en casi regalar suelo público a los hosteleros, que así pueden incrementar sus expectativas de facturación y pagar alquileres estratosféricos a oscuros fondos de inversión que se llevan el dinero a paraísos fiscales. Todo en una gran urbe en la que ni los universitarios pueden ya pagar los alquileres ni las empresas encontrar oficinas.

Ante ello, Ángela, Almudena, Begoña, Fran, Rebeca, Ana y los centenares de miles de personas de Málaga quieren empleo y prosperidad, pero también reconocer sus barrios. Por mucho que se repita, el nuestro no era un páramo postnuclear hace veinte años; había fruterías, ferreterías, vida en la calle. Se rehabilitó con fondos europeos destinados a incrementar la calidad de vida, pero el resultado ha sido muy distinto. No dejemos que siga languideciendo.

Urge un plan de repoblación, tanto de habitantes como de actividades económicas. Guiémonos por los objetivos reales de la Agenda 2030 para sustituir el actual modelo moribundo por otro sostenible. La oportunidad está aquí y ahora: para potenciar el Parque Tecnológico y sus comunicaciones y la efectiva implicación de la UMA en la I+D+i; para promover un turismo más sosegado y de calidad; para reubicar el eje del ocio nocturno en el Cortijo de Torres. Un plan que fomente el alquiler de larga duración, que aproveche el potencial del teletrabajo, que apueste por la diversidad económica, que racionalice el espacio público reordenando terrazas, creando itinerarios peatonales y promoviendo el transporte no contaminante. Con ello nuestro Centro Histórico será un hogar para nosotros, un lugar para todos los malagueños y un atractivo destino para los visitantes.

En democracia se puede y debe hacer todo lo necesario para preservar el bien común. Pensémoslo muy seriamente: volvamos a hacer una Málaga habitable. Apostemos por la vida.

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