Tribuna

Alfonso lazo

Historiador

Milagros

A medida que los científicos progresan su perplejidad se va haciendo mayor. Cada nuevo descubrimiento resulta más difícil de entender para la limitada razón humana

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Milagros

El antiteismo militante que arremete contra un Dios que supuestamente no existe (no hablo aquí del agnóstico, ni del ateo indiferente, ni del angustiado que como Unamuno quería que existiese Dios, ni del científico materialista en busca de la verdad) suele responder a una tipología intelectual mediocre desconocedora de la Historia y de la Filosofía y cuyo argumentario contra el cristianismo no va más allá de hacer burla de supuestos milagros pretendidamente enseñados por la Iglesia. Es ese tipo de increencia la que hace mella en Europa desde el siglo XVIII, aunque buena parte de la responsabilidad sea de los mismos católicos.

Todavía se habla en Algeciras del atentado yihadista que costó la vida a un sacristán e hirió al párroco de la iglesia de La Palma. Recuerdo las palabras del buen sacerdote poco después de salir con vida del horrible trance: "La Virgen de La Palma me ha salvado". Comprendo esa reacción espontánea, pero sus palabras significan por fuerza que en cambio la Virgen no quiso salvar al pobre sacristán.

Recuerdo también cuando Juan Ignacio Zoido, después de haber ganado por goleada la alcaldía de Sevilla, fue con acompañamiento de fotógrafos y figurantes, a mostrar su gratitud a la Virgen de la Macarena. ¿Cree de verdad el señor Zoido que la madre de Dios tiene preferencias políticas? Yo pienso que actitudes como ésas en personas nada ignorantes causan más daño a la Iglesia que los rabiosos ataques de un iletrado ateismo. Y, en fin, recuerdo asimismo cómo hace muchos años, mi mujer y yo, los dos en la cama a causa de una tremenda gripe, leíamos para pasar el tiempo La Leyenda Dorada. Nos tronchábamos de risa con los extravagantes milagros que allí se cuentan. La Leyenda Dorada es una joya del siglo XIII que nos proporciona ricos datos sobre la mentalidad de la Edad Media, mas de ella se nutre, por sus infantiles disparates, mucha de la argumentación anticatólica de hoy.

Se dice de los milagros que son una suspensión de las leyes naturales. Así lo sostienen sabios creyentes y no creyentes; unos, para aceptar su realidad, los otros para negarla. Por mi parte, yo creo al menos en dos. En el primero, es imposible no creer: el Big Bang, el gran estallido desde la nada cuando aún no existían leyes naturales. "Hágase la luz, y la luz se hizo". Es en ese punto donde la Ciencia se detiene y reconoce ignorar quién apretó el botón. En cuanto al segundo milagro, no puedo negar la resurrección de Cristo, aunque aquí la creencia, la "fe", debe ser entendida como esperanza. "Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro" reza el Credo de Nicea.

Si se acepta la existencia de un Dios creador y padre, la suspensión de las leyes naturales no tiene por fuerza que ser una "supresión". La ciencia no conoce, ni conocerá nunca, todas las leyes que rigen el cosmos. A medida que los científicos progresan su perplejidad se va haciendo mayor. Cada nuevo descubrimiento resulta más difícil de entender para la limitada razón humana; se demuestra su existencia, cierto, aunque ya se hace imposible la explicación. Sin embargo, la deidad creadora, por ser creadora, no necesita alterar nada y puede utilizar las leyes naturales que el hombre desconoce. Un aborigen de la Amazonia aislado en medio de la selva considerará un milagro las imágenes de una pantalla de televisión. Renán, a mediados del siglo XIX, no pudo imaginar la dirección que tomarían ciencias como la Física o la Cosmología por eso, en su ateísmo radical, queriendo salvar sin embargo la figura de Jesús, se empeñó en explicar los milagros por alucinaciones colectivas que hoy parecen de una ingenuidad candorosa.

Recoge el Evangelio de Marcos uno de los dichos de Jesús que todos los especialistas, creyentes y no creyentes, atribuyen al Jesús histórico. Se toparon un día sus discípulos con alguien que sanaba a los enfermos en nombre de Jesús y "se lo hemos prohibido -contaron al Maestro- porque no era de los nuestros". Y el Maestro replicó: "Quien no está contra nosotros está con nosotros". No son los científicos, ni los ateos indiferentes, ni los que buscan la verdad quienes están contra el cristianismo; sin ellos saberlo colaboran con el desarrollo de una creación evolutiva que progresa hacia "una nueva tierra bajo un nuevo cielo". No necesitan imposibles milagros extravagantes. Tuve un abuelo, católico convencido, que nos decía cuando se hablaba de Fátima o de Lourdes: "¿Milagros?, sólo los del Evangelio y cum grano salis".

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