Tribuna

Amparo rubiales

Doctora en Derecho

¿Ruptura del feminismo?

¿Ruptura del feminismo? ¿Ruptura del feminismo?

¿Ruptura del feminismo? / rosell

Llevamos una mala racha oyendo hablar de ruptura del feminismo, cuando, paradójicamente, somos un referente en políticas de igualdad en Europa y en el mundo. Por iniciativa del Gobierno de coalición, pero con el apoyo, muy mayoritario, de las Cortes Generales.

Para empezar, y a pesar del título en singular, recordaré, con Anna Caballé, a la que tanto admiro, que no deberíamos hablar de feminismo, sino de feminismos; el feminismo siempre ha sido plural y diverso. "Ya se percibía en 1914, cuando en España se distinguía entre un feminismo "radical" que defendía el "derecho al voto", y un feminismo "moderado", católico, que aspiraba solo a disponer de más oportunidades sociales".

En mis lejanos comienzos de militancia feminista, esta pluralidad ya existía, y debatíamos hasta la saciedad sobre el "feminismo de la igualdad" o el "feminismo de la diferencia", el de "doble militancia", o el de "militancia única", de clase, radical, socialista o anarquista…luego apareció el "género" que, recuerdo, es un término anglosajón (gender) para designar el contenido cultural que se añade al sexo; la identidad de género alude a la percepción subjetiva que una persona tiene, y que podrá o no coincidir con sus características sexuales; por eso dicen que se nos quiere "borrar a las mujeres", como si eso fuera posible, ridiculizando la distinción del sexo sentido y el sexo biológico; y seguimos peleando, discutiendo, avanzando y retrocediendo. No solo por problemas internos del movimiento feminista, sino por la "sutil" intervención constante del patriarcado, "un pacto juramentado entre varones" (Celia Amorós), con una estructura fuertemente arraigada.

Hay un punto de inflexión en la historia del feminismo contemporáneo que viene marcado por lo que se conoció como el #MeToo, para denunciar las agresiones y el acoso que se producían en el mundo del cine, principalmente, movimiento que culminó en aquella inmensa manifestación contra Trump al día siguiente de su toma de posesión como Presidente de EEUU. A esa marcha de las mujeres americanas de enero de 2017, siguió, en el mundo entero, un 8 de marzo en 2018 glorioso para el feminismo, que nos hizo creer que era también decisivo para cambiar, mejorándola, la democracia mundial. Habíamos iniciado la cuarta ola del feminismo. El movimiento feminista "ha sentado las bases reales y teóricas de una actuación fundamental para empujar la paridad en todo el mundo" (Sara Berbel).

El 8 de marzo de aquel año se realizaron huelgas, paros, manifestaciones multitudinarias, con importante presencia masculina, que marcaran un antes y un después en la historia de las mujeres. "El feminismo ha entrado en el debate global en positivo y no se podrá volver a ocultar, aunque lo intenten", escribí eufórica.

Han pasado 5 años y el próximo 8 de marzo las manifestaciones no van a ser ni tan masivas, ni tan unitarias. ¿Culpa de quién? ¿Del movimiento feminista? ¿Del machismo que incrementa el patriarcado ante la fuerza demostrada en estos años? ¿Por la crisis económica? ¿La pandemia? ¿La polarización? ¿No entender la transexualidad y enfrentar a las feministas clásicas con las feministas partidarias de l@s trans? De todo un poco. Lo triste es que, el movimiento feminista, los feminismos, han retrocedido y el machismo, el patriarcado, nos ha debilitado, dividiéndonos. La derecha lo sabe e incrementa sus ataques contra la igualdad entre mujeres y hombres.

Centrándome en España, tengo que reconocer que, aunque me entristece esta ruptura, hay que admitir que los avances en España siguen por delante de todos los demás países y que que siempre se han realizados por Gobiernos socialistas, y que la derecha ha respondido a los mismas con campañas de descredito mediático y judicial; todas las leyes feministas han sido recurridas al TC y seguirán.

Las tres últimas aprobadas, reforma del aborto, ley trans y ley del solo sí es sí, son esenciales para la vida de las mujeres. La del aborto ha reforzado un derecho ya consolidado; la ley trans viene a dar satisfacción a las necesidades de un colectivo que sufre las más injustas de las discriminaciones y la llamada ley del solo sí es sí es una buena ley, mal explicada, con problemas técnicos por corregir.

La demagogia desplegada en torno a ellas es de una magnitud que asusta; han hecho creer que están saliendo violadores en tromba a la calle, utilizando un "populismo punitivo" insoportable. Es una ley integral que pone el acento en la no distinción entre abuso y agresión, y que hace del consentimiento el centro de la misma. Ahora los hombres serán los que tengan que probar que ha existido y no al revés. Los efectos indeseados producidos se corrigen, como en todas las normas. Recordando que son no son leyes de ius cogens, sino dispositivas. A nadie se le obliga a abortar, ni a llamarse "persona gestante", padres y madres vamos a poder llamarnos siempre. El punitivismo no nos hace más libres ni más iguales. La justicia, cuando es justa, sí.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios