Juan Ramón Medina Precioso

Telemedicina, ¿en qué quedamos?

La tribuna

Telemedicina, ¿en qué quedamos?
Telemedicina, ¿en qué quedamos?

15 de octubre 2023 - 00:45

Según la responsable de Salud del grupo socialista en el Parlamento andaluz, la propuesta de las teleconsultas del consejero de Salud es una barbaridad. Para mayor gravedad, sería semejante a lo ya iniciado por la presidenta Ayuso en la comunidad autónoma madrileña. A esa crítica se han sumado varios sindicatos, como CCOO, UGT, CSIF y SATSE, que han añadido que las teleconsultas en atención primaria no podrían sustituir a las consultas presenciales. Para tranquilidad de todos, lo primero sería avisar que nadie ha pretendido esa hipotética sustitución. Lo único que se planea es complementar las consultas presenciales con esta otra modalidad, que las tecnologías telemáticas facilitan. Y que ahorran tiempo y esfuerzos superfluos tanto a los médicos como a los pacientes.

Probablemente los sindicatos saben de sobra todo eso, por lo cual me sorprende todavía más que hayan publicitado esta crítica combinada a la telemedicina las mismas organizaciones que alababan las teleconsultas en la Extremadura de los presidentes socialistas Rodríguez Ibarra y Fernández Vara. Y lo que en el primero podría haber sido un error fruto de la ignorancia, pues se trataba de un profesor de Literatura, no se podía decir lo mismo de Vara, médico de profesión, licenciado por la universidad de Córdoba. Y no valdría de excusa aducir que se especializó en Medicina Forense, porque destacó en ese campo, igual que en la Medicina Legal. Aparte de que ejerció de profesor universitario de esas materias y presidió la Cruz Roja durante varios años. En su caso, le sobraban conocimientos para discernir si la Telemedicina era una fructífera posibilidad o, alternativamente, una indeseable barbaridad. Y, ¡oh sorpresa!, se decantó por la primera opción. Tanto fue así que potenció la red extremeña de Telemedicina que ya había inaugurado en el año 2002 su antecesor.

Marcándose unos objetivos muy ambiciosos, esa red se extendía por los hospitales, los centros de salud, los centros sociosanitarios y las prisiones, con un afán de exhaustividad. Y cubría tanto lo referente a la investigación biomédica como a la gestión, el cribado de enfermedades, la ayuda a la docencia y, ¡tachán, tachán!, las consultas. Es más, preveía dos modalidades, las sincrónicas, con respuesta inmediata a las necesidades del paciente, y las asincrónicas, con respuesta en diferido (y no andaba la señora Cospedal de por medio).

La lista de especialidades médicas incluidas en el programa extremeño de telemedicina era tan larga que se necesitaría un artículo entero para detallarla, pero lo más significativo era que incorporaba al sistema al personal de Enfermería y que implicaba a los servicios de Atención Primaria. Si les suena parecido a lo que ahora se pretende en Andalucía no irían desencaminados.

No conozco todo esto por las informaciones de prensa, sino por una casual relación amistosa con el que fue durante muchos años responsable del programa extremeño de Telemedicina, cuyo nombre omitiré por no perjudicarlo. Pero lo que uno se pregunta es por qué es malo en Andalucía y en Madrid lo que era bueno en Extremadura. Sería lamentable verse obligado a concluir que, en España, las iniciativas son aceptables o inaceptables no según su contenido, sino según quién las propone. Déjense de tonterías los sindicatos y comparen lo que ahora se pretende en Andalucía con lo ya implantado con éxito en otras regiones. Ya sabemos que UGT nació vinculada en la PSOE y el indispensable papel que el PCE jugó en la constitución de CCOO. De hecho, Fernando Soto, uno de los principales sindicalistas de CCOO, junto con Eduardo Saborido y Francisco Acosta, dirigió durante una etapa el PCA, y, por su parte, Cándido Méndez, luego Secretario General de UGT, había sido antes parlamentario andaluz del PSOE. Los vínculos están claros y todavía en las pasadas elecciones ambos sindicatos pidieron el voto para Sumar y PSOE respectivamente. Sin embargo, deberían tratar de minimizar sus preferencias partidistas a la hora de evaluar programas concretos de actividad en campos como la Salud o la Enseñanza. Más que nada porque, en caso contrario, se arriesgan a hacer el ridículo de criticar en unos sitios lo que defienden en otros. Un poquito de por favor y abran un diálogo sin prejuicios ni dobles intenciones con la consejería para examinar lo más imparcialmente posible las ventajas y desventajas del nuevo programa de teleconsultas andaluz. A pesar de formar parte de un gobierno popular, pude establecer tres pactos consecutivos por la Educación con varios sindicatos, empezando por CCOO, en mi etapa de consejero en la región de Murcia. Con la común voluntad de mejorar los servicios a prestar a los ciudadanos, fue posible el entendimiento con los sindicatos, mérito desde luego de Enrique Montoya, entonces dirigente de CCOO en la región. ¿Por qué no repetir ese tipo de acuerdos en Andalucía en el campo de la Salud?

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