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Llevamos tantos años con los tipos de interés coqueteando con el cero que los tradicionales productos de pasivo bancario se habían esfumado. A la banca le resultaban innecesarios. La liquidez, amén de con los saldos en cuenta corriente, la obtenía del BCE y a los clientes, la ausencia de riesgo que siempre fue su mayor atractivo, no lo compensaba la nula rentabilidad. Así que quedaron en el olvido: plazos fijos, certificados de depósito, repos de deuda y las consabidas letras del Tesoro que acabaron engordando las carteras de los fondos de inversión y de los bancos. Inversiones, casi siempre modestas, en las que las familias depositaban sus ahorros y hasta permitían, en otros tiempos, pagarse unas vacaciones con los intereses. Por no recordar las cruentas guerras del pasivo de los noventa que convirtieron a muchos particulares en auténticos expertos en mover su dinero de entidad en entidad, a cambio de rendimientos en especie -menaje, mantas y juegos de cama, etc.- que iban adquiriendo hasta renovar el ajuar doméstico, ingresando sus exiguos ahorros donde más les convenciera la campaña publicitaria. Lo que entonces, con decenas de entidades y sucursales en cada esquina, se podía gestionar paseando un par de calles.
No parece que vayamos a volver a aquello. Aunque la fiebre compradora de letras del Tesoro de los últimos meses, con larguísimas colas de ciudadanos a las puertas del Banco de España, ya que la compra directa les evita comisiones, ha sido un toque de atención que el mercado bancario no ha tenido más remedio que tomar en consideración. Sobre todo, cuando no hace tanto se penalizaba la liquidez. La política de tipos cero del BCE llegó a establecer una tasa de depósito negativa que obligó a pagar penalizaciones del 0,4% por los saldos a la vista. Algo inconcebible en una estructura bancaria natural y clásica en la que los ahorradores nutren a las entidades de liquidez para que estas la presten a los solicitantes de crédito; familias, empresas e instituciones públicas y privadas.
Pero la situación ha cambiado radicalmente. La persistente subida de tipos de interés para contener la inflación debería haber presionado a las entidades a ofrecer remuneraciones al alza en los depósitos, fueran a la vista o a plazo. Pero, dado el exceso de liquidez que acumulaban, dicha traslación no se produjo con la velocidad esperada. Hasta la señora Lagarde, presidenta del BCE, manifestó públicamente que las entidades españolas deberían mejorar la retribución del pasivo. Algo que no hubo necesidad de recordarles respecto al ajuste al alza de tipos para préstamos y créditos. En particular, en el caso de las hipotecas, cuyo coste se disparó en las renovaciones, ya que la mayoría están referenciadas al Euribor. Un índice que en un año pasó de ser negativo a rozar el 4%.
Ya podemos obtener rentabilidades por los depósitos, incluso a la vista, que van desde el 0,5% al 3%, dependiendo de que se trate de particulares o grandes inversores. Según los datos del Banco de España, en agosto pasado, estos depósitos se remuneraban con un raquítico 0,1%. Pero la escalada de tipos ha cambiado la perspectiva de ahorradores y entidades. Esas mismas estadísticas reflejan el alza de rentabilidades en los depósitos empresariales que al cierre de enero obtenían retornos del 1,66%, frente al 0,59% ofertado a los hogares. Los inversores institucionales, las grandes empresas y las gestoras de fondos, que han de mantener una parte de su cartera en activos líquidos para hacer frente a los reembolsos de sus partícipes, se han convertido en clientes objetivo de las entidades financieras. No olvidemos que en 2015 los fondos españoles llegaron a tener más de 20.000 millones en vehículos de liquidez. Casi el 10% del patrimonio gestionado. Una situación que en 2022 no era ni una sombra de aquello, pues escasamente superaban los 400 millones; el 0,1% de sus activos.
¿Cuánto tardarán los bancos en dirigirse a las pymes y a los particulares? Las empresas, sea cual sea su volumen de liquidez, siempre tienen la posibilidad de rentabilizarlo compensando la propia financiación bancaria y utilizándolo como herramienta de gestión de su circulante y de negociación con las entidades. Y así está ocurriendo. Pero ¿y los particulares? ¿qué pueden hacer con sus ahorros? De siempre, esperar a que las entidades se decidan y, mientras tanto, adquirir deuda pública o fondos de renta fija que, aunque poco, siempre tienen algún riesgo de pérdida de capital. Algo a lo que este perfil de inversor presenta una absoluta aversión. Sin embargo, la situación actual incluye una variable que no se daba anteriormente. El cliente minorista puede abrir depósitos en entidades de otros países de la UE sin asumir incidencias fiscales ni riesgos de cambio. Y además, suscribirlos por banca electrónica obteniendo más del 3% en este momento. Y es ese condicionante, entre otros, el que tendrán que valorar las entidades nacionales si no quieren perder la oportunidad de dar satisfacción a una parte importante de su clientela. La misma que lleva muchos años fuera del mercado y que podría dotarles de importantes recursos de liquidez a precios muy competitivos.
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