Juan Ramón Medina Precioso

La amnistía como debilidad

La tribuna

La amnistía como debilidad
La amnistía como debilidad

05 de octubre 2023 - 01:00

A mediados del siglo pasado, los jóvenes universitarios movilizados contra el franquismo hablábamos frecuentemente de la correlación de fuerzas. ¿Favorecía la correlación de fuerzas que triunfase la huelga general política? Cuestiones así no se nos iban de la boca. Eso duró hasta que el escritor comunista Manuel Vázquez Montalbán nos explicó que sería más apropiado hablar de correlación de debilidades. En efecto, ni la oposición al franquismo tenía suficiente fuerza para derribarlo, ni los dirigentes del régimen conservaban la suficiente fuerza para prolongar la dictadura ilimitadamente. Ni nosotros teníamos suficiente fuerza para procesar judicialmente los delitos de nuestros represores, ni ellos tenían suficiente fuerza para seguir encarcelándonos. Como nuestra debilidad se equilibraba con la suya, solo los apoyos internacionales a la democracia y la inclinación del rey Juan Carlos a una solución pactada desequilibraron la balanza política. Por debilidad tuvimos que renunciar a la ruptura revolucionaria y por debilidad tuvieron los franquistas que renunciar a su continuidad. Por debilidad tuvieron ellos que amnistiar a los presos políticos y por debilidad tuvimos nosotros que amnistiar a nuestros torturadores. Hubo reconciliación gracias a esa mutua debilidad. Fue un pacto entre débiles lo que posibilitó la transición a la democracia.

Ahora vivimos otra transición. Esta hacia un sistema político distinto al inaugurado por la Constitución vigente. Como dijo Iglesias, Podemos llegaba para acabar con el régimen del 78. Más moderado, el separatista vasco Urkullu ha propuesto celebrar una amplia reunión de dirigentes para reinterpretar la Constitución sin modificarla. ¿Y por qué no modificarla en sentido plurinacional? Por debilidad parlamentaria. La misma que les ha conducido a proponer medidas inconstitucionales, como la amnistía, sin los requisitos necesarios para meterla en la Constitución. Aun con su exigua mayoría, acaso la aprueben. Las fuerzas políticas partidarias de cambiar la Constitución detentan la mayoría absoluta del Congreso, pero no llegan a la necesaria mayoría reforzada. Por su parte, los que se oponen a cambiar la Constitución tienen la suficiente fuerza para impedir el cambio legal, pero no para bloquear las medidas en trámite. Hay ahora, como en la transición, un equilibrio de debilidades.

Descartado que Feijóo sea elegido presidente del Gobierno, se repetirán las elecciones o será investido Pedro Sánchez. Ahora bien, nunca el PSOE ha estado tan débil como bajo su dirección. Se encuentra en minoría en el Senado, detenta solo 121 escaños en el Congreso, gobierna solo en tres comunidades autónomas y en menos capitales de provincia que el PP. Y en la principal de ellas, Barcelona, solo por un regalo sin contrapartidas del PP. Esa situación de debilidad lo ha llevado a exagerar las invectivas contra sus oponentes, llamando golpistas a los que promueven pacificas manifestaciones, a expulsar de sus filas a algunos disidentes y a replicar a Feijóo con un discurso chabacano. Pero, sobre todo, lo lleva a aceptar a sus posibles socios separatistas unas condiciones que rechazaría si tuviese más fuerza. Así lo había venido haciendo durante las cuatro décadas precedentes. Si ahora duda en darlas solo es porque, inducido por su debilidad, necesita los votos separatistas para seguir en el gobierno. Si no lo lograse, su debilidad se acentuaría hasta el grado de provocar una convulsión interna, con el correspondiente cambio de líder. Eso explica que busque hacerse con el gobierno a casi cualquier precio, como declaró el presidente socialista de Asturias.

También Juntos por Cataluña (JpC), cuyos siete diputados son decisivos, se encuentra en gran debilidad. A su líder, Puigdemont, le han retirado la inmunidad como europarlamentario y, por tanto, no puede pisar España so riesgo de ser detenido. Además. JpC abandonó el gobierno autonómico catalán y solo dispone de algunos puestos municipales secundarios gracias a sus pactos con los socialistas. Paradójicamente, su extrema debilidad lo lleva a exagerar sus peticiones, entre ellas la de cobrar por adelantado. De otro modo no podría competir con su principal rival, Izquierda Republicana de Cataluña. Ambos se conformarán con la amnistía, pero fingen exigir un referéndum de segregación para ocultar su debilidad. Bueno, y también para facilitar el lance a Sánchez, que así podrá presumir no haberles dado todo lo que pedían. La amnistía sí, porque es constitucional y cura las heridas en Cataluña, pero el referéndum no, porque tengo principios. En apariencia, una operación redonda; en realidad, pura debilidad.

Si el diputado Rufián se inventó las 155 monedas de plata para lograr que Puigdemont declarase la independencia de Cataluña, ahora hay quien habla de las siete monedas de plata que costará mantener a Sánchez en la presidencia del gobierno. Pero el problema es que serán muchas más. Los separatistas catalanes piden 80.000 millones de euros y los vascos no irán a la zaga. El resto de España sufrirá el enorme coste de la debilidad. ¿Y aun así los apoyan en Andalucía?

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