Federico Relimpio Astolfi

Guardias médicas

La tribuna

Guardias médicas
Guardias médicas

02 de julio 2025 - 03:06

Esto de las guardias médicas se me viene pareciendo un poco a la Constitución Española. No se extrañe usted de lo bizarro: lo digo en el sentido de que la reglamentación de las guardias, al igual que el redactado de nuestra Carta Magna, se realizó hace muchas décadas en un país diferente en tantos sentidos, cargado de idealismo.

Iré al grano: nuestra alabada Sanidad Pública envejece al igual que nuestra pirámide demográfica y, como ella, enferma, se resiente y gruñe. Aunque las plantillas se hayan renovado en buena medida. Al no haberlo hecho la normativa y, por tanto, el esqueleto de su gobierno administrativo, el sistema se asemeja a un ministerio decrépito dónde la gente joven envejece prematuramente.

Pero iré al grano del grano: la guardia. La guardia médica, digo. Creo poder afirmar que lo más valorado de nuestro Sistema de Salud por parte de la población es tener un magnífico equipo de guardia el sábado a las cuatro y veintidós de la mañana. Por si las moscas, que nunca se sabe.

La guardia médica, como el calificativo indica, es problema de una sola de las profesiones sanitarias –una muy significada, aunque minoritaria–. Al ser minoría, es muy difícil que los problemas de la guardia médica sean adecuadamente abordados en mesas de interlocución laboral dominadas por los sindicatos mayoritarios. Es por eso que, con la guardia, andamos en una continua patada adelante.

Solo que, a patadas, el problema se ha hecho gigante. Lejos del idealismo de hace décadas y sumando años de mal gobierno, no se previó una crisis de recursos humanos en la Sanidad Pública ni se defendió la Atención Primaria. Así, una población envejecida y enferma se agolpa en los puntos de atención inmediata 24x7: las urgencias. Sobre el personal de guardia, vaya. De este modo, guardias que antaño eran movidas (aunque tolerables) han terminado por convertirse en infernales. Con ciertos agravantes. Debe saberse, para empezar, que el tiempo de guardia no se computa para la jubilación y no se paga como horas extraordinarias, sino por una cantidad menor que, además, varía de un lugar a otro. Debe saberse, además, que su frecuencia viene sometida a la arbitrariedad del dictado de unas “necesidades asistenciales” que tienen, del mismo modo, una interpretación de lo más desigual de un lugar a otro, superando, si se considera necesario, todos los máximos de horarios semanales acordados para otras profesiones sanitarias. Parece que, para los médicos de la Sanidad Pública, los derechos laborales son el antónimo de las “necesidades asistenciales”.

El tiempo cambia; es inexorable. Los jóvenes profesionales, hoy, rechazan estas esclavitudes y optan en masa por la conciliación y la calidad de vida. A pocos les compensa sacrificar su vida familiar o personal ante la expectativa de ganarse un insulto o una bofetada o de toparse con una administración que te estampa la fría rigidez de la norma. Los jóvenes ya están ejecutando el cambio migrando hacia especialidades menos sacrificadas o hacia contextos laborales más amables, estén estos en la privada o en el extranjero.

¿Quién les culpa de ello? No seré yo, desde luego. Lleven la responsabilidad, si quieren, a esas calderas del insulto en que se han convertido el Congreso y los parlamentos autonómicos. Y después, si les apetece, les invito a parar en ciernes sobre el término “retener talento”. Si es que aún desean tener un buen equipo de guardia en cada hospital o centro de salud dentro de cinco años.

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