El pasado sábado comenzó la Semana Europea de la Movilidad. Por si a ustedes esta semana les suena a chino les adelanto que se celebra todos los años en este mes. Otra cosa es que en función de su difusión ustedes hayan podido conocer este evento.
Ésta no es una semana para simplemente cambiar el coche por la bicicleta; esta semana y sus implicaciones deberían extenderse 52 más de forma perpetua. No hablo de condenas, sino de la necesidad imperiosa y urgente de reducir las emisiones de CO2 que están ahogando a nuestro maltrecho planeta. Hablo de un cambio de paradigma en la forma de vida que implica a nuestros hogares, trabajos, administraciones, etcétera, lo que en definitiva supone un cambio social.
La movilidad está presente en todos los actos de nuestra vida: desde ir a la compra hasta llevar a los niños al colegio, y por supuesto acudir al trabajo. Muchas personas trabajadoras refieren que debido a las malas conexiones existentes con su centro de trabajo y el tiempo que implica llegar en transporte público, optan por el vehículo privado. Lo cual tiene su lógica, porque para llegar a tu trabajo a las 8:00, no es factible tener que salir de tu casa a las 6:00 o si sales a las 15:00, llegar cansada y agotada sin almorzar a las 17:00.
La movilidad, como todo lo relacionado con el medio ambiente, impregna nuestras vidas y exige por tanto un equilibrio entre esfuerzos privados y públicos. Ante esto, ustedes se preguntarán qué granito de arena está en su mano aportar. Pues sí que pueden y más de un granito.
Permítanme que les cuente un ejemplo: hace unos años trabajé en Marbella. En aquel momento la gasolina no tenía el prohibitivo precio actual, pero éramos varias las personas que acudíamos desde la capital. En el primer momento que llegué me puse a disposición de mi supervisora, quien me comentó que hablase con un compañero que coordinaba los coches y el grupo que venía de Málaga.
Del tiempo que trabajé allí, tengo muy gratos recuerdos de esos trayectos, casi siempre matutinos, donde un grupo de trabajadores compartíamos el coche, las opiniones, las diferencias y el compañerismo que se generaron en esos viajes Málaga-Marbella, que nos permitía conocernos un poco mejor.
Pues esto es movilidad sostenible, no íbamos cinco coches a trabajar sino uno solo y ese gesto, aparte de economizar el gasto de gasolina, redujo las emisiones de CO2 y contribuyó a mejorar la calidad de nuestro aire. Le aseguro, querido lector, que en ese momento nadie de los que compartimos vehículo éramos consciente de que eso era movilidad sostenible. Pero lo era.
Para CCOO, centrándonos en el plano laboral, la movilidad implica que podamos llegar a nuestro centro de trabajo en un transporte público de calidad y en un tiempo adecuado que no alargue nuestra jornada laboral más de lo preciso. Y esto no debe ser incompatible con la supervivencia de nuestro planeta y el cuidado de nuestra salud.
Con una apuesta total de las administraciones por el transporte público, pleno desarrollo de cercanías, metros y autobuses, bonificaciones de los billetes, incremento de los carriles bici, zonas peatonalizadas, desarrollo de las zonas de bajas emisiones (ZBE), creación de parkings gratuitos, en zonas de interés, y demás medidas que nos permitan dejar el coche propio y subirnos al bus para desplazarnos.
Pero en el caso de las empresas, para CCOO, su implicación tiene que ser amplia y diversa, implantando autobuses propios en las grandes empresas, flexibilidad horaria, conciliación familiar y laboral, promocionar la movilidad activa y corporativa, es decir, que podamos ir al trabajo, compartiendo vehículo, en bicicleta o andando. Todas estas medidas bien implementadas nos aportarían importantes beneficios, algunos de ellos visibles a corto plazo.
Además, el incremento del número de personas trabajadoras usando transporte público reduciría los accidentes in itinere, mejorando nuestros malos índices de siniestralidad laboral. El incentivo de la movilidad activa incidirá directamente en una mejora de nuestro nivel de salud: de sobra es conocido que andar y montar en bicicleta son actividades recomendadas eternamente desde el ámbito sanitario.
De la flexibilidad horaria y la conciliación laboral y familiar podríamos obtener unas jornadas laborales más racionales, que nos permitieran combinar con el transporte público o la movilidad colaborativa, así como equilibrar el binomio trabajo-familia, trabajando para vivir y no lo contrario, lo que está demostrado que mejoraría la productividad de las empresas.
Y sobre todo estimado lector, 365 días de movilidad sostenible, sin fecha de fin, nos permitiría reducir la huella de carbono, enfriar el planeta y avanzar hacia un mejor medio ambiente que es la herencia que dejamos a nuestros descendientes y la calidad de vida que tengamos hoy. ¡La movilidad tiene un plan y está en tus manos!
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