Tribuna

Antonio Espinosa de los Monteros

CEO y cofundador de Auara

La sequía, una amenaza para la vida

En muchos lugares el agua no sólo es escasa, también es cara. Un recurso imprescindible para la vida se convierte en un artículo de lujo que muy pocos pueden permitirse

La sequía, una amenaza para la vida La sequía, una amenaza para la vida

La sequía, una amenaza para la vida / rosell

Cuentan que en muchas áreas de Andalucía había periodos de sequía en los que las madres llenaban la bañera de agua para poder lavar a sus hijos por la noche, se guardaba agua en garrafas para beber y se programaban cortes de agua durante varias horas al día y durante muchos días en verano. En los últimos años, la escasez de lluvias y el cambio climático están consiguiendo que la situación se agrave en todo el país, y son numerosas las localidades que sufren situaciones parecidas, desde Andalucía a Galicia, desde Extremadura al Levante.

Este año, precisamente, Andalucía está viviendo un verano especialmente seco y caluroso, con los embalses al 48% de su capacidad, un 17% por debajo de la media de los últimos 10 años según los datos oficiales. Las previsiones del grupo de expertos que radiografía el calentamiento global para la ONU apuntan a que, de aquí a 2100, los recursos hídricos disponibles en España se reducirán entre un 24% y un 40%, dependiendo de la cuenca. Y sin embargo, no estamos tan mal.

Desde 1970, la sequía ha afectado a más personas en el mundo que cualquier otro fenómeno natural. En los últimos cinco años, urbes como Ciudad de México, Ciudad de Panamá, Kingston, La Paz o Sao Paulo han pasado por sequías extremas que han afectado gravemente la disponibilidad de agua. Y para 2030, el Global Water Institute prevé que 700 millones de personas correrán el riesgo de ser desplazadas como consecuencia de la escasez de agua.

Pero, ¿cuánta agua necesitamos para vivir? Según la OMS, 50 litros por persona y día es el mínimo para mantener un nivel adecuado de salud e higiene y atender las necesidades domésticas. Sin embargo, la media de consumo en España casi triplica esta cantidad: gastamos (¿malgastamos?) 132 litros por persona cada día, mientras en muchos países en vías de desarrollo millones de personas no tienen acceso a agua potable, viéndose obligados en muchos casos a abastecerse en charcos o pozos que comparten con el ganado.

Cuando no hay agua todo se complica. No se puede cultivar la tierra ni criar ganado, lo que se traduce en hambre y miseria. No es posible preservar una rutina de higiene y unas condiciones básicas de salubridad, con lo que aparecen enfermedades que se agravan por el hecho de tener que beber agua no potable, lo que da lugar a una elevada mortalidad (de hecho, las enfermedades relacionadas con el consumo de agua contaminada son la primera causa de mortalidad infantil en el mundo). Así es la vida diaria de una de cada 10 personas de nuestro planeta. Y el cambio climático está provocando que la situación empeore cada vez más.

La sequía afecta a grandes extensiones en todo el mundo, y las organizaciones internacionales ya apuntan que en 2050 la mitad de los habitantes de la Tierra tendrán dificultades de acceso a agua potable, y unos 6.000 millones de personas sufrirán cortes de agua: es el 80% de la población que habita hoy el planeta (el 60% de los 10.000 millones que se estima que lo habitarán para entonces).

Pero el problema no acaba ahí. En muchos de estos lugares el agua no sólo es escasa, también es cara. Si en España, según la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento, dedicamos algo menos del 1% del presupuesto familiar a pagar este servicio público, en países como Madagascar puede llegar suponer hasta el 45%; y en India o Etiopía llega a representar un 17% y un 15, respectivamente, según datos de la OMS. Un recurso imprescindible para la vida se convierte en un artículo de lujo que muy pocos pueden permitirse...

Eso provoca hambrunas, desplazamientos, conflictos armados… Muchas de estas personas dependen de proyectos de ayudas al desarrollo en los que instituciones y organizaciones como Auara dedican tiempo y recursos a construir infraestructuras de acceso a agua potable. Con menos de lo que pueden costar aquí unas vacaciones, en muchos de estos lugares podemos construir pozos, tanques de recogida de agua de lluvia (para que las precipitaciones torrenciales estacionales de algunas zonas puedan dar suministro a esas poblaciones durante todo el año) y sistemas de saneamiento (letrinas, baños y duchas) que favorezcan el mantenimiento de estas comunidades.

El problema del agua es un problema de todos. Ahora nos parece que no va con nosotros, pero de seguir así, llegará un momento en el que también nuestras sociedades más avanzadas recordarán con nostalgia los tiempos en los que el agua parecía un recurso ilimitado. Pero no lo es, y es cosa de todos garantizar su mantenimiento y contribuir a que todos los seres humanos puedan disfrutar de uno de los principales derechos y la principal necesidad básica para la vida: el acceso al agua potable.

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