Juan Ignacio De Arcos

El vídeo no mató a la estrella de la radio

La tribuna

El vídeo no mató a la estrella de la radio
El vídeo no mató a la estrella de la radio / Rosell

13 de octubre 2023 - 00:00

A finales de los 70, Trevor Horn estaba desesperado. Quería producir un buen disco que encabezara las listas de éxitos y tenía que limitarse a grupos mediocres con canciones más mediocres aún. Así que con dos amiguetes decidió montar su propia banda a la que bautizó, según él mismo, con el repugnante nombre de The Buggles, una mezcla nada original de bug – insecto – y Beatles. Se inspiraron en la ciencia ficción para su primera canción, la grabaron en forma de sencillo y, fulgurantemente, se convirtió en el anhelado gran éxito.

Pero si verdaderamente esta canción adquirió notoriedad fue por el hecho de haberse emitido como videoclip inicial en la inauguración de la primera cadena de TV por cable, la norteamericana MTV, en agosto del 81. MTV representó una revolución en la industria musical y fue exponente de una década marcada por la tecnología, con hitos tan importantes como el lanzamiento del PC, el Macintosh, el compact disc o la invención de la web.

La letra de la canción era una crítica a la televisión, un icono de la tecnología que estaba transformando los hogares. La radio, que los había presidido durante varias décadas, era sustituida en los 60 por voluminosos muebles-TV que captaron todo el protagonismo. Cine, radio y TV eran exponentes del ocio social (el ocio individual ya formaría parte del siglo XXI) pero la tecnología del vídeo permitía, además, una nueva forma de generación de contenidos que rompía con las existentes reglas del mercado.

The Buggles estaban convencidos de que la TV y el vídeo relegarían la radio al olvido. Como en otras ocasiones, los avances tecnológicos han producido inquietud, ansiedad y desafíos en los ciudadanos. Suelen ir asociados a la simplificación de las operaciones y ello conduce a una menor dependencia humana, con la consiguiente contestación social. The Buggles eran comparables a los luditas del siglo XIX, aversos a la revolución industrial. Como las modas recurrentes, hoy en día se habla de un neoludismo que denuncia la tecno-dependencia y sus potenciales riesgos.

Uno de ellos es el de la supremacía de las grandes corporaciones tecnológicas y el declive del modelo capitalista, capitaneado por el economista Varoufakis. Otro, no menor, afecta concretamente al ámbito laboral. La diferencia entre aquel movimiento del XIX y el actual es que en la revolución industrial el trabajo físico estaba siendo sustituido por máquinas de vapor más eficientes. En la revolución digital del siglo XXI, el trabajo intelectual es el que están siendo reemplazado por inéditas facetas de la inteligencia artificial, a cuál más sorprendente.

El robot, muy basado en la IA, es la máquina de vapor del siglo XXI que no sólo realiza con más eficiencia el trabajo físico, sino que, a la vez, es capaz de redactar una buena cabecera para las noticias o diseñar una campaña publicitaria mejor que el ser humano. La IA ya excede a la inteligencia humana en varios dominios. Todas aquellas tareas – físicas o intelectuales – que requieran un escaso uso del cerebro, están abocadas a desaparecer.

¿Debería preocuparnos? Si se analiza la historia, la tecnología ha creado más empleos que destruido, al menos en países altamente desarrollados. Estudios sobre la automatización en Japón, Finlandia o Francia revelan que está asociada a incrementos de empleo, horarios laborales más cortos, mejora de la productividad y crecimiento de salarios. Japón y Corea, las economías más automatizadas del mundo, pueden presumir de las tasas de desempleo más bajas entre los países desarrollados. A pesar de ello, es curioso observar con qué facilidad consultoras y otros visionarios publican periódicamente listas negras de profesiones en peligro por la automatización. Listas que turban el sueño de aquellos que se sienten afectados a pesar de que no suelen asociarse a territorios y, mucho menos, a fechas concretas. Además, como se trata de predicciones difícilmente verificables, el temor a equivocarse desaparece por completo.

Hay que precisar que la automatización se ceba en tareas y no en profesiones y es innegable que determinadas tareas en sectores específicos ya están siendo canjeadas. Pero, si exceptuamos algún caso extremo en China, no suelen leerse titulares sobre colectivos siendo sustituidos por robots, sean físicos o digitales, aunque cada vez, más empresas están apostando por la automatización, sobre todo, como complemento a procesos tradicionales, con un efecto positivo en la productividad.

Muy bien, pero ¿qué pasó con las estrellas de la radio? ¿Tenían razón The Buggles? Han pasado más de 40 años y, a diferencia de otras tecnologías efímeras, la radio sigue existiendo. Vio nacer el vídeo y, lejos de desaparecer, supo abrazar la electrónica, aprendió a miniaturizarse y descubrió las capacidades de internet para fecundar el podcast y la radio digital. Ahí sigue, conservando su lugar en nuestras vidas. Es más, con una TV que envejece bastante mal, las estrellas de la radio brillan más que nunca.

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