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Barranquismo: un deporte de riesgo con la máxima seguridad

  • Un equipo adecuado y la compañía de técnicos especializados son fundamentales para minimizar los riesgos en los descensos

Dos accidentes mortales ocurridos en la comarca de Ronda en lo que va de 2013 (el primero de ellos en el cañón de las Buitreras, el pasado mes de mayo) han puesto en primer plano informativo al barranquismo, una actividad hasta hace unos años casi desconocida en la Serranía pero que poco a poco se va destapando como un filón para atraer turistas ávidos de emociones fuertes, gracias a la gran cantidad de rincones para su práctica existentes en la zona. Pero ¿es realmente un deporte realmente peligroso?

"Se dice que es un deporte de riesgo pero en realidad intentamos evitar todos los riesgos posibles, porque cuanto menos riesgo se corre, más se disfruta", asegura Jerónimo, monitor de Pangea, una de las empresas que ofrecen este tipo de actividades establecidas en Ronda. En esta misma línea se manifiesta Jesús Olvera, el responsable de Al Andalus Activa, otra de estas empresas. "Mucho más peligroso es coger el coche cada día y nadie se lo plantea", afirma.

De hecho, ambos expertos coinciden en que la gran mayoría de los percances que ocurren durante un descenso se dan en los tramos que se cruzan andando, tales como torceduras de tobillo, ya que es en las partes más fáciles cuando más se suele bajar la guardia.

Pero para poder practicarlo con seguridad es vital contar con los materiales adecuados y contratar los servicios de una empresa especializada, algo indispensable en los casos de no contar con la experiencia y los conocimientos necesarios. Además, hay que adecuar el nivel de dificultad de cada barranco a esta experiencia, dando los primeros pasos en un barranco de iniciación.

Si se cumplen estos requisitos, "cualquier persona con un mínimo de condición física" puede adentrarse en esta actividad, según Jerónimo. De hecho, no es extraño ver incluso a niños entre los grupos, ya que cada vez son más los que se animan a realizar barranquismo en familia. "Lo importante es que la gente se deje asesorar por técnicos, porque muchas veces quieren hacer el descenso más potente, pero debe ser un proceso progresivo", añade Olvera.

A la hora de evaluar la dificultar de un cauce, se tienen en consideración dos factores: la altura de sus rápeles y el nivel de agua que lleva. Especialmente, este último aspecto es el que puede convertir un recorrido a priori fácil en una prueba solo apta para los más experimentados, ya que los movimientos de agua son una de las principales amenazas a las que se enfrentan los participantes, en caso de que el río vaya crecido. "Es muy importante conocer el comportamiento de aguas vivas, porque hay muchos fenómenos y ante cada uno hay que reaccionar de una forma distinta", apunta Jerónimo.

Además, un caudal excesivo también puede entorpecer mucho los descensos en rápel, al caer directamente el agua sobre los barranquistas. Este podría haber sido el escenario del accidente ocurrido el pasado domingo en el Tajo de Ronda, ya que el punto desde el que se precipitó el fallecido es justamente donde el agua se encuentra más encañonada y por tanto cae con más fuerza, y a medida que se desciende el chorro se dispersa y se separa de la vertical por la que baja el rápel.

En este sentido, cabe destacar que el nivel del agua del cortado rondeño no solo está condicionado por las lluvias, como ocurre en la mayoría de los ríos, sino también por la actividad de la central eléctrica ubicada en su cauce, ya que cuando esta deja de absorber agua el nivel sube de forma considerable, según explica Olvera.

Sin embargo, para salvar estos posibles contratiempos existe una alternativa: el conocido como rápel guiado, en el que se realiza una instalación similar a una tirolina para que el descenso no se realice en vertical, sino de forma inclinada y alejándose gradualmente de la pared de roca y la caída de agua.

Precisamente, contar con alternativas y respuestas de emergencia es una de las prioridades de los guías profesionales, ya que deben estar preparados para cualquier situación que pueda darse durante el recorrido. Bajar a un cliente que ha entrado en pánico de forma que no tenga que hacer nada por sí mismo, improvisar una camilla hecha con cuerdas o ser capaz de subir un desnivel una vez que ya se ha realizar el rápel son algunos de los recursos con los que cuenta.

Además de los rápeles, otros de los obstáculos que precisan más prudencia son los saltos, ya que a la hora de realizarlos hay que tener conocimiento de la profundidad de la poza y de que no hayan elementos con los que golpearse, como ramas o rocas.

En cuanto al material necesario, cada participante debe contar con un equipo formado por neopreno, para protegerse tanto del frío como de rozaduras y pequeños golpes, escarpines (protecciones para las piernas), casco, un arnés con dos cabos de anclaje y un descensor. El grupo también debe llevar un bote estanco con un frontal de luz, un teléfono móvil, agua y algo de comida. Además, los guías también portan una cuerda para realizar los rápeles (del doble de longitud que el mayor de los desniveles) y otra de seguridad.

En esta actividad, al igual que en el resto de deportes de aventura, todo el equipo se encuentra al servicio de la seguridad, y cualquier avance técnico está orientado a aumentar la fiabilidad del descenso, como asegura Jerónimo: "Si juegas al tenis puedes comprarte una raqueta nueva para jugar mejor, por ejemplo, pero aquí todo es para mejorar la seguridad".

Por otro lado, los expertos también reclaman más medidas de seguridad a las administraciones, ya que consideran que no existe suficiente control. No en vano, actualmente no existe ninguna restricción a la hora de acceder a los barrancos (solo hay que solicitar un permiso en las Buitreras, al ser un espacio protegido), al igual que tampoco se hacen inspecciones para comprobar que se cumplen las medidas de seguridad ni existe un límite en el número de miembros de los grupos. Por ello, Olvera considera que hay "mucha dejadez" por parte de los poderes públicos.

Del mismo modo, también exigen más medios en la zona en caso de ser necesaria una actuación de emergencia, ya que el Equipo de Rescate e Intervención en Montaña de la Guardia Civil (EREIM) tiene su base en Álora y el helicóptero especializado en operaciones de montaña, también de la Guardia Civil, tiene que trasladarse desde Granada.

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