Antonio Rico, el inventor de Torrox de 84 años con solución para (casi) todo: "¿Que cuántos llevo? No lo sé, más de 100"
Su creación más famosa, DeepDrop, un sistema por goteo subterráneo, se comercializa en países europeos, buena parte de América Latina y Medio Oriente
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Torrox/Tiene casi 85 años y sigue en la brecha. Desde que se levanta hasta bien entrada la tarde que da de mano. Horas y horas al día enfocado en lo mismo. Igual que la cadena de montaje que no se detiene, o el martillo neumático inseparable de su operario, o el torno del alfarero que gira, gira y sigue girando... Ejemplos hay miles. "Es que me gusta tanto trabajar", se excusa Antonio Rico, vecino de Torrox que lleva toda la vida inventando. En el buen sentido. "¿Que cuántos inventos llevo? No lo sé". Unos sencillos cálculos ayudan, por lo menos, a hacer una aproximación. "Más de 100, seguro". Aunque lo más probable es que la cifra sea todavía más elevada, dado el ritmo frenético que lleva.
El más conocido de todos es el llamado DeepDrop, un sistema de goteo subterráneo que dirige el agua directamente a las raíces de las plantas "ahorrando un 70% del suministro" y que, según explica su creador, lleva aparejado un menor uso de fertilizantes y herbicidas. "Es en lo que nos tenemos que centrar: en gestionar lo que tenemos. Ahora ha llovido, pero cuando no, ¿qué?". La comercialización de este dispositivo, a través de la empresa del mismo nombre a cuyo frente se encuentra su hijo Ernesto, se ha expandido ya por países europeos, buena parte de América Latina e incluso del Medio Oriente. "Está ya en Qatar, Emiratos Árabes y Arabia Saudí", recalca Rico, a quien el primer invento se le vino a la mente a los tres años. Luego no quiso parar.

Entonces, cogió un carrete de hilo "de los de antes", introdujo unos palillos por el agujero del centro y una goma a la que le dio vueltas, de modo que cuando lo ponía en el suelo el artilugio caminaba, a la semejanza de un cochecito de cuerda. A los 13 años dejó la escuela. "Iba a Vélez en bicicleta a por mercancía". Y con 17, con las ideas bien claras, cualidad que sigue manteniendo, se apuntó como voluntario al ejército para sacarse el carné de conducir. Fue durante un tiempo conductor. Aún recuerda el Pegaso con el volante a la derecha, sin asistencia y con embrague rebelde al que le echó un pulso y lo ganó. "Dije, eso lo arreglo yo".
Largo recorrido tuvo también en el universo de la construcción, al que sigue aportando ideas. "No es que me levante pensando en inventar, es que cuando veo una cosa que está mal, pues le doy vueltas, hasta que saco algo", dice. "Esto lo hace cualquiera que se lo proponga". Marcó un punto de inflexión su idea de separadores, que han llegado a muy cerquita del Polo Norte. "Es de verdad, a Dinamarca", entre otras latitudes. Estos, como su nombre indica, sirven para separar las armaduras de hormigón y están pensados para obras civiles. "A cada obra que iba le añadía un detalle nuevo".
Lo mismo ocurre, por ejemplo, con el caso de las bovedillas. "En vez de tener un currito partiéndose los riñones, he hecho una máquina que con su mando y todo te lo apaña y en treinta minutos lo tienes listo". Valieron las jornadas bajo el sol también para crear otra máquina, esta para la autocarga, creación y abastecimiento de hormigón y/o mortero, que "mejora y abarata un 30% su coste", según sus cálculos. "El cerebro tiende a estar cómodo, relajado; si ves un problema y dices: no puedo, este se tranquiliza; pero si dices: esto tiene que tener solución, entonces lo pones a trabajar". Su creatividad lo llevó incluso a exponer en Shanghái.

Ahora la parte negativa del oficio, o del hobby, si se quiere. "A los inventores nos toman a chufla: no nos hacen caso", lamenta Rico, que, aunque ha patentado decenas de ellos, ha prescindido de solicitar esta acreditación para más aún por las enormes trabas que ha encontrado en las administraciones, con las que ha intercambiado misivas, documentación, ha mantenido reuniones..., pero con escaso efecto hasta la fecha. Ni siquiera uno para hacer bloques con la lava del volcán de La Palma y “limpiar la isla” pasó la criba institucional. Sus creaciones sí que han tenido recorrido fuera de ese ámbito: en la empresa privada. "Nunca me ha importado el dinero. Lo que he querido siempre es donar lo que hago para que se aproveche. Aunque no por cuatro listos", advierte en alusión a multinacionales que puedan usarlos para obtener pingües beneficios. "Estoy satisfecho de lo que hago, pero se podría hacer muchísimo más, es una lástima que se pierda", agrega.
A fuego tiene grabado cómo funciona cada uno, donde radica la novedad, cuál puede ser la siguiente mejora. Y contra el fuego se propuso luchar, esta vez, junto al estudiante de ingeniería Eléctrica y Mecánica Juan José Vallejo y la empresa malagueña CreAcciona, con el desarrollo de una suerte de carrete de mangueras que puede ser transportado por medios aéreos y desplegado junto al foco, formando una cortina de agua. Ejemplos hay miles. Y el del sistema antifuego es sólo uno más. Queda pendiente, eso sí, poder llevarlos a la práctica como merecerían. La única solución que se le resiste: no por falta de ingenio.
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