El Gran Reto Solidario que une Algarrobo y Santiago de Compostela por la inclusión

El día que Carolina comprendió que su hijo Claudio no era como los demás el silencio y la angustia fueron sus nuevas compañeras de vida. “Yo veía que mi niño no miraba a los tronos en Semana Santa, los juguetes se los compraba para tirarlos, no hablaba y no respondía a su nombre”, recuerda ahora cuando él tenía apenas tenía un año.

Carolina creía que su hijo tenía hiperactividad y los pediatras le decían lo "típico", que “cada niño va a su ritmo”, pero una voz le decía que algo no iba bien. Años después, los médicos pusieron nombre a algo que ella tenía rondando por su mente, TEA, es decir, Trastorno del Espectro Autista.

Carolina, "una madre coraje"

Carolina siempre ha sufrido por la aceptación de su hijo. “Siento decir esto, pero un chico como Claudio en muchos sitios no es bienvenido”. Además de tener autismo, Claudio también sufre de epilepsia, una combinación que se convierte en una verdadera montaña rusa. De vez en cuando sufre crisis, que paga con sus seres más queridos, entre ellos su madre: “A mí no me duele lo que me hace, a mí me duele verlo en ese estado, fuera de sí, sin poder ayudarlo”, confiesa.

Esa mezcla de amor, impotencia y fuerza interior definen a Carolina a la perfección. En Algarrobo, de donde es ella, muchos la definen como “una madre coraje”. Y aun con todo el valor del mundo, ella y su familia no podían enfrentarse a una situación como ésta. Durante años, intentó sostenerlo junto con su familia, llevándolo a terapias y colegios especializados en la Axarquía, pero "no era suficiente”. Durante todo este tiempo tuvo que soportar que “campamentos especializados” la llamaran para decirle “tu hijo no encaja aquí”.

Nunca se rindió. Cuando Claudio cumplió 12 años y su comportamiento se volvió más imprevisible, comprendió que necesitaba ayuda profesional. Tras una ardua búsqueda por centros especializados, encontró el de San José, en Guadix. “No te voy a engañar, ha sido el peor momento de mi vida, me sentía fatal cuando lo tuve que dejar allí, pero sé que ha sido lo mejor para él”, asegura.

Carolina, aún con Claudio en Guadix, contaba que su hijo de vez en cuando seguía sufriendo ataques bastante agresivos. Cristelle, logopeda y directora del Centro Integral de Nerja, explica que esto se debe a que este tipo de personas necesitan tener una rutina constante para tener “su mente despejada en todo momento”.

Los motivos del Gran Reto Solidario

De esa necesidad nació el Gran Reto Solidario, una iniciativa impulsada por familias como la suya, Jose Luis Cívico y la Asociación Afadine, que lucha por crear escuelas especializadas para niños y jóvenes con autismo durante los periodos vacacionales. “No pedimos lujos, pedimos estructura, acompañamiento, comprensión. Pedimos que nuestros hijos puedan tener un verano en paz, igual que cualquier otro niño”, implora Carolina.

El reto fue una idea de Jose Luis Cívico, vecino de Algarrobo. Él iba a hacer el camino de Santiago “sí o sí”, pero habló con Carolina para darle un fin benéfico a dicha andadura. Gracias a esta acción, se han vendido alrededor de 580 camisetas y el reto ha contado con alrededor de 40 patrocinadores que han querido aportar “un granito de arena” a esta causa. En total, confiesa Carolina, se habrán podido recaudar alrededor de unos 4.000 euros para la causa, lo que permitirá, según cuentan desde Afadine, que en la Navidad haya diferentes talleres para estos niños.

Además, Cívico ha ido documentando todo el proceso del Gran Reto Solidario a través de sus redes sociales para que nadie se pierda el camino que han tenido que hacer desde Algarrobo hasta Santiago de Compostela.

Este Gran Reto Solidario no solo ha sido una campaña para la recaudación de dinero. Ha sido un grito al sistema. Una apuesta por la inclusión y por el derecho a una infancia y a una vida mejor para niños como Claudio.