Superluna, un tinto rondeño top
Vinos
La bodega Lunares elabora solo 1.200 botellas de este monovarietal a base de uva graciano
Mimo en la vendimia de la Serranía
Los vinos de Ronda hace tiempo que se abrieron un hueco en el mercado y algunos de ellos se encuentran entre los mejor valorados. Uno de ellos es Superluna, un monovarietal que elabora la bodega Lunares y que tan solo se produce los años que sus responsables consideran que la uva cuenta con la calidad necesaria. De hecho, en estos momentos tan solo se pueden encontrar en el mercado botellas de la añada de 2015, ya que en el año 2016 se decidió no producirlo.
Es el vino top de esta conocida bodega rondeña del que tan solo hay unas 1.200 botellas por añada, y es que la selección de la uva hace que sea una producción pequeña de tan solo tres barricas de 300 litros. Allí pasa un año y medio, mientras en botella permanecerá un mínimo de 3 años antes de salir al mercado, aunque la primera añada que se comercializó pasó 5 años.
Una pequeña producción que permanecerá así a pesar de que pronto se espera poder contar con una mayor cantidad de uva de su variedad al tener proyectado la plantación de dos nuevas parcelas, aunque sus responsables aseguran que seguirá siendo un vino de tirada limitada. “En ningún caso vamos a pasar de las 2.000 botellas, la idea es estar sobre las 1.200 ó 1.500 botellas”, señala Pedro Morales, responsable de la bodega.
Eso sí, esta consolidada bodega rondeña cuenta con una amplia gama de referencias en el mercado, apuestas seguras a la hora de elegir un vino rondeño, ya que comercializada dos tintos más (Altocielo y Lunares) a los que añade Lunares blanco y Lunares rosado. Seis vinos de los que se producen en total unas 50.000 botellas anuales y que hace tiempo que cuentan con un importante reconocimiento por parte de los consumidores, tanto locales como internacionales.
A estos vinos se unen lo que podríamos denominar como dos rarezas, ya que también elaboran un tinto dulce que no comercializan, tan solo se puede probar en bodega en ocasiones especiales, y un vino bajo velo de flor a base de uva perruna. En este segundo caso sí que existe una mayor opción de catar alguna de las 250 botellas que se producen cuando se realizan una saca, aunque la mayoría de ellas son compradas por un distribuidor que las destina al mercado canario en exclusiva. Además, la primera saca también pudo degustarse por los miembros del club Contubernio que suele trabajar con vinos que no se encuentran en el mercado del marco de Jerez.
Un vino bajo velo de flor que macera con las pieles, algo poco habitual en blancos, y que recibe oxidación cuando se producen pequeños claros en ese velo en determinados momentos del año, por lo que le confiere un color muy especial de tipo amontillado.
En cuanto al tinto dulce, la idea surgió a raíz de una elaboración realizada por dos de los empleados de la bodega, Ramón y Antonio, que aprovecharon la uva pasificada que graciano que se retira en la mesa de selección para hacer un vino para su consumo. “Había una barrica que estaba muy bien, no tenía defectos, aunque la refrescamos para que no fuese tan dulce, tras lo que obtuvimos este tinto dulce que solo se puede probar aquí, para la única persona que embotellamos es para mi madre”, dice Morales entre risas.
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