Las terapias biológicas aportan valor en patologías para las que antes solo existían tratamientos que actuaban sobre los síntomas, pero no sobre la causa. De tal manera que los tratamientos biológicos no solo mejoran la calidad de vida de los pacientes (ofrecen un mayor control de los síntomas y evitan la aparición de la discapacidad), sino que aumentan las expectativas de vida de los pacientes y frenan la progresión de la enfermedad, en muchos casos.
Según Jesús Tornero Molina, jefe del Servicio de Reumatología del Hospital Universitario de Guadalajara, en enfermedades como la artritis estas terapias han supuesto "una auténtica revolución terapéutica, ya que han resuelto muchísimos problemas que las terapias tradicionales no podían solucionar, actuando sobre una diana concreta y específica que antes no estaba identificada". Según este especialista, lo que queda por mejorar en su aplicación es definir la optimización y mejorar el control de su administración: "hay que perfeccionar las dosis de mantenimiento y los periodos de dosificación, que no son todos iguales. Queda un campo para mejorar, sobre todo con la crisis económica y las dificultades de financiación".
Ésta es una de las conclusiones de la Jornada sobre Modelos de Acceso y Optimización en la Gestión de Terapias Biológicas", organizada por la Sociedad Española de Directivos de la Salud con la colaboración de Pfizer y el apoyo del Servicio Murciano de Salud, en la que más de 80 expertos médicos, farmacéuticos, biólogos y gestores sanitarios se reúnen para debatir sobre cómo implementar las terapias biológicas de la manera más eficiente posible, dada la partida de gastos que suponen en el gasto hospitalario.
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