Marta Vázquez, psicóloga

''La presión por ser una 'buena' víctima aumenta el trauma de las mujeres violadas''

''La presión por ser una 'buena' víctima aumenta el trauma  de las mujeres violadas''

''La presión por ser una 'buena' víctima aumenta el trauma de las mujeres violadas''

Casi no hay una semana en que los medios de comunicación no informen sobre algún caso de violación o de abuso sexual. El último y más polémico caso, el del futbolista Dani Alves. La denominada 'cultura de la violación' que cada día parece integrarse más en la sociedad. Para describirlo en datos, los casos de violación aumentaron un 38,2% interanual en los primeros nueve meses de 2022, según las estadísticas del Ministerio del Interior, lo que muestra un aumento dramático en los casos de agresión sexual en comparación con los datos previos a la pandemia en 2019. En los nueve primeros meses de 2022 se han registrado un total de 13.455 casos, lo que representa un incremento del 30,1% entre ambas fechas. Pero el dato más escalofriante lo encontramos si analizamos el aumento del número de delitos sexuales en la última década. En nuestro país,  los delitos contra la libertad e indemnidad sexual han aumentado casi un 90% entre 2012 y 2021, según los datos del informe Balance de la Criminalidad, del Ministerio del Interior.

En el caso del futbolista brasileño Dani Alves, en prisión desde hace más de una semana, todavía son muchos los que dudan de la veracidad del relato de la presunta víctima. Un hecho, que incluso probado, sigue siendo una realidad ligada a una sociedad de tintes machistas que sigue sin darle toda la credibilidad a los discursos de estas mujeres. Y esto también lo muestran los datos: tan solo 5 de cada 100 denuncias por abuso sexual y violación terminan en sentencia.

Además, muchos de estos casos son tapados por la propia víctima. Esto supone una situación de violencia invisibilizada debido a que no logran identificarlas en su relación o en episodios que suelen normalizar. En estos casos, las víctimas sufren en silencio, sin ni siquiera comunicárselo a sus parejas, amigos o familiares.

Todo ello puede provocar cambios que pueden ser permanentes en la personalidad de la víctima debido al trauma, como son manifestar una actitud hostil y de desconfianza hacia el mundo, retraimiento social, sentimiento de vacío o desesperanza, sentimiento de estar constantemente amenazada, dificultades para mantener relaciones sexuales (incluso en entornos seguros) o sensación de rechazo hacia su propia persona.

Todos estos síntomas están directamente relacionados con el trauma por el impacto recibido, pero además, puede darse una victimización secundaria, que serían todos aquellos daños secundarios derivados como consecuencia del propio ataque. Así existe el concepto de 'buena' víctima, un papel  en el que la mujer se ve fuertemente presionada por los estereotipos sobre cómo deben ser las mujeres antes, durante y después de una violación y el temor a no ser creídas. Sobre estos casos y otras secuelas psicológicas derivadas de las agresiones sexuales hemos hablado con Marta Vázquez, psicóloga clínica y orientadora educativa.

Agresiones en el propio entorno de la víctima

Uno de los datos que más preocupa en el aumento de casos de agresiones sexuales es la proximidad entre la víctima y el agresor. En este sentido, varios estudios demuestran que más del 90% de los agresores son hombres y que el 74,73% de ellos forman parte del ámbito familiar o del entorno de la víctima. Además, según indica esta profesional, ''la mayoría de casos de abuso que se tratan en las consultas no se reducen a un solo episodio, sino que se repiten en más de una ocasión o se producen de forma continuada'', asevera.

Este hecho suele ser uno de los motivos principales por los que las mujeres que padecen abusos no denuncian o no son capaces de comunicarlo. ''la vergüenza y el miedo al estigma, sumado al vínculo que pueden tener con el agresor, las incapacita física y emocionalmente a dar el paso'', afirma Vázquez. Lo hemos visto en muchos casos mediáticos, aunque es una actuación muy común en las víctimas de violación. Incluso, explica la psicóloga, ''no es raro encontrarte situaciones en las que la propia víctima trata de proteger o tapar a su agresor''.

Esto se acentúa en el caso de menores y adolescentes. Más aún con las conductas sexualizadas y agresivas a las que, cada vez más, están expuestos en las nuevas relaciones sociales. Esto suele ser parte del problema. A las menores les cuesta pedir ayuda y sienten un miedo añadido a ser juzgadas o rechazadas. De hecho, ''se ha detectado que el 40,9% de los niños y adolescentes que piden auxilio guardan silencio durante más de un año antes de contarlo'', afirma esta profesional.

Esto también se debe, continúa, a que al principio, ''la primera sensación tras sufrir un episodio de violencia sexual, el sentimiento es de irrealidad, de decirse a sí misma esto no puede haberme ocurrido''. Esto produce mucho desconcierto y desorientación, según explica la profesional, un ''shock total'' que también incapacita a tomar la decisión de manifestarlo en el momento en el que sucede.  

La 'buena' víctima

Dentro de estos escenarios, nos encontramos con otro término muy común dentro de denominada 'tipología victimal'. En un entorno, como hemos mencionado, aún machista, que acentúa el tabú en torno a este tema y sustenta una cultura ancestral que acepta y normaliza la violencia sexual, se  configura como única víctima 'válida' e 'ideal', ''aquella totalmente inocente, vulnerable, rota, con un ínfimo historial sexual y que exprese una manifestación notable de su dolor en la que no salga, se mantenga en silencio y llore constantemente'', asevera Vázquez. Y añade, ''si la víctima está llena de ira, empoderada o enfadada, transmite una imagen que a día de hoy presenta dudas, y por lo tanto su credibilidad será cuestionada, porque no actúa de la forma que se espera que actúe'', aduce.

En estos  últimos casos, la sociedad refuerza la idea de que este tipo de víctimas son parcialmente responsables de lo ocurrido. Es en este escenario, en el que no solo se naturaliza, mediante distintas manifestaciones, la violencia hacia las mujeres, sino que también se deposita en ellas la culpa, que nace la idea de que hay una 'buena víctima'.''la presión por ser una 'buena' víctima aumenta el trauma de las mujeres violadas'', destaca la experta clínica. 

En el caso reciente de Alves, explica la psicóloga, ''la víctima ha rechazado la fianza en parte porque es la única vía para ganar credibilidad. Cuando estos casos se dan en personajes populares, el testimonio de la víctima es aún menos válido y aceptado por la sociedad debido a la posición pública de superioridad que rodea al agresor en cuestión''.  Y agrega que ''este hecho puede hacer sentir a la víctima aún más juzgada y culpable. Al posicionarse en el ojo del debate social, su testimonio está constantemente analizado y es bombardeada con opiniones que la arrinconan aún más''. 

Esta realidad, explica, también es un factor determinante a la hora de denunciar. ''Estos estereotipos y sesgos de género también crean barreras en el acceso a la justicia, precisamente porque las víctimas se analizan mirándose en el espejo de estos estereotipos y cuestionándose si han sido víctimas o no. No se reconocen como tales y, en consecuencia, realizan la denuncia mucho más tarde hasta asimilar o detectar que han sido víctimas de un delito'', sentencia.

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