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Tras el bordado

  • La exposición recién inaugurada ‘Un siglo de esplendor’ pone en valor un trabajo artesano que repercute en la ciudad

Manto de procesión de Nuestra Señora de los Dolores de la hermandad de Padre Jesús de Ronda.

Manto de procesión de Nuestra Señora de los Dolores de la hermandad de Padre Jesús de Ronda. / Marilú Báez (Málaga)

Simétrica belleza en forma de halo de coronación canónica. Pulcritud en el rematado bordado en oro y seda del morado techo de palio que muestra la Anunciación de la Virgen. Piezas que son auténticas joyas y que, desde este sábado, se pueden contemplar en el palacio episcopal en la exposición patrimonial con motivo del centenario de la Agrupación de Cofradías.

Las cofradías de Málaga y de la provincia atesoran un patrimonio material inmenso para enaltecer a sus sagrados titulares. Pero la verdadera grandeza de un portentoso manto bordado reside en esas historias que se tejieron a la par que unos hilos reflejaban a la perfección, y poco a poco, en el terciopelo el diseño original, para mayor gloria de la Santísima Virgen. Además, para que ese trabajo se pudiera realizar, previamente un ilusionado grupo de hermanos y devotos ha pensado y meditado mucho la idea, ha decidido de forma soberana en cabildo o junta de gobierno, y ha soñado varias noches con ese manto.

Todas estas brillantes piezas entrañan horas de trabajo y esfuerzo, pero también de mucha ilusión y unión. Son innumerables las personas que viven gracias a las tareas que le encomiendan las corporaciones nazarenas, o los talleres de artesanos que subsisten por la ingente cantidad de trabajo que les llega para las fechas cuaresmales y de la propia Semana Santa. Y es que al final, todo esto repercute en la propia ciudad y en el conjunto humano de las propias hermandades. Está claro que no es el fin principal de las mismas, pero es una vía para poder alcanzarlo.

En esta Semana Santa muchos criticaron los estrenos patrimoniales que algunas cofradías presentaron en este año de pandemia. Los más sonados fueron la finalización del dorado del trono de Nuestro Padre Jesús a su Entrada en Jerusalén, la reforma del trono de Jesús Cautivo, y los palios de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza y María Santísima del Amor Doloroso. En algunas colas para venerar a las sagradas imágenes de las corporaciones, algunos se atrevieron a calificar de insensatez o irresponsabilidad ese “despilfarro” de dinero.

No hay mayor ciego que el que no quiere ver. La mayoría de las cofradías desde el primer momento de esta crisis sanitaria paralizaron todos sus proyectos y se limitaron a finalizar los que ya estaban iniciados, para precisamente ayudar a todos esos colectivos cuya economía depende directamente de la Semana Santa. Pero les puedo asegurar que en las casas de hermandad el tema de conversación hoy es bien distinto. Las labores de caridad se han multiplicado en estos duros meses, las cofradías consiguieron recaudar 80.000 kilos de alimentos en la tercera gran recogida celebrada en abril para las familias más necesitadas, han ayudado en la confección de mascarillas y EPIs, aportan material escolar para los niños, y abren sus puertas a todo aquel que precise de su colaboración.

Pero claro, quizás todas estas acciones brillen menos que el oro que se muestra en la exposición. Las cofradías saben ir más allá de lo superficial, no nos quedemos en lo mundano. La ilusión es ese ingrediente que hace que la rueda siga girando en las corporaciones, y es necesario seguir moviéndola. Toda esta pesadilla terminará, y a las cofradías se les recordará por el titánico esfuerzo que realizaron desde casa y en las calles por ayudar a paliar los efectos de esta crisis, con la única ayuda de su ingenio y, por supuesto, de su fe.

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