¡Dios te salve Rocío!
La cofradía del Rocío inauguró la tarde victoriana, esa en la que caben todos los latidos posibles
Nueva Esperanza volvió a coronar su hito procesional

No hay martes Santo en el recuerdo sin Ella, sin sus ojos rasgados y su tez morena, sin su manto blanco y su corona de estrellas. Al menos para su barrio, para la Victoria, la Cruz Verde y el Altozano, para los que le gritan guapa y la sienten con orgullo propio. Y este 2018 no iba a ser menos. Nuestro Padre Jesús Nazareno de los Pasos en el Monte Calvario y María Santísima del Rocío Coronada serían los primeros en abrir la jornada, llena de matices, repleta de sentidos -y también lo contrario- en cada esquina, en las concurridas salidas, en las calles más estrechas.
A las 15:00, con puntualidad absoluta, un penitente dio los tres toques acordados y las puertas se abrieron para que la cruz guía iniciara el recorrido con las cornetas y tambores de la banda de la Estrella formada en la cabeza del cortejo. Los capirotes morados llenaban la calle Párroco Ruiz Furest mientras que lo blancos de esperaban su turno en Solano de Luque. Dentro de la casa hermandad una mecida de ambos tronos al unísono parecía como si Madre e Hijo pudieran darse la mano antes de la despedida. Él iría delante derrochando la devoción que luego la Virgen recogería, pura como pocas. La marcha tocada por la banda de Vera+Cruz de Campillos sirvió para que el Señor recién restaurado saliera a su barrio. ¡Medio a la derecha, alargando y a la derecha! Así indicaban y ellos hacían con serenidad y pasó firme, con caras emocionadas y ojos cerrados. Las cornetas elevaban los espíritus hasta el mismo cielo y erizaban la piel en la primera de las citas del día. Los aplausos reconocían el trabajo bien hecho.
Tras el morado, un río blanco, inmaculado se deslizaba hacia el Altozano. ¡Viva la novia de Málaga, la reina de San Lázaro, viva la Madre de Dios!, se le alababa dentro de la casa hermandad, cuando el trono tomaba posiciones para su salida. El incienso impregnó el ambiente, y las autoridades comenzaron a salir, entre ellos el omnipresente Juan Cassá. Las niñas la llamaban guapa y hombres altos y corpulentos mecían a esa "princesa en su palacio", según una pequeña, con su manto bordado de oro y sus ánforas repletas de flores blancas en preciosa armonía con el conjunto. El sol la hizo brillar y los sones de la banda de la archicofradía de la Esperanza aún más.
La pluralidad de una ciudad que vibra al completo estos días, cada uno con su particular latido y sus diferentes intereses, se da cita en Lagunillas cada martes Santo. Un poco más tarde se vería la misma congregación victoriana en la calle Agua y en Frailes con las salidas de Rescate y Sentencia. Pero también decenas de guiris con sus cámaras y sus móviles conocedores de instantes únicos que parecían estar reservados a los lugareños. Las lenguas se multiplican junto a su altar de plata. ¡Mírala, mírala!, decía una vecina que prefería verla y olerla e cerca, subiendo la pendiente del Altozano. Llegaron los aguadores con el botijo y se detuvo el tiempo para retroceder en él décadas. Pero es que la carga se hacía pesada cuesta arriba y con un sol persistente. Entre los bloques humildes y los vítores más populares la Virgen caminaba sabiendo que es la fuerza de un pueblo necesitado. Para ser una hora tan temprana su público no le falló, más numeroso en la acera de sombra.
Desde los balcones una petalada de claveles blancos lanzada por una devota motivó que el trono se meciese sin moverse, honrado con la ofrenda. ¡Que orgulloso se siente el barrio de la Victoria de sus titulares! Ya en la bajada de Cruz Verde los suyos le echaba la última para entregarla, como la novia que es, a Málaga entera. Esa que la esperaba en la Tribuna de los Pobres, con las escaleras a rebosar, agradecida y sedienta de pulsos y olés, de vítores, de gritos y reclamos fervorosos que se escuchaban más allá del puente de la Aurora.
Todavía lejos estaba Nueva Esperanza, acompañada como cada año por el calor de su barrio. La labor titánica de los y las penitentes, de los hombres y mujeres de trono se inicia a las cuatro menos cuarto en lo alto de la calle Salvador Barberá. Por delante tenían 14 horas de recorrido que preferían no contar. Con túnicas de estreno y bajo el sol intenso de las primeras horas de la tarde, los casi 400 nazarenos fueron allanando el camino que con ilusión igualmente harían el Jesús Nazareno del Perdón y María Santísima de Nueva Esperanza.
En otro escenario, ni un minuto después de la hora señalada se abrieron las puertas para desvelar el interior del oratorio de Santa María Reina en la plazuela de la Virgen de las Penas. Sería la tercera de la tarde en hacer su salida penitencial. La plaza se quedó pequeña para tanta gente que acudía a la salida, lo que ya resulta más que habitual para los asiduos. También los enfados de los que esperan con aquellos que ocupan la primera fila sin permiso. Se pidió silencio para que el Cristo de la Agonía saliese del oratorio con la marcha real que tocaba la banda de cornetas y tambores de la Esperanza. Con la cruz aún bajada para poder salvar la altura del dintel de la puerta, el crucificado inició su camino. Ya en la calle Pozos Dulces le ajustaron el madero en una primera y larga parada antes de emprender su marcha por la serpenteante vía que tantas bellas imágenes proporciona a la cofradía. En el interior aguardaba con la candelería encendida María Santísima de las Penas, la singular Dolorosa, la del manto de flores que este año quiso rendir homenaje a la Virgen de la Victoria en el 75 aniversario de su coronación canónica.
Los capirotes burdeos sobre túnica negra enfilaron la calle antes de escucharse la primera de las campanas del trono de la Virgen, ya colocado en la posición correcta para la salida. Una mujer desfallecía con un síncope entre la multitud poco antes de la ajustada maniobra y un médico presente corrió a auxiliarla. En pocos minutos todo volvió a la normalidad y salió Ella con el himno nacional tocado por la asociación musical Utrerana. Y las puertas se cerraron nada más alcanzar la plazuela con su manto verde dibujado de margaritas y rosas. Una cofrade no pudo reprimir el llanto provocado por la emoción mientras que la gente inquieta ya se movía en busca de la siguiente captura.
Cuando Las Penas seguía los pasos del Rocío hacia el recorrido oficial, en la calle Peso de la Harina entraba el Nazareno del Perdón, de la cofradía de Nueva Esperanza, con su túnica morada de estreno y su trono dorado con exornos florales rojos. Al ritmo rápido del redoble de tambor marcado por la banda del Ecce Mater de Cádiz avanzaba para dar la curva hacia Don Cristian. En ese punto las cornetas hicieron cambiar el paso, más detenido y mimado. Ya les quedaba menos para alcanzar su primer hito, la Alameda Principal y entrar terceras en l recorrido oficial. En su trono de plata, con su manto verde esmeralda también de estreno, la Virgen de Nueva Esperanza conquistó la calle, cada vez más llena para ver a la hermandad que baja con voluntad heroica desde Nueva Málaga.
La tarde avanzaba y con el Rescate ya bendiciendo la ciudad, bajando desde su calle Agua hacia la Victoria y la plaza de la Merced, la puerta de la casa hermandad de La Estrella, en el entorno de Santo Domingo se abrió para permitir la salida de Nuestro Padre Jesús de la Humillación y Perdón y María Santísima de la Estrella, cofradía que cumplió el pasado 2017 sus 75 años. Los capirotes blancos apuntando directamente al cielo abrieron camino tras la banda de cornetas y tambores de Bomberos. A esa hora un bordillo elevado para poder sentarse era todo un tesoro regalado al descanso de los pies molidos.
Las primeras campanas se escucharon veinte minutos después, pero aún faltaba algunos más para que el público congregado pudiera ver al Señor. De ahí que proliferaran las más banales conversaciones en los alrededores. La marcha real silenció el auditorio y las campanillas repicaron para avisar que el Nazareno sobre la alfombra de rojos claveles hacia su salida. En su trono de madera labrada y plata fue ganando espacio observado de cerca por su Madre, que poco después tomaría posiciones para seguir sus pasos con su manto azul cuajado de luceros.
Ella aún en su refugio y Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y María Santísima del Rosario iniciando su recorrido, y los penitentes tricolores de capa amarilla anunciaban en la calle Álamos la cercanía de Nuestro Padre Jesús del Rescate. María Santísima de Gracia lo haría tras Él. Con el olivo característico se hizo visible la escena bíblica que narran las nueve figuras con el Iscariote tocándose la frente arrepentido, aunque sin querer soltar su bolsa de monedas. A su paso, como es costumbre habitual, la gente ya no se persignaba. En su lugar sacaban el móvil para captar una instantánea. A una pareja le faltaban manos para seguir comiendo pipas mientras un padre intentaba explicar el trono a su hija llevada a hombros. Todas las formas posibles de ver o sentir la Semana Santa convivieron ayer en cierta armonía. Y lo seguirán haciendo hasta el mismo viernes Santo. Igualmente se supieron acoger esas miradas extranjeras que cada año cobran más fuerza.
El Ayuntamiento defiende el sistema contra la cera
El Ayuntamiento de Málaga seguirá adelante con el sistema empleado para eliminar la cera que queda en el pavimento de las calles de la ciudad tras el paso de las cofradías, a pesar de que el mismo no es del gusto de todas las hermandades. En los dos primeros días de la Semana Santa de Málaga, tres hermandades se negaron a que los empleados de la empresa de limpieza se incorporaran a las procesiones tras la Cruz Guía para ir derramando un líquido especial que evita la adherencia de la cera en el asfalto o el pavimento. En el resto de las procesiones, no se han producido problemas y los operarios han realizado el trabajo con normalidad. El concejal de Medio Ambiente, Raúl Jiménez, aseguró ayer que se trata del mismo líquido empleado el pasado año y que el consistorio seguirá utilizando este sistemas por su ahorro y por las ventajas que conlleva en materia de limpieza. Según el edil, las calles con la utilización del líquido especial, las clles quedan limpias en una semana con un simple baldeo, cuando antes se empleaba un mes en retirar toda la cera acumulada. No obstante, Jiménez reconoció que puede afectar a los bajos de las túnicas dependiendo de su composición y siempre que no se laven antes de una semana.
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