Entre bambalinas

Que no

  • Aun con el alivio económico que supondría, es muy descabellado pensar en volver a viajar para Semana Santa si se pretende salvar vidas

Fotos y vídeos a Jesús Cautivo por calle Mármoles.

Fotos y vídeos a Jesús Cautivo por calle Mármoles. / J. L. P.

Siempre hay alguien en clase que, cuando estás convencido de que saldrás indemne de llevarte tareas para el fin de semana, formula la dichosa pregunta: “¿y hay deberes?”. Ahí es cuando te ves obligado a apuntar los ejercicios del libro de texto que el profesor ha mandado sobre la bocina. Resignación y a trabajar.

Siempre hay alguien dispuesto a hablar de más. A dar por sentado que su propuesta es buena, la mejor opción. En estos días hemos podido escuchar a Reyes Maroto, ministra de Turismo, hablar de la posibilidad de volver a viajar para Semana Santa. Los gurús de la política se frotaron las manos: tras la genial idea de salvar la Navidad, qué mejor que hacerlo con los próximos festivos. Y la Junta de Andalucía, aunque precavida contemplando el futuro en su bola de cristal, ya habla de relajar medidas a partir de la próxima semana. Un “tipo y a la calle” en toda regla.

Pues miren, no. Aun comprendiendo los intereses económicos de sectores como el turismo, los hoteles y la hostelería, no es momento de salvar la Semana Santa. Sabiendo que de ella viven artesanos, vendedores ambulantes, quioscos o tiendas de artículos religiosos, es un plan descabellado. El equilibrio de salud y economía no pasa por abrir a las bravas las fronteras y que vengan miles de personas a ver si, aunque no haya procesiones, el Jueves Santo pueden ver a algún legionario. No hay inmunidad suficiente, los hospitales están colapsados y las tasas, disparadas.

Más allá de la cuestión política, ¿qué tiene que ver esto con los cofrades? La bomba de relojería recaería, esta vez, en nuestras manos si tratan de salvar la Semana Santa. La Navidad, como subproducto del capitalismo, no depende de un colectivo organizado. La semana mayor, sí. La posible apertura de templos y casas hermandad para visitar a las imágenes durante estos días sin procesiones no está en manos del Ayuntamiento o la Junta y, por tanto, el rédito político no peligra. Obispado y hermandades serían los señalados como culpables si se produjese alguna aglomeración cuando la decisión de abrir fronteras y llenar apartamentos turísticos no pasa por ellos.

Los cofrades, resignados un año después de ver la última procesión en la calle, trabajan para buscar una alternativa segura. Las habrá mejores y peores, no lo duden. Se hará para los que están en su día a día y en las contadas ocasiones, pero sin buscar un efecto llamada internacional más parecido a un espectáculo circense que cope minutos en la telebasura. Sin réditos más allá de la supervivencia para poder mantener una estructura que a unos genera beneficios y a otros les reporta una nueva oportunidad a través de las obras sociales.

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