Entre bambalinas

El sembrador y la esperanza

  • Sepan que los frutos los recogerán otros pero que, en estos tiempos, hay que seguir trabajando por los que vendrán

En el triunfo de Jesús a su Entrada en Jerusalén nos reencontraremos.

En el triunfo de Jesús a su Entrada en Jerusalén nos reencontraremos. / LM Gómez Pozo

Como un grito inédito en la pared de la tradición, la Virgen de la Esperanza Macarena amaneció orlada una mañana con la leyenda “A new hope”. De las galaxias más lejanas a reino que no tiene fin. En el limbo entre la ciencia ficción y la inabarcable fe. Perfecto equilibrio inofensivo, genialidad hecha arte. La señal de un final y, a la vez, un principio.

Aun con este invierno de la humanidad, entorpecido por la necesidad de enfrentarnos para distraer la atención, enmudecido por un mal de larga duración que nos desgarró para marcarnos con una cicatriz imborrable, aun así, hay esperanza. Alejada de los augurios proféticos del alcalde del turismo y el negocio fácil de la hostelería parasitaria de precios altos y productos congelados. Del balbuceo dadaísta en San Julián o la nueva ronda de fratricidio cofrade por ocupar el sillón más cómodo. Nada de eso entiende la vida que propone el de Nazaret, que nos vuelve a invitar a reencontrarnos con la luz y el nuevo tiempo de la gloria.

Pasada la octava de Pascua, sentado en el borde del camino, es tiempo de partir. A un sembrador no le corresponde recoger los frutos, porque para eso vendrá el recolector, encargado de dar cuenta de la buena cosecha. Al primero siempre le queda la satisfacción de saber que buscó bien la tierra, pensó cómo debía elegir las semillas, planificó las noches para que las heladas no acabasen con su trabajo y regó con insistencia. Sabía perfectamente que las raíces, invisibles al ojo humano, debían agarrar y mantuvo su promesa de fidelidad hasta que apareciesen los primeros brotes.

Es, en ese preciso instante en el que la tierra se abre para dar paso al verde, donde la esperanza reside. Donde el esfuerzo mereció la pena. Esa misma que reconfortó a los cofrades en los tiempos más difíciles y que no deja de dar enseñanzas hoy. La que consiguió superar los difíciles treinta y los anodinos setenta y ochenta. Una esperanza nueva que llega hoy tras tanto transitado y en el frenazo en seco. Con el dolor de saber que seguimos sin fecha para volver.

Pero es el tiempo de seguir caminando. Aquí acaba una etapa más del viaje que nos invitó a cambiar el sendero y a buscar nuevas formas de entender la pasión que nos desborda cada primavera irremediablemente, donde pasamos del dolor a la gloria porque gran parte de nuestra forma de vivir se concentra en los tres meses más deseados.

Acaba aquí el diario de las revisiones. En él quedaron reflejados muchos compañeros de camino, centenares de fotografías y las vivencias imposibles de escribir en las más largas crónicas y las noticias breves. Las polémicas que traen lágrimas, los Sábados de Pasión eternos. Las carreras para salir pronto porque te esperan. El vacío que siempre queda después de un encierro. Una nueva ventana se abre al mundo y probablemente haya retos que conseguir sortear. Gracias. Que Él siempre nos siga bendiciendo.

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