Lunes Santo

Noche de fe ciega

  • El Cautivo volvió a reunir en las calles dramas cercanos en busca del milagro

  • Crucifixión abrió una tarde con cientos de momentos para la emoción

En el pie derecho lleva su nombre tatuado. Cuatro letras que son su mundo entero, ese por el que vale la pena el sacrificio y la lucha sin tregua. Alan tiene cuatro años y padece leucemia. Y en la noche de la fe ciega su recuperación era el motivo por el que su tía se vendó los ojos, se ató las manos y su madre se encadenó los pies descalzos para seguir a su milagroso Cautivo. Desde las cinco de la tarde, con su túnica blanca para poder ocupar los primeros puestos tras el Señor, esperaba Carmen la salida detrás de una valla. Con su drama a cuestas y todas las esperanzas puestas en la imagen que iba a acompañar hasta la madrugada, la joven tenía la capacidad de acordarse de los demás y llevaba, como otras penitentes, un pececito en honor a Gabriel. "Y también este brazalete negro por Pablo, otro niño de oncología que murió el año pasado", relata con una serenidad que pierde, a ratos, su hermana Vanessa. "Es que el Cautivo es lo más grande", decía entre lágrimas esta vecina del barrio de Portada Alta. Daba igual anoche no haber nacido en la Trinidad, el fervor al Cautivo era como cada Lunes Santo patrimonio de Málaga entera.

Solo había que observar las caras de los congregados en los alrededores de la casa hermandad, en la plaza Jesús Cautivo. Cuando minutos después de las ocho de la tarde, aún de día, hizo su salida, la impaciencia se tornó en emoción, se oyeron aplausos y gritos de guapo, se vieron llantos abiertos y sinceros. ¡Si se supiera abrir tanto el corazón cada día como este Lunes Santo nada sucio tendría cabida!

Unos minutos antes, el cortejo de nazarenos que salieron del cercano colegio Bergamín pasaba por delante de la casa hermandad con las puertas abiertas para que pudieran dedicarle un saludo, una señal de la cruz, una mirada lo más larga posible mientras se detenía frente a Él el paso del cortejo. Luego serían muchas horas precediendo su paso sin llegar a verlo más que a lo lejos. Dentro de la casa hermandad, se congregaban decenas de micrófonos y saludos protocolarios. Pero fuera, el amor verdadero, el de la carne maltratada por las penurias, el de la confianza sin límites ante la necesidad de ayuda era nuevamente la semilla sobre la que cada año germina su nombre. De su penitencia, de su Málaga anónima que lo arropa por enormes mareas humanas sigue preso el Señor de la túnica blanca.

Cuando sonó el himno y la marcha de la banda Jesús Cautivo puso cada vello del cuerpo de punta, cuando los 240 portadores realizaron con soltura y buen hacer la maniobra para emprender la bajada por la calle Trinidad, cuando la María Santísima de la Trinidad Coronada fue mecida al mismo tiempo en el que su Hijo emprendía el recorrido, cuando todo se tornó en blanco Él ofreció su bendición a los que llevaban horas, o quizás toda una vida, esperándole. Con la debida calma y pidiendo sosiego, los responsables de la cofradía fueron abriendo los controles para que los innumerables penitentes se fuesen sumando al cortejo. Quedaba toda la noche por delante. Sería la última en pasar por un recorrido oficial que llenaron de hermosas estampas otras cinco hermandades, la primera de ellas Crucifixión.

Pasadas las tres de la tarde, la banda del Santísimo Cristo de la Columna de Ávila formaba cuando se abrieron las puertas de la casa de la Fervorosa Hermandad de Culto y Procesión del Santísimo Cristo de la Crucifixión y María Santísima del Mayor Dolor en su Soledad. En una de la atalayas de la ciudad, en El Ejido, comenzaba la segunda jornada de la Semana Santa malagueña. Justo a la hora marcada en el itinerario se escuchó la primera campana y en silencio salió el crucificado, hasta que irrumpió el himno y los aplausos de la gente congregada.

Salió con serenidad y elegancia el trono de caoba tallado con sus cuatro velas encendidas sobre lirios y rosas rojas, casi tanto como la piel del Cristo que redime al pueblo desde su sacrificio expuesto en el madero. Arropado por sus fieles seguía hacia la calle Los Negros al encuentro con el cortejo de nazarenos negros que bajaba de la parroquia del Buen Pastor estrenando túnicas miradas con capirote y capa de luto. Los ojos enrojecidos de algunos miembros de la banda de cornetas y tambores ofrecieron el primer signo de emoción del Lunes Santo, donde tantos otros habrían de venir. Y avanzaba poniendo la piel de gallina la imagen humilde aunque plena de significado.

El de ayer no era día de mirar las nubes, todas batidas en retirada tras la jornada inestable del Domingo de Ramos. El claro azul, tan solo empañado por alguna racha de viento, auguraba una tarde perfecta. También en respetuoso silencio fue recibida María Santísima de Mayor Dolor en su Soledad. ¿Mamá por qué ese hombre lleva los ojos vendados?, pregunta un niño. "Es una promesa, un sacrificio para dar las gracias o pedir que el Cristo le conceda algo muy importante para él", le responde su progenitora. La fe, la que los gitanos cantan tras el paso de Nuestro Padre Jesús de la Columna, la que se vive a borbotones tras el Cautivo, la callada y serena de Dolores del Puente es, sin duda, la gran protagonista. La agrupación musical de La Paz tocó una marcha delicada y emocionante para decir al barrio y a Málaga que sus titulares ya estaban en la calle. Y aún lo harían por muchas horas

Con puntualidad absoluta se abrió la puerta de la casa hermanad de la Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Columna y María Santísima de la O en la calle Los Frailes. La cruz guía inició la bajada por la calle Peña tras Crucifixión. A esa hora, pasadas las cuatro de la tarde, la gente completaba la calle, los balcones, los muros de un solar vacío y las aceras en busca de sombra. Las campanillas frenéticas anuncian su salida, igual que el himno y justo después las cornetas y tambores de los Dolores de Álora acompañaron la mecida suave para girar hacia la calle. Con pasos medidos y coordinados a la perfección avanzaba el trono dorado con su manto rojo de flores mientras alguien le grita vítores descarados que se echarían de menos de no producirse en esta salida.

¡Qué se le dice al moreno, guapo, guapo y guapo!, decían los fieles. La banda de Cornetas y Tambores de la Estrella le puso la música pero en cuanto terminó la marcha inaugural la banda sonora espontánea la trajo el palmeo de los gitanos, con manos alzadas reclamando manifestaciones de cariño para su Señor atado a la columna y flagelado. Aunque era un grupo poco numeroso el ruido era suficiente para hacer notar su presencia. Luego llegó su Madre, María Santísima de la O para seguir los pasos de su Hijo cortejado por nazarenos con corona de espinas. Su manto cubrió calle Frailes de rojo intenso mientras un ciclista despistado pasaba por el mogollón con su bicicleta a pulso.

A media tarde, en el patio de los Naranjos, el sonido del agua, la sombra fresca y la potente arquitectura ofrecían un marco inmejorable para esperar la llegada de Nuestro Padre Jesús de la Pasión y María Santísima del Amor Doloroso a su estación de penitencia en la Catedral. Por la calle Santa María llegaba el cortejo anunciado por los tambores de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Almogía. La entrada al templo se tiñó de morado, de seriedad y devoción, de cirios color vino y esparto. Se pidió silencio cuando se intuyó la silueta del Nazareno portando su cruz ayudado por el Cirineo. A punto de hacer la maniobra y subir la pequeña rampa de acceso al templo portado por hombres de perfil cubierto despertó el interés de todos los presentes. El acompañamiento musical fue valorado y aplaudido por el público, totalmente respetuoso, en silencio. La escena era sobre cogedora. Después entraría la Virgen, una talla del siglo XVIII atribuida a la familia Asensio de la Cerda. Igual de bella fue la estampa del palio junto a los naranjos, poco antes de realizar el víacrucis. A las seis y media de la tarde el manto verde de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, la Virgen de la cofradía de Estudiantes, entraba en la plaza del Obispo. Allí ya la esperaba el Santísimo Cristo Coronado de Espinas para el acto que se le realiza cada año desde el atrio de la Catedral, adelantado este año una hora después de su salida de la calle Alcazabilla.

En Santo Domingo se completaría la jornada. A la misma hora que el Cautivo, la Antigua Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón y Nuestra Señora de los Dolores Coronada, Dolores del Puente, hacía su salida desde la iglesia y en la plaza Fray Alonso de Santo Tomás, como cada año, se hizo el recogimiento. Del grito al rezo callado, todo cupo en una tarde pletórica.

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