Semana Santa

Viernes Santo de luz y tinieblas

  • La lluvia volvió a convertirse en protagonista: dejó en San Felipe a Servitas, mandó de vuelta a sus templos a Amor, Sepulcro y Piedad, obligó a Monte Calvario a pasar la noche en la Catedral e hizo vivir momentos amargos al Santo Traslado.

La crónica del Viernes Santo es la de dos días en uno: el primero, radiante, luminoso, anticipador de un agradable veranillo; el segundo, lluvioso, frío, gris y contrario a cualquier tipo de manifestación religiosa en las calles. Ambos acontecieron y ambos causaron sus efectos: las calles repletas durante la tarde con la ciudad volcada y dispuesta a no perderse el paso de sus imágenes; y los regresos, el desorden, la incertidumbre, algunas estampidas y la frustración cuando, a partir de las 22:00, se constató que la amenaza de lluvia era algo más real que una mera posibilidad. El balance se saldó de este modo: Servitas se quedó sin salir en San Felipe; Amor, Sepulcro y Piedad volvieron a sus templos antes de incorporarse al recorrido oficial; Monte Calvario pasó la noche en la Catedral; y Dolores de San Juan, Descendimiento y Soledad de San Pablo lograron completar sus itinerarios aunque no sin dificultades, especialmente la última.

De alguna forma, durante la jornada terminaron cristalizando las constantes que han venido repitiéndose desde el Domingo de Ramos: la sucesión de predicciones meteorológicas cambiantes a cada rato, la necesidad de tomar decisiones a cara o cruz sin demasiados argumentos y la urgencia, a menudo revestida de improvisación, ante la materialización de los peores augurios. Cuando a las 16:00 la procesión de Monte Calvario plantó la Cruz Guía en la Basílica de la Victoria, las previsiones mantenían lo que se venía apuntando desde el jueves: la probabilidad de lluvias débiles a partir de las 22:00. Pero ante un día caluroso y espléndido como el que acontecía, parecía improbable que en sólo unas horas los chubascos llegasen a ser de consideración. Así que Dolores de San Juan lució el nuevo trono del Santísimo Cristo de la Redención, el Descendimiento asomó en el Hospital Noble en conmemoración del 25 aniversario de la bendición de su grupo escultórico, Soledad de San Pablo volvió a ser patrimonio de la Trinidad, el Amor entonó el 'Ubi caritas' en Fernando El Católico, la Piedad tomó en pulso a un barrio del Molinillo atestado y el Sepulcro volvió a encoger los latidos en una Plaza de la Merced enmudecida al son de los tambores sordos. Pero a las 22:00, las previsiones se hicieron más crudas: la probabilidad de lluvia a partir de la madrugada aumentó hasta un 80% con chubascos no ya débiles, sino moderados. Hubo, entonces, que actuar sobre la marcha. Y con ello, lo que prometía ser un Viernes Santo espléndido quedó, nunca mejor dicho, pasado por agua.

Cuando cayeron las primeras gotas, Monte Calvario se disponía a cumplir la estación de penitencia en la Catedral y allí decidió pasar la noche cuando el chaparrón no dejó lugar a dudas. Dolores de San Juan y Descendimiento culminaron sus recorridos sin problemas aunque a un ritmo mayor del previsto para evitar males mayores. Al Santo Traslado le cayeron las primeras gotas en el recorrido oficial, que decidió completar a pesar de que pudo haber dado la vuelta por Martínez. Lo peor, sin embargo, ocurrió de vuelta a la casa hermandad a la altura de la Tribuna de los Pobres, cuando la lluvia arreció y se vivieron momentos verdaderamente amargos ante la exposición de las tallas bajo la inclemencia. En Tejón y Rodríguez llegaron a coincidir de vuelta Amor, Santo Sepulcro y Piedad, de cuya salida se llegó a dudar dada la confirmación de las peores previsiones: las dos primeras decidieron regresar desde Carretería y la tercera desde Ollerías. La salida de Servitas se suspendió finalmente: en su lugar se celebró una ofrenda musical a la Dolorosa en la misma puerta de San Felipe. Y con ello quedó culminado un Viernes Santo que fue sueño y pesadilla, luz y tiniebla. Quizá, al fin y al cabo, lo más apropiado para recordar la muerte de Cristo en la Cruz.

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