Una devoción a la Esperanza abrumadora
La Virgen malagueña procesionó triunfante por la ciudad del Tíber, que ni bajo la lluvia se quedó sola
Una Roma sin calor para el triunfo del Cachorro y la Virgen de la Esperanza

Esperanza esperaba en brazos de su abuela que la Virgen pasara frente a ellas. La pequeña tiene la edad suficiente para que, el día de mañana, este sea el primer recuerdo que tenga de su Virgen. La mayor que la sostenía en brazos miraba, emocionada, como la infanta observaba con curiosidad cada escena que sucedía ante sus ojos.
Los "vivas", los "guapa", los "te quiero". Todo iba arrancándose de las gargantas de los malagueños cuando los hombres de trono paseaban a la Virgen de calle Hilera por un escenario inusual. Esta vez, Roma era testigo de la devoción de Málaga. La historia se escribía con tinta de oro y olor a romero en una procesión que, a buen seguro, será imposible de olvidar, y abarrotara las sobremesas eternas en las casas de los vecinos de la Hermandad.

Al llegar al Coliseo, hasta la mayor inmensidad se hizo pequeña. "Así se cogen las curvas en Málaga", gritó uno de los espectadores que, sin poder evitarlo, derramaba lágrimas por sus mejillas a la par que sostenía con fuerza la medalla que con tanto orgullo portaba a su pecho. Él, a diferencia de la pequeña Esperanza, ya peinaba alguna cana, pero este será uno de los mayores recuerdos que guarde junto a la dueña de sus oraciones.
Francisco de la Torre fue otro de los protagonistas de la jornada. El alcalde fue recibido durante el tránsito de la procesión a gritos, palmas, "¡alcalde, alcalde!", se escuchaba a son a los miles -muchos, muchísimos- malagueños que se agolpaban en las zonas delimitadas para poder disfrutar de la magna procesión que habían creado en la ciudad del Tíber. El máximo autoritario del Ayuntamiento, por su parte, se acercaba a todos aquellos que pudiere para tenderles su mano. Málaga, entera, los que han venido y los que no, estaban hoy presentes tras el manto de la Esperanza.
Los hombres de trono también han jugado un papel maratoniano en las más de 7 horas de procesión. Era impresionante ver como atravesaban las cuestas que la ciudad les ponía por delante. La inmensidad del trono impactaba a romanos, turistas y sevillanos, que esperabas tras ver pasar al Cristo de la Expiración para ver -posiblemente, por primera vez- uno de los mayores símbolos de la idiosincrasia malagueña. Entre la multitud, uno de los espectadores aseguraba que "sin duda, la Virgen ha arrasado con la procesión".
La maldita lluvia se encargó de aguar, nunca mejor dicho, el final de la procesión. Una fuerte tromba de agua aterrizó en la ciudad bien entrada la tarde. Antes, no obstante, ya hubo un leve chispeo que alertó a los hermanos de todas las corporaciones participantes. Sin embargo, la Esperanza hizo lo propio: avanzar con la elegancia y fuerza que le representa. Hubo un momento que se quedó sola. Roma entera a sus pies. ¡Qué imagen! Una estampa que, pese al momento, quedará para el recuerdo de todos los que tuvimos la suerte de verla.
La devoción que arrastra la Esperanza es abrumadora. Como sevillana, la Esperanza es una parte imprescindible. Es el sostén donde en la ciudad nos agarramos cuando algo va mal, y cuando algo va bien. Es la certeza de que todo pasará como tenga que pasar, que será como Ella quiera. En Sevilla, la Esperanza es nuestro padre, nuestra madre, la mirada de nuestros hermanos y de nuestros mayores. Por ello, ver que a un puñado de kilómetros de la ciudad, en Málaga -y en Roma- el sentimiento es el mismo es un motivo más para volver a casa con la certeza de que, en esta vida, a nadie debe faltarle jamás la Esperanza.
Todo se ha consumido. En abril hizo un año de aquel cabildo que, por unanimidad y con bastante brevedad, aceptó la invitación del Papa Francisco para venir a la Gran Procesión. Hoy, la Esperanza ya aguarda a la espera de emprender el camino de vuelta a su casa. En Málaga todos la esperan. Roma olía a romero y retumbaba "¡guapas!". Sin duda, un día para la historia.
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