Una jornada plena con Patrocinio bajo palio
La Dolorosa realizó su primera salida procesional desde San Felipe Neri
Pollinica reescribe el inicio de la Semana Santa bajo la luz radiante de un cielo despejado
Radiante y completo se vivió ayer el Domingo de Ramos, una jornada pletórica que hizo olvidar los llantos del año pasado, las decisiones difíciles, las medias vueltas, la lluvia calando túnicas e imágenes protegidas con plásticos. Fue el día del reencuentro cofrade, el del traje y los vestidos nuevos, el de disfrutar de la primavera en toda su esencia. La primera salida procesional de la Virgen del Patrocinio fue la nota destacada de un magnífico arranque de la Semana Santa.
POLLINICA
La mañana estaba fresca y nublada pero grupos de hombres se arremangaban colocando sillas con ritmo intrépido en el recorrido oficial. Las calles estaban semidesiertas a la hora del desayuno. Se veía a algún turista deambulando con su maleta, mirando desorientado los letreros. El ambiente estaba en las churrerías y, por supuesto, en los alrededores de San Felipe Neri, donde a la hora señalada las palmas salieron de su templo en busca de su Señor, amarillas, resplandecientes para anunciar la entrada en Jerusalén.
Dentro de la casa hermandad se escuchó una saeta y unos vítores para animar a sus portadores. Un escalofrío recorrió las extremidades cuando la banda de cornetas y tambores Santa María de la Victoria entonó la marcha, la primera de esta Semana Santa que siendo la misma será única. El trono, con la misma dulzura que el rostro de su Titular, hizo la maniobra para encontrarse en la calle Parra con su Málaga. Y hasta el sol quiso saludar su presencia con rayos que escapaban de la masa gris.
La cofradía estrenaba parte del dorado del trono del Señor, en los arbotantes y la crestería. También las túnicas de hombres de trono en ambas secciones y ocho candelabros pequeños en el tren de velas diseñados por Jesús Castellanos. Más de 800 nazarenos desfilaron en el cortejo, por lo que el Hijo ya no se veía cuando preparaban la salida de su Madre. Nuestro Padre Jesús a su entrada en Jerusalén ya se intuía en la calle Ollerías cuando dentro de la casa hermandad se tocaron las primeras campanas del trono de María Santísima del Amparo. Hecho el silencio, tan solo el tintineo de las barras del palio acompañaban su avance. La corneta anunció la salida del altar de plata decorado con flores blancas y rosas amarillas. El manto verde lució su bordado en plata reluciente y la Banda de la Esperanza tocó tras Ella para honrar su paso. Con la Virgen en la calle comenzaba la Semana Santa de 2017.
LÁGRIMAS Y FAVORES
Se respiraba en San Juan el nerviosismo propio de la mañana de Domingo de Ramos que se vivía. Tras la lectura de la Palabra, un vaivén de capirotes verdes, túnicas cremas... y el momento. Los hermanos unidos mientras entonaban a un mismo son el himno de la Virgen de Lágrimas y Favores. Las cámaras enfocaban a Antonio Banderas y un balanceo a compás culminó con abrazos y la apertura de las puertas para, acto seguido, recuperarse la seriedad dentro del templo.
Resonaba en la calle la música de la banda de cornetas y tambores de la Cofradía cuando el cortejo, formado por un nutrido grupo de nazarenos, comenzó a marchar. En el interior de la iglesia, la banda del Arrabal de Carmona interpretó Salve, Madre de la Salud y Reina de San Juan, enfilando el portón principal. El solo de flautín únicamente se rompió por las voces de los capataces, que daban las indicaciones correspondientes, y el choque de las barras de palio con las bambalinas. En el dintel de la puerta, la voz de Diana Navarro acompañó a la mecida larga del trono que culminó con una cerrada ovación.
Tras la maniobra de salida, en la que tuvieron que salirse los hombres de trono de los varales exteriores, sonó la Marcha Real. El terciopelo verde del palio relució con los rayos del sol al enfilar calle Calderón de la Barca, continuando la procesión hasta el encierro según lo previsto.
HUMILDAD Y PACIENCIA
Abrir la tarde del Domingo de Ramos es, tras el receso dedicado para reponer fuerzas, una responsabilidad. Mientras el centro histórico se despereza, la hermandad de Humildad y Paciencia gana enteros por las calles por las que transita. Venir desde Cruz del Humilladero no pesa a esta corporación que, en apenas tres años -uno truncado por la lluvia- ha sabido hacerse un hueco en la primera jornada de la Semana Santa.
Vienen a sumar. A su paso por una Tribuna Oficial con el aforo reducido, todo el cortejo supo guardar el orden y la compostura. No importa que el número de nazarenos esté aún en crecimiento o la corta edad de muchos de sus miembros, han sabido crear su sello y dejarlo patente en la calle. El Santisimo Cristo de Humildad y Paciencia pasó por la plaza de la Constitución a los sones de la banda de cornetas y tambores del Carmen con la marcha Ego Sum Lux Mundi, realizada por Sergio Pastor y de estreno en la jornada.
Unos minutos más tarde llegaba, entre las notas de la banda de música Nuestra Señora de la Estrella, de Córdoba, la Virgen de Dolores y Esperanza. Málaga supo corresponderle con aplausos, sabedores de la distancia que habían recorrido hasta llegar al enclave céntrico. Un lujo es ver el exorno floral basado en rosas y calas blancas.
Con una Tribuna algo más completa, aunque aún por debajo de la mitad de su capacidad, la imagen se alejó por calle Granada recuperando el ritmo para buscar Molina Lario y volver, con paso decidido, a su barrio.
HUMILDAD
A la hora señalada la cruz guía ya enfilaba la rampa de la plaza del Santuario de la Victoria. Sus túnicas blancas anunciaban la pronta presencia en las calles del Santísimo Cristo de la Humildad en su Presentación al Pueblo (Ecce-Homo) y Nuestra Señora de la Merced con San Juan Evangelista. La plaza ya estaba llena de parroquianos cuando sonó la campana y la banda de cornetas y tambores de la Esperanza entonó la primera marcha. Con elegancia y cadencia firme los hombres de trono fueron salvando el desnivel del suelo y sonaron los primeros aplausos.
Los cirios aún apagados bajo una suave brisa acompañaban la cuarta salida de la jornada dominical, la que serviría de puente entre la mañana y la tarde. Se había despejado el cielo, todo era luz para acoger al Señor ya preso y azotado. "Vamos la cabeza un pasito a la derecha", decía el capataz para guiar al precioso conjunto escultórico, que dejaba atrás la Basílica en su camino hacia el encuentro con la ciudad. Con el paso bien marcado por los tambores avanzaba sin muchas pausas.
La chiquillería con faraona anunciaba justo detrás el inicio de la sección de la Virgen, que este año estrenaba saya y corona además de la marcha Merced Mater Domina de Pedro García Albarracin. Cuando el Señor ya estaba en el Compás de la Victoria, el palio burdeos de su Madre ya salía del santuario. Y con las cabezas de varal fuera la banda Eloy García comenzó a tocar mientras los portadores sujetaban con esfuerzo el peso sobre los hombros que imponía la pendiente.
El frontal de palio bordado en oro resplandecía junto a los varales repujados en plata y la corona nueva. El resto, de terciopelo inmaculado. Las caras de esfuerzo de los hombres daban cuenta de lo complicado de la bajada hasta la plaza. Pero, una vez en ella, ya estaba en la calle para vivir un nuevo Domingo de Ramos.
HUERTO
Contemplar a la archicofradía del Huerto en cualquier punto de su recorrido es darse de bruces con la propia historia de la Semana Santa malagueña. La esencia radica en las que quizás sean las dos mejores tallas como conjunto en las Sagradas Imágenes. El Señor, sobre monte de corcho y frisos de claveles en los dos niveles de su trono, muestra la soberbia expresión de desesperación en el rostro que realizase Fernando Ortiz.
La doble curva en la salida del recorrido oficial supo a gloria. El trono, muy entero para el peso que soportan los portadores, realizó este tramo con la agrupación musical Cautivo de Estepona y su imponente olivo bandeando calle Calderería arriba. Los nazarenos, por su parte, mantuvieron su nutrida presencia delante y detrás de la escena de Getsemaní.
La Virgen de la Concepción, por su parte, destacaba con la luz del atardecer en calle Larios, haciendo sombra a La Equitativa que, altiva, la observaba desde el final de la calle. Sin mayordomos, los portadores del trono hicieron suyos los pasos de la Dolorosa para conseguir el apoyo del público. No necesitaban más guía que su fe. Las campanillas del palio repicaban mientras el sol devolvía su reflejo en la pedrería del manto. Una de las mejores notas de la jornada quedarán con la estética de la imagen, vestida de tules que aportaban luz en su rostro y con la media luna bajo sus pies en recuerdo de la Inmaculada.
SALUD
El mismo sol de otros años caía con justicia en una plaza desnuda de sombra, frente a la iglesia de San Pablo, en plena Trinidad. El mismo de otros Domingos de Ramos tan distintos al del pasado año, acaloraba a una multitud que iba creciendo a las cuatro de la tarde, 15 minutos antes de la hora señalada en el itinerario. La verja de hierro aún estaba cerrada, la puerta también y los primeros de la fila se atrincheraban en sus posiciones, buscando algún refugio para sus cabezas. Todos esperaban la ajustada salida de su templo del Santístimo Cristo de la Esperanza en su Gran Amor y María Santísima de la Salud.
Con absoluta puntualidad los nazarenos de túnica blanca llamaron a la puerta y se pidió silencio. En el interior, ya con las hojas abiertas, se escuchó a la banda de cornetas y tambores de la Salud, que iniciaron la procesión tras la cruz guía. Capirotes morados portando ceras amarillas conformaban el cortejo que este año estrenaba el equipo de dalmática para acólitos y la marcha En tu mirada de Esperanza de F. Trujillo. El mayordomo ponía orden a la salida de los penitentes y dentro se percibían las velas del primer crucificado de la Semana Santa malagueña. La maniobra de salida sería complicada, como cada Domingo de Ramos.
Diez minutos después de iniciarse el cortejo resonó la primera campana y se pidió silencio en una plaza que se resistía a callar. Le quitaron las patas al trono y los portadores de los puestos exteriores se colocaron en el lateral del templo. Sus compañeros, de rodillas hicieron que la cruz bajara lo suficiente como para poder rebasar el dintel de la puerta. "Más despacio", pedía el capataz. A escasos centímetros del techo salió la cruz y lo más complicado ya había pasado. La suave saeta de la banda Vera+Cruz de Campillos le puso aún más emoción al momento y los hombres miraban emocionados el rostro de su Cristo ya en el umbral de su templo.
Tras levantar las rodillas del suelo, sacaron a brazas el resto del trono, sin mecer, con extrema cautela. Sobre señales de la cruz y palmas, el trono dorado bañó de fervor la Trinidad. Tras la maniobra, hizo su primera parada en la plaza. Los capirotes burdeos abrían la sección de la Virgen con el reguero de campanillas de su guardería. Media hora después salía María Santísima de la Salud con un esfuerzo aún mayor de sus 150 portadores. Esa medida maniobra que causa admiración entre los espectadores, ávidos de atesorar momentos espectaculares. Una vez atravesada la puerta se desplegaron los arbotantes y siguieron avanzando con cautela acompañados por la banda de música Nuestra Señora dela Paz. El trono de la Virgen, adornado con flores blancas y rosa pálido, estuvo seguido de cerca por penitentes, algunos de ellos con los ojos vendados.
DULCE NOMBRE
Desfilaba, después de la ausencia del año pasado, por la Alameda Sur la cofradía de Dulce Nombre en una nueva posición dentro de la jornada del Domingo de Ramos. El orden y la seriedad del cortejo nazareno quedó evidenciado en cada una de las secciones, desde el tramo de infantil hasta el grupo de ciriales y acólitos.
El trono del Señor estrenaba dos soldados de la guardia judía y un perro, obra de Antonio Bernal, autor de los Titulares. El can, sin pertenecer a ningún pasaje evangélico, supone un guiño a los orígenes franciscanos de la hermandad. Quedaba de esta forma completada la escena que representa el momento de la negación de San Pedro. El friso delantero iba exornado con rosas rojas, lirios y romero.
En la campana, un lazo rojo en el que se podía leer: "Oración por los cristianos perseguidos". Tras la sección del Cristo, la banda de música de la Trinidad Sinfónica y la cruz parroquial escoltada por dos ciriales. La Virgen estrenaba la marcha "Dulce Madre de Dios", de Manuel López. Este año, la Titular Mariana recuperaba las rosas blancas y nardos, creando un conjunto más armónico y discreto que el año anterior. Tras pasar por el recorrido oficial, se adentró la Cofradía en el entorno de Casapalma y Álamos buscando el encierro.
SALUTACIÓN
En la plazuela Santísimo Cristo de la Sangre se congregaba un público expectante que esperaba la salida de Salutación. Tras diez minutos de retraso, las puertas de San Felipe Neri se abrían y los nazarenos vestidos de blanco en absoluto recogimiento avanzaban. Un contraste absoluto con lo que unos minutos antes acontecía en el encierro de la casa hermandad de Pollinica. Resonaban con cierta timidez los toques de campana en el interior del templo y las notas musicales de Triunfal y Nazareno de Salutación. El bullicio se convirtió en silencio cuando el arco de campana asomó por el portón. Los hombres de trono de los varales exteriores abandoran sus puestos para evitar entorpecer la maniobra de salida.
Una vez en la calle, el trono comezó a mecerse; desde el Museo del Vidrio se interpretó una pieza coral acompaña de órgano. Dubé de Luque, autor de los Titulares, fue el encargado de pintar este año el paño de la Verónica. La agrupación musical El Rescate de Linares interpretó Presentado a Sevilla mientras el Nazareno de Salutación se perdía por calle Parras. Los nazarenos de la sección de la Virgen comenzaban a desfilar por primera vez.
Tras una milimétrica salida, en la que las macollas casi rozan el dintel de la puerta, el trono comenzó a mecerse al compás de un fortísima ovación cerrada, en reconocimiento al trabajo de la Hermandad. María Santísima del Patrocinio procesionó sobre un trono que se encuentra en la primera fase de la carpintería, acompaña de San Juan, y bajo palio de terciopelo burdeos. Claveles rosa con tiralíneas completaban el exorno flora. Se alejaba de su sede entre vivas y aplausos, pisando por primera vez las calles de una feligresía que ha esperado este momento más de 30 años.
PRENDIMIENTO
Calle Ollerías se hace pequeña al paso de esta corporación nazarena. A pesar de su extensión y amplitud espacial, Prendimiento abarca todas sus dimensiones cuando se encamina al centro histórico. Las campanillas avisaban por Eduardo Ocón la llegada inminente de la cabeza de procesión, donde la banda de cornetas y tambores de Bomberos evidenciaba el carácter tradicional, por el que casi no pasa el tiempo, de esta Hermandad.
Entre sus filas de nazarenos se hacía esperar la llegada a calles más anchas, dado que el público se impacientaba, especialmente entre los más pequeños. Los cirios, aún inmaculados, no daban la preciada cera. Sin embargo, el consuelo llegaría en forma de estampa cuando los pequeños monaguillos preguntaban, con una sonrisa en la cara, si se quería el recuerdo en papel.
Jesús del Prendimiento volvía a ser traicionado por Judas Iscariote en un conjunto que pasaba a tambor largos tramos de la vía que da acceso al centro. El Señor lució la túnica y el manteo en color blanco creando contraste con la escena que, a sus espaldas, seguía pasando.
Las mantillas, lejos de estar en tiempo y forma correctos, antecedían a ambos tronos bastón en mano. La Virgen del Gran Perdón avanzó frente a la sede de la Cruz Roja con la marcha Virgen del Amor Doloroso de Eloy García. El exorno floral era comentado por el contraste de tonos rosas y blancos, mejor en los laterales que en el propio frontal. El público supo darle a la corporación lo que necesitaba, con aplausos para levantar aún más el ánimo, aún intacto, con el que llegar a Carretería.
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