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Ni Reyes desatasca una fuente seca

  • Al Sevilla le dura el fútbol lo que las fuerzas al utrerano, cuya insistencia no zanjó la pertinaz sequía de goles · El derbi llega con Marcelino en el ojo del huracán, entre broncas con la afición y sin Kanoute

La pitada final y el "Sevilla, échale huevos" con que la grada quiso animar a los suyos ante el derbi no es suficiente para José María del Nido mande a hacer puñetas el proyecto destituyendo a Marcelino. La mala dinámica continúa y el ambiente se ha puesto feo tras la bronca que hubo entre aficionados y jugadores en la puerta de Los Lebreros. El empate es una agarradera para el asturiano antes de un derbi que sí puede ser decisivo, para bien o para mal.

Con Jesús Navas terminando poco de lo mucho que empieza; con Perotti sin salir de su lesión; con Rakitic como si aquello no fuera con él; con Negredo sin apenas ponerse de gol; con Kanoute en un quiero y no puedo propio de la edad; con Manu contagiado de una falta de maldad de cariz monjil; con un entrenador que no sabe qué hacer cuando la idea de correr y presionar se agota… Con todos esos factores negativos el Sevilla va a afrontar un derbi en el que el favorito inopinado es el Betis, algo impensable cuando Marcelino despertó un eufórico ambiente en verano. Y con todo eso se ha topado Reyes nada más llegar y pensará que adónde ha llegado. ¿Es para tanto lo que está sucediendo en torno al Sevilla? El derbi, que llega con el ambiente muy crispado, sin Kanoute por sanción y con Marcelino en el ojo del huracán, pues a muchos aficionados no les vale la justificación de la sequía de goles, será más crucial que nunca.

Ayer las sensaciones, por encima del resultado de nuevo, duraron lo que le duraron las pilas a Reyes. El Sevilla de la hora es o Reyes o nada. El sevillismo se agarra al utrerano como la única espita de esperanza. Y a decir verdad, ayer casi el único fútbol de verdad salió de sus botas, incluido aquel disparo de rosca en el minuto 89 que el sevillismo cantó en un exagerado y resignado "¡huy!", poco después de que Perotti lanzara fuera la única oportunidad clara de la segunda mitad, a centro de Cáceres tras otra jugada de… Reyes. La plantilla del Sevilla, a día de hoy, parece tener un potencial ofensivo sobrevalorado: mucho más nombre que efectividad.

Hasta ocho intervenciones del utrerano durante la frenética primera mitad debieron tener una mejor finalización en ataque. La última de ellas, en el minuto 40, fue como el hermoso colofón a la disertación de su fútbol caro, vertical y con mala uva. Desde la derecha lanzó un centro con el exterior de su pie izquierdo buscando a Negredo en el segundo palo, pero la volea de éste salió desviada. No era la primera vez que el Sánchez-Pizjuán coreaba su nombre.

Su primera aportación ante el marco contrario fue en el minuto 16. Pudo ser un precioso homenaje a Puerta: centro de Jesús Navas y volea de media chilena de Reyes que salió cerca de una escuadra. A su son, el Sevilla es más eléctrico, más dinámico y vertical. Y no sólo por las rápidas conducciones, sino por su clarividencia para ver el fútbol en donde el balón quema.

Poco después de su primer intento, en pleno arrebato blanco, el utrerano le sirvió un gran balón a Manu en la frontal: minuto 18, empalme del jiennense cerca de la escuadra otra vez. En el 32 realizó un eslalon en diagonal y se plantó en la frontal, pero Manu no vio el pase que le brindó de cuchara. "¡Reeeyes!", tronó Nervión, agarrándose al utrerano como la gran esperanza. En el 36, otro magnífico servicio del mediapunta, esta vez a Jesús Navas, quien optó por disparar escorado. Otra ocasión al limbo. Y en el 36, otro balón de oro a Manu, que se lo dejó atrás ante el meta. Quizá no eran ocasiones muy, muy claras de gol, y hubo otras en las que no participó . Pero aquello recordaba demasiado al día del Valencia, en una versión incluso mejorada gracias a la omnipresencia de Reyes y a la fe de todo el equipo en ir a presionar como posesos.

Pero, como el día del Valencia, aquello se fue viniendo abajo conforme el equipo y Reyes perdían fuelle. El Sevilla mereció más, pero también es verdad que sólo genera fútbol a base de las correrías del utrerano, o de Jesús Navas. Carreras y más carreras y sólo algún balón clarividente del primero de los dos canteranos. El fútbol es mucho más que correr hasta extenuarse. Por eso, el aficionado está enfadado con Marcelino. El derbi decidirá su suerte, o no.

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