El sábado 27 de octubre será la hora de atrasar nuestros relojes una hora y así adaptarnos al horario de invierno.

Este cambio horario de verano a invierno se produce el último domingo de octubre en toda Europa, de acuerdo a la Directiva Comunitaria del Cambio de Hora, que es de obligado cumplimiento con el objetivo de lograr un ahorro energético, aunque esto podría cambiar antes del año 2020. 

Esta medida no solo se adopta en España, sino que se lleva a cabo en unos 70 países en todo el mundo.

Cómo nos afecta el cambio de hora

Aunque a pueda parecer que atrasar el reloj una hora no se nota en nuestro día día a día, puede influir en nuestra salud. Nuestro cuerpo, que prefiere la rutina y el equilibro, le cuesta adaptarse a cambios tan bruscos.

Está comprobado que, con este cambio, se produce menos melatonina, que es una hormona que facilita el sueño y regula los estados de vigilia dependiendo de la luz solar.

También puede provocar una mayor sensación de cansancio al levantarse porque aún no ha amanecido. Los efectos del cambio de horario en invierno comienzan entonces por problemas para conciliar el sueño y, en consecuencia, ser víctimas de una sensación continua de cansancio, sensación de irritabilidad o cambios en el estado de ánimo.

La costumbre de atrasar el reloj en hora en invierno y adelantarlo en verano comenzó a utilizarse de forma generalizada en el año 1974 para aprovechar mejor la luz del sol y así consumir menos electricidad, tras la primera crisis del petróleo.

Sin embargo, los expertos creen que este cambio responde más a una decisión política europea. Según los datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el potencial de ahorro en iluminación con el cambio horario podría llegar a los 300 millones de euro, de los cuales, 90 millones serían de los hogares españoles, (lo que se traduce en un ahorro de 6 euros por hogar) y 210 millones restantes se ahorrarían en los edificios del Terciario y en la Industria.