Crónica negra española
El trágico caso de Hildegart Rodríguez: genio y locura en la España del Siglo XX
Era sábado, 9 de octubre de 1999, cuando Rocío desapareció en la Costa de Sol, concretamente en Mijas (Málaga), donde vivía junto a su madre y hermanos.
Estudiaba Magisterio y entrenaba en el equipo de fútbol de su universidad. Era la pequeña de tres hermanos, hija de madre andaluza y padre holandés.
La tarde que desapareció Rocío se había despedido de su madre en torno a las 17:00 horas porque había quedado con su chico, Toni. Según le había contado, pasaría la tarde con él y luego volvería a ducharse para irse con sus amigos a la feria de Fuengirola. Pero no regresó.
A las 22:00 la madre se preocupó por no verla aparecer pero intuyó que se habría quedado a dormir en casa de Toni y habría decidido no ir finalmente a la feria.
Conforme pasaban las horas la preocupación de la madre aumentaba y a primera hora de la mañana del domingo, le pidió a su hija Rosa, de 22 años y hermana de Rocío que se acercara a casa de Toni. Éste le comentó que estuvieron juntos hasta las 21:30 horas y que posiblemente se hubiera marchado después a Fuengirola y estuviera en casa de alguna amiga.
La casa del chico y la de Rocío estaban separadas por apenas 500 metros pero el camino entre ambas viviendas estaba muy mal iluminado.
Su madre, Alicia, comenzó a inquietarse al no saber nada de su hija y salió a dar un paseo con su actual pareja, Juan, para que le diera el aire. En el camino ambos vieron manchas de sangre que atribuyeron a la matanza de algun animal, pero unos metros más adelante encontraron unas zapatillas de deporte blancas y un calcetín que se parecían a las de su hija.
También encontraron un pañuelo impregnado de sangre y cada vez charcos más grandes. Junto a ellos, las huellas de unas ruedas de neumático. La madre se asustó al pensar que la sangre podría ser de su hija y llamó de inmediato a la Guardia Civil que recogió muestras.
Junto a las marcas había un cigarrillo que tenía ADN de un hombre pero cuya identidad no estaba registrada en su base de datos. Los resultados fueron claros: la sangre pertenecía a Rocío Wanninnkhof.
Los investigadores, en menos de 24 horas, dieron por muerta a la chica basándose en la evidencia de que, al perder tanta cantidad de sangre, difícilmente habría podido sobrevivir.
Un taxista contó, además, que esa noche había dejado a unos clientes en la zona y que vio un coche todoterreno parado y escuchó un grito desgarrador, pero no supo qué hacer y se marchó.
A pesar de las numerosas batidas que se hicieron con más de 1000 voluntarios para dar con la chica, no consiguieron encontrarla en las inmediaciones de su casa. Rocío trabajaba esporádicamente como canguro para una familia inglesa muy acomodada que llegó a ofrecer 10 millones de pesetas a quien diera alguna pista sobre la joven, pero nadie se pronunció al respecto.
Su madre seguía con la esperanza de encontrarla con vida y, por eso, cada vez que salía a buscarla, llevaba un bocadillo consigo por si la encontraba desfallecida.
El 2 de noviembre del mismo año, unos trabajadores encontraron un cuerpo en muy mal estado en una finca perteneciente al restaurante El Rodeíto, situado a más de 30 kilómetros de donde desapareció Rocío.
El cuerpo estaba en tan mal estado que los agentes creyeron que hacía más de seis meses que la persona que tenían delante había muerto porque solo quedaban huesos.
Sin embargo también encuentraron indicios de que podría tratarse de la joven desaparecida. Aun así los investigadores intentaron calmar a la familia y le dijeron que casi con toda seguridad no se trataba de Rocío.
La Guardia Civil llegó a elaborar hasta tres informes sobre cómo se encontraba el cuerpo cuando lo hallaron y esto provocó mucho ruido en los medios de comunicación, que daban informaciones contradictorias. Hoy se sabe que el cuerpo se encontró sin ropa y esqueletizado, con una posición poco natural, ya que tenía las piernas muy separadas. Los investigadores consideraron, en aquel momento, que dejaron así el cuerpo a propósito.
Junto al él había dos bolsas de basura de tamaño industrial en las que aparecía dibujado el número 8. En su interior encontraron objetos personales que la hermana de la desaparecida identificó, entre los que estaba una camiseta de Nike blanca que había señalado la madre que llevaba puesta el día de los hechos. También había, al lado del cadáver, una pegatina que elaboraron para los voluntarios en la búsqueda de la joven.
El dueño del restaurante en el que apareció el cuerpo contó a los agentes que no había visto nada extraño en su finca, sin embargo comentó que, tiempo atrás, unas personas se habían interesado por su restaurante, querían comprárselo. De hecho, eran miembros de la familia de Rocío.
Dado que de la joven solo quedaban sus huesos no se pudo determinar la causa exacta de su muerte ni si la agredieron sexualmente. Sin embargo, por la ropa que encontraron supieron que recibió ocho puñaladas por la espalda y una en el pecho.
La lógica los llevó a pensar que la puñalada del pecho fue la primera. Después se dio la vuelta, empezó a correr, según creen los forenses, y mientras era perseguida la atacaron por la espalda.
Entre los sospechosos estuvieron la pareja de Rocío, el tío de la joven ya que vivía muy cerca del restaurante en el que fue encontrada y Dolores Vázquez, una mujer que fue pareja de la madre de Rocío, de Alicia, durante más de 10 años y que convivió con sus hijos.
No se encontraron indicios contra los dos primeros pero sí se persiguió mas de cerca a la expareja de Alicia. Los investigadores siempre mantuvieron la idea de que el autor o autora del asesinato era alguien muy cercano a la familia.
De hecho, creían que la posición en la que habían dejado el cadáver de Rocío, con las piernas tan abiertas, se debía a que quisieron simular una agresión sexual para despistar a los investigadores.
En septiembre del año 2000 la madre de Rocío, Alicia, acude a un programa de televisión y comunica que la Guardia Civil ya sabe quien es el autor de la muerte de su hija y que su detención será inminente.
El 7 de septiembre, dos días después de estas declaraciones, Dolores Vázquez, de 52 años, es detenida por agentes de la Benemérita como sospechosa de haber cometido el crimen. La Guardia Civil había dado aviso a los medios de lo que iba a suceder y la detención es retransmitida en directo en varios canales de televisión.
Dolores se defendió explicando que el día de los hechos había estado con su madre, una persona dependiente, y la hija de su sobrina, que tenía dos años de edad.
A pesar de que el abogado de ésta solicitó en varias ocasiones su puesta en libertad porque que tenía a una madre que dependía de ella, el juez encargado del caso se la negó todas y cada una de las veces.
El juicio se celebró con un jurado popular y la Fiscalía se concentró en descalificar a la acusada sin aportar pruebas concluyentes que la inculparan. Se centró en la relación que ésta había mantenido en el pasado con la madre de Rocío y en la relación "maternal" que la acusada había tenido hacia la víctima.
El juez no intervino para frenar este irregular curso del procedimiento. Tanto el Ministerio Fiscal como el jurado popular consideraron que Dolores Vázquez era la autora de la muerte de Rocío por lo que en septiembre de 2001 la declararon culpable. La condenaron a 15 años de prisión y a indemnizar a la familia de Rocío con 18 millones de pesetas.
Dos años después de la sentencia condenatoria y de que Dolores entrara en prisión, en agosto de 2003, desaparecía en Málaga Sonia Carabantes, de 17 años de edad y a la que acabarían encontrando muerta.
Un mes más tarde la Guardia Civil descubría que el ADN de la persona que había asesinado a Sonia coincidía con el hallado en la escena del crimen de Rocío Wanninkhof. Este giro hizo que Dolores Vázquez quedara en libertad y que dieran con el autor de los dos asesinatos: Tony Alexander King, quien acabó confesándolo todo.
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