La Campaña

Retos y oportunidades para el campo andaluz

  • Fernando Rodríguez Villalobos / Presidente de la Diputación Provincial de Sevilla

Campos de arroz en la provincia de Sevilla.

Campos de arroz en la provincia de Sevilla.

Fernando Rodríguez Villalobos. Fernando Rodríguez Villalobos.

Fernando Rodríguez Villalobos.

El campo es vida. Es de esas frases que repetimos de forma recurrente y, hasta que no han llegado estos tiempos de pandemia, no hemos sabido valorar en su dimensión real. Porque, aunque ya lo sabíamos, si en los peores meses de la crisis sanitaria algún sector se ha revelado como verdaderamente imprescindible para nuestra supervivencia, al tiempo que ha hecho gala de su generosidad y de su responsabilidad, ese es el agroalimentario. Toda la cadena alimentaria formada por agricultores, ganaderos, pescadores, cooperativas, industria transformadora, mayoristas, comercio minorista, distribución y logística tuvo que adaptarse rápidamente para poder garantizar el abastecimiento de alimentos a la población; y ellos y ellas lo hicieron de manera más que eficiente, muchas veces a costa de su propia salud y la de sus familias. Ahora que toda esta pesadilla parece que está pasando y se vislumbra un nuevo horizonte, sirvan estas líneas para dedicarles, de nuevo, mi más profundo agradecimiento en nombre de la Diputación de Sevilla.

El agroalimentario es un sector estratégico en el territorio sevillano, no en vano aglutina en torno a un 25% del total andaluz. Y otro dato: en un contexto marcado por el récord exportador del sector agroalimentario andaluz que reforzó su liderazgo nacional, el pasado año, acaparando el 22% del total de ventas al exterior de España, nuestra provincia se situó en segundo lugar, con ventas por 1.900 M€ y más del 22% del total andaluz. Es decir, una actividad económica clave para nuestro desarrollo.

Pero no hay duda de que el virus que causa la Covid-19, la pandemia sanitaria que ha generado y las repercusiones en la economía derivadas de los protocolos para su abordaje nos están dejando muchas enseñanzas a entidades e instituciones. La principal: la necesidad de adaptación y de reinvención, ante los constantes cambios que nos depara una realidad muy dinámica en todos los aspectos. Y el sector agrario no es una excepción a esta coyuntura, en la que entran en juego nuevas posibilidades tecnológicas en la producción y nuevas reglas en el consumo y en el mercado. Nuevos retos a los que tienen que estar muy atentos el sector agrario para revertir condicionantes en oportunidades; y las administraciones públicas, a la hora de generar instrumentos de política de desarrollo rural.

La modernización y mejora de las estructuras agrarias pasa inevitablemente por la innovación y la tecnología. La aplicación de la tecnología 2.0 en el sector agrario supone una revolución en cuanto a la gestión de los datos, en la incidencia que éstos tienen en la eficiencia en la producción agrícola, y abre la puerta a un cambio radical en lo que se refiere al manejo de los cultivos. Porque, en román paladino, estas bases de datos van a ayudar al productor a mejorar sus cosechas y a asegurarse los mejores parámetros de cultivo, de una manera más sostenible para el medioambiente. En mercados globalizados y muy competitivos en cuanto a la producción y los intereses de apertura de nuevos países de destino, mejorar la calidad, suministro, eficacia y sostenibilidad de los cultivos, a través de I+D, garantiza un producto con un alto estándar de calidad. Una diferenciación en el producto, que es imprescindible a la hora de asegurar las posibilidades de estabilidad y expansión de los productores agrarios. Ganar en agilidad y capacidad de respuesta; planificar la producción, desde los avances logísticos, maximizar los inputs de tecnologización e incrementar los estándares de calidad.

De otra mano, los expertos están señalando un factor positivo de la pandemia en el comportamiento del mercado: se ha incrementado la demanda de productos saludables por parte de los consumidores de todo el mundo, por lo que es el momento de aprovechar este crecimiento del consumo por parte del sector agrario andaluz. Que nuestros productos agrarios se posicionen en segmentos de liderazgo en los mercados nacionales e internacionales pasa por la innovación y por fórmulas creativas para abordar los retos que se plantean.

Y en estos retos, insisto, las administraciones tenemos mucho que decir y que hacer. Porque tenemos que velar por los intereses de este sector, que, junto al ganadero, viven pendientes de las negociaciones, en la Unión Europea, para un acuerdo de la Política Agraria Común, que -en el momento de escribir este texto- parece se ha alcanzado en líneas generales entre los países miembros. Debemos velar por que esos acuerdos se traduzcan en beneficios para el modelo mayoritario de la agricultura y la ganadería en España y en Andalucía, como es el de las pequeñas y medianas explotaciones familiares. En este sentido, cada administración, dentro de su ámbito de actuación, debemos aportar nuestro ‘granito de arena’.

Otro sector estratégico para nuestro territorio que ahora ha sufrido un inmenso socavón a causa de la pandemia, es, sin duda, el Turismo. Una actividad que empezamos a recuperar , ahora que la luz al final del túnel está llegando en forma de vacuna, y que está ligada íntimamente a la agroindustria a través del turismo industrial y de la gastronomía, uno de los recursos mejor valorados de nuestra oferta global. En esta línea, estamos convencidos de que el sector agroalimentario y el turismo pueden complementarse y beneficiarse mutuamente.

Así, nuestra marca geográfica de promoción ‘Sabores de la Provincia de Sevilla’, que desde el principio aglutinó todo lo relacionado con nuestra gastronomía y productos autóctonos, amplió su radio de acción para hacer más visible aún nuestro apoyo al sector agroalimentario. Actualmente, son ya más de 200 las empresas y entidades asociadas a esta marca con la que promocionamos los productos de la tierra y que implica muchos beneficios para estas empresas, productos y productores, principalmente, el apoyo a la comercialización, haciéndolos más visibles en los mercados nacional e internacional.

Una forma de aportar nuestro granito de arena a la industria agroalimentaria de nuestro territorio, de insuflar un poco de aliento a un sector que tanta vida nos da.

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