El Hubble capta por primera vez colisiones cósmicas fuera del Sistema Solar
Dos impactos gigantescos alrededor de la estrella Fomalhaut, observados con casi veinte años de diferencia, ofrecen una ventana inédita a la violenta infancia de los sistemas planetarios y obligan a replantear cómo se buscan exoplanetas
Los científicos creían que Titán escondía un océano, pero la realidad es mucho más extraña
Durante décadas, los astrónomos han descrito la formación de los planetas como un proceso lento, caótico y, en muchos momentos, brutal. Rocas, asteroides y cometas chocan entre sí durante cientos de millones de años hasta que, poco a poco, de ese desorden emergen mundos estables.
Lo que hasta ahora faltaba era una prueba directa de esos grandes impactos fuera de nuestro propio vecindario cósmico. Esa prueba acaba de llegar de la mano del telescopio espacial Hubble, que ha captado por primera vez las consecuencias visibles de colisiones catastróficas entre grandes cuerpos en otro sistema estelar.
El escenario de este descubrimiento es Fomalhaut, una estrella brillante situada a apenas 25 años luz de la Tierra, en la constelación del Pez Austral. Allí, los astrónomos han observado los restos de dos colisiones violentas entre grandes planetesimales (bloques de roca y hielo alrededor de estrellas jóvenes que chocan y se unen en el espacio para formar planetas), ocurridas en un intervalo de apenas veinte años: una detectada en 2004 y otra en 2023.
Un hallazgo sin precedentes que se ha publicado en Science y que no solo confirma que estos choques existen, sino que plantea preguntas sobre la frecuencia real de estos eventos durante la formación de los planetas.
Una estrella joven y turbulenta
Fomalhaut es, en muchos sentidos, un espejo del pasado remoto de nuestro Sistema Solar. Con una edad aproximada de 440 millones de años, es una estrella joven desde el punto de vista astronómico. Es más masiva y unas 16 veces más luminosa que el Sol, y está rodeada por varios cinturones de polvo y escombros, vestigios del proceso de formación planetaria.
Desde principios de los años 90, el astrónomo Paul Kalas, de la Universidad de California en Berkeley, ha seguido de cerca este sistema con una idea en mente: observar directamente los restos que dejan los planetas al formarse.
Gracias al Hubble, en 2004 detectó un amplio disco de polvo a unas 133 unidades astronómicas de la estrella, más de cuatro veces la distancia de Neptuno al Sol. Aquel disco mostraba un borde interior sorprendentemente definido, una pista clásica de que algo -probablemente planetas- estaba modelando su estructura.
Un 'planeta' que resultó ser polvo
En 2008, el equipo de Kalas anunció un hallazgo histórico: un punto brillante cercano al disco que parecía corresponder a un planeta, bautizado como Fomalhaut b, y considerado durante un tiempo el primer exoplaneta observado directamente en luz visible. Sin embargo, la historia no terminó ahí.
Con el paso de los años, nuevas observaciones mostraron que aquel supuesto planeta se desplazaba demasiado rápido en su órbita y perdía brillo progresivamente. Finalmente, desapareció de las imágenes. Lo que parecía un mundo sólido orbitando la estrella era, en realidad, una nube de polvo en expansión, el rastro de una colisión colosal entre dos planetesimales.
"Lo que vemos es el resultado de un impacto gigantesco", explica Kalas. "No observamos directamente los objetos que chocaron, pero sí la nube de polvo que expulsaron y que comienza a reflejar la luz de la estrella".
Dos colisiones en solo 20 años
Lo verdaderamente sorprendente llegó en 2023. Al volver a observar Fomalhaut con el Hubble, los astrónomos detectaron un segundo punto brillante, muy similar al anterior y situado cerca de él dentro del disco. Bautizado como cs2 (circumstellar source 2), este nuevo objeto no podía ser una reaparición del primero. Todo indicaba que se trataba de otra colisión independiente.
Según los modelos teóricos clásicos, impactos de este tamaño -entre cuerpos de al menos 60 kilómetros de diámetro, varias veces mayores que el asteroide que acabó con los dinosaurios- deberían producirse, como mucho, una vez cada 100.000 años. Sin embargo, en Fomalhaut se han observado dos en apenas dos décadas.
"Si pudiéramos acelerar una película de miles de años de este sistema, veríamos destellos constantes", señala Kalas. "Durante decenas de miles de años, Fomalhaut estaría literalmente brillando con estas colisiones".
Un laboratorio natural para entender la formación planetaria
Para los científicos, este sistema se ha convertido en un auténtico laboratorio natural. El teórico Mark Wyatt, de la Universidad de Cambridge, subraya que estas observaciones permiten estimar por primera vez el tamaño y la cantidad de planetesimales presentes en un disco de escombros con gran precisión. Sus cálculos apuntan a que unos 300 millones de objetos de tamaño similar orbitan alrededor de Fomalhaut.
Además, la detección previa de monóxido de carbono en el sistema sugiere que estos cuerpos son ricos en volátiles, muy parecidos a los cometas helados del Sistema Solar. En otras palabras, estamos viendo procesos que probablemente marcaron los primeros cientos de millones de años de la historia de la Tierra y sus vecinos.
Cuando el polvo se disfraza de planeta
El caso de Fomalhaut es también una advertencia para el futuro de la astronomía. Las nubes de polvo generadas por estas colisiones pueden imitar a la perfección la señal de un exoplaneta, reflejando la luz de su estrella durante años antes de dispersarse.
"Estos puntos de luz pueden engañarnos", reconoce Kalas. "De cara a futuras misiones que busquen planetas similares a la Tierra mediante luz reflejada, tendremos que ser extremadamente cautos".
Mirando al futuro con Hubble y Webb
El equipo continuará siguiendo la evolución de la nube cs2 durante los próximos años, tanto con el Hubble como con el telescopio espacial James Webb, cuya cámara infrarroja permitirá analizar el tamaño, la composición del polvo e incluso determinar si contiene hielo de agua. Observaciones recientes, realizadas en agosto de 2025, confirman que la nube sigue siendo visible y es ya un 30% más brillante que la anterior.
Hubble y Webb son, hoy por hoy, los únicos instrumentos capaces de ofrecer esta visión complementaria en luz visible e infrarroja. Juntos, están revelando un sistema estelar en plena transformación, un recordatorio de que la formación de planetas no es un proceso apacible, sino una historia de choques, destrucción y reconstrucción.
En el fondo, observar Fomalhaut es como mirar atrás en el tiempo y asomarse a una época en la que nuestro propio Sistema Solar era un lugar salvaje, lleno de impactos y fuegos artificiales cósmicos.
Una etapa violenta, sí, pero imprescindible para que, mucho después, pudiera surgir un planeta como la Tierra. Comprender estos procesos violentos nos ayuda a apreciar lo excepcional de tener un mundo estable desde el que observarlos a distancia.
También te puede interesar
Lo último