'Batalla de restaurantes' llega a Sevilla, "de vergüenza ajena"
Quinta gama, falta de autenticidad y broncas mayúsculas marcan el programa de este próximo martes en el que la gastronomía sevillana sale malparada
Alberto Chicote, juez de la 'batalla' entre estos cuatro restaurantes de Sevilla por cocinar las mejores tapas
Alberto Chicote y sus nuevos tenedores de amonestación ante las amenazas
El programa Batalla de restaurantes llega este martes a Sevilla y el espacio de Alberto Chicote va a servir de termómetro de la gastronomía y la hostelería sevillana. El nivel mostrado en el programa, que se ofrece este día 16 a las once de la noche, va a dar que hablar. El panorama llega a rozar lo desolador. El plato en competición no es una especialidad local como en otras ocasiones (callos en Madrid, cocido montañés, en Santander, por citar los episodios más recientes), sino que será el concepto de "la tapa", las tapas así en general, las que definirán el talento, servicio y atención de los cuatro restaurantes participantes. Unas tapas que pueden ser de pollo al curry, de pad thai, de pasta (demasiado al dente) con tomate o flamenquín pre-elaborado, de quinta gama, todo muy distante al tapeo tradicional sevillano. Se va a echar en falta gastronomía con raíces en una ciudad que se supone muy tradicional en lo culinario como Sevilla.
Batalla de restaurantes lleva a competir a cuatro establecimientos sevillanos: los gastrobares Deleite (en la zona de Nervión) y Benavente (en Sevilla Este), un restaurante del que también se pueden adquirir sus elementos decorativos, Pan y Circo, en pleno centro; y un clásico, La Antigua Abacería de San Lorenzo, reabierto con nuevo propietario recientemente. Sin querer hacer espóiler, el resultado va a ser decepcionante en lo gastronómico pero aún más en el comportamiento de los cuatro propietarios o gerentes que intervienen.
El actual formato de Chicote en La Sexta promueve el conflicto entre los rivales pero en la entrega sevillana el ambiente agrio va a ir más allá de la media, como sucedió en Córdoba o en Zaragoza, precisamente otras dos ciudades que pueden presumir de calidad y arraigo en su cocina, mal representadas en este espacio.
Las broncas van a marcar de manera incómoda en esta entrega, especialmente entre Kike, de Pan y Circo, y Alejandra, de la Antigua Abacería. En el caso de Antonio Benavente, un joven cocinero de 27 años, advierte desde el primer momento que cualquier crítica se la va a tomar como si le estuvieran "pisoteando" y no lo va a consentir. Precisamente este confundir apreciación o crítica con humillación es lo que va a emborronar aún más la entrega sevillana. La falta de autocrítica, la advertencia de no consentir ningún pero, será algo que lamente Chicote que tanto aquí como en Pesadilla en la cocina entiende que los consejos son convenientes e incluso necesarias lecciones de humildad. Humildad que no se va a atisbar en este episodio.
Entre los contendientes se encuentra un burgalés, Estanis, al frente de Deleite, un gastrobar al estilo de los nuevos tiempos donde la raíz local se desvanece. Eso si, en este lugar luce la inversión hecha.
En la valoración final van a saltar chispas por ese mal ambiente y una competición más entendida. Va a faltar generosidad y miras ligeramente amistosas entre los contrincantes. "De vergüenza ajena", dirá uno sobre sus rivales, sensación que va a tener el público también.
Falta de identificación con las raíces históricas del buen hacer en la cocina y en la mesa en Sevilla, productos de quinta gama (caella, además, confundida con cazón), locales necesitados de atención, platos sin tradición alguna en Andalucía y un ambiente demasiado tenso van a marcar un programa que, en teoría, debería haber sido un espejo de la excelencia de la gastronomía y cocina en la capital andaluza.
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