Análisis

¿Hay un mejor palco que la TV para ver la Semana Santa?

Los armaos siguen el paso de la Sentencia, de la hermandad sevillana de la Macarena

Los armaos siguen el paso de la Sentencia, de la hermandad sevillana de la Macarena / Juan Carlos Vázquez

Hablan los sociólogos y antropólogos de ciclos, de modas. En el caso de la Semana Santa, y muy a grandes rasgos, tras el enorme impulso que vivió a partir de la década de los ochenta (cuando las bullas dejaron de ser cómodas muchedumbres muy seguras donde eras tú en todo momento quien controlabas dónde hacías pie para convertirse en un verdaderas masas humanas con riesgo cuya peor versión se vivió el año del cambio de milenio), tras el parón obligado por la pandemia y los disgustos ocasionados por la climatología adversa, todo apunta a que este 2023 se van a batir récord de asistencia en todos los actos cofrades.

No hay más que ver cómo han sido los traslados desarrollados durante la semana de pasión: multitudinarios. La Semana Santa va a más. Por lo que sin temor a equivocarnos podemos concluir que nos encontramos en el pórtico a vivir una nueva Semana Mayor para la historia. Un fenómeno festivo que gana enteros, bien es cierto, en todo el territorio nacional, pero que en Andalucía merece el tratamiento de usía hasta en el último rincón. Los siglos de tradición que avalan los rituales que se desarrollan en los rincones más pintorescos de las ocho provincias nos hacen preguntarnos cómo es posible que no existan más Fiestas Declaradas de Interés Turístico Internacional, cuando a estas alturas y en otros órdenes parece que regalan los certificados. Pero eso sería tema para debatir en fechas más tranquilas.

Ahora, con las bullas llenando las calles, y de qué manera, a los claustrofóbicos no nos queda otra que refugiarnos en las pantallas de televisión, en los tiempos en los que José Luis Garrido Bustamante comentaba los cortejos por la Campana en desconexión territorial para TVE tan pequeñas y algunas en blanco y negro, y hoy tan enormes y en HD.

Otra gran ventaja de la televisión, agorafobias aparte, es la ubicuidad que permite al espectador. Al despliegue habitual que realiza Canal Sur que se inicia el Domingo de Ramos cada cual puede añadir a su gusto los numerosos canales locales que dan lo mejor de sí durante estos días. No se le ocurrirá a ningún fiel a la Semana Santa estos días acordarse de MasterChef, First Dates ni sus citas habituales. Las teles nacionales también paran por vacaciones y los espectadores sabemos que es lunes, miércoles o jueves en función de los desfiles procesionales preferidos que vamos viendo en pantalla.

En las recientes Fallas de Valencia, los festeros más puristas llegaron a preocuparse. Los analistas comentaron que pese a ser Patrimonio de la Humanidad sus fiestas se les habían ido de las manos. La ciudad, de 700.000 habitantes, era impracticable. Tomada por los turistas. Les ofrezco un dato relacionado con la televisión para que reflexionen.

En la retransmisión de la segunda jornada de la Ofrenda, la Fallera Mayor depositó su ramo ante la Virgen de los Desamparados a las tres de la madrugada. Un par de horas antes, a la una, estaba convocado el mayor espectáculo pirotécnico del año, la Nit del Foc, que costó 75.000 euros, al que no pudo asistir ninguna autoridad festera, incluida la reina de fiestas. Pasó la pandemia y las Fallas han dejado de tener unas dimensiones razonables. Piénsenlo un momento quienes rigen la Semana Santa de las capitales más populosas.

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