Toros

Juan José Padilla triunfa en memoria de María de Villota

El torero jerezano Juan José dedicó su triunfo en Zaragoza a la memoria de la piloto de automovilismo María de Villota, fallecida el viernes y que, como él, perdió un ojo en un accidente profesional. Seguro que Juan José Padilla y María de Villota hablaron muchas veces, y se consolaron mutuamente, de sus casos tan coincidentes. Y que se dieron ánimos tras cada una de las operaciones quirúrgicas a que tuvieron que someterse. Y es que ambos perdieron un ojo durante el ejercicio de su actividad profesional: la piloto de automovilismo, hace poco más de un año, en un accidente durante unas pruebas mecánicas en Inglaterra; Padilla, hace ya dos y en esta misma plaza, corneado por un toro de Ana Romero en el tercio de banderillas. Por eso Padilla quiso honrar en Zaragoza a su amiga María, fallecida hace dos días tras un derrame cerebral. Y ya salió al paseíllo con un brazalete negro de luto sobre la manga de su chaquetilla de seda y oro. Y, cuando tocaron a matar a su primer toro, se fue a los medios para brindar en dirección al cielo, en memoria de quien, como él, también fue un ejemplo de superación.

Con un público entregado, tras recibir a ese toro con una larga cambiada a portagayola, banderilleó con vistosidad y le hizo luego una faena animosa que resultó más emotiva por el contexto que por la intensidad del toreo. Un pase de pecho mirando no al tendido, sino también al cielo, remató el trasteo. Gran estocada en los mismos medios de la plaza. Se le pidió a Padilla una segunda oreja del toro, igual que sucedió en el quinto, al que saludó con las manos bajas a la verónica. Esta vez brindó el jerezano a su cuadrilla, pues cerraba hoy una temporada en la que ha liderado el escalafón de matadores, con más actuaciones que nadie. Sólo que este ejemplar de Juan Pedro Domecq duró menos que el anterior. Padilla aprovechó para meterse en la distancia corta y darse al efectismo.

El Cordobés fue volteado aparatosamente por los dos toros de su lote, que, paradójicamente, no ofrecieron mayores complicaciones. Pero es que a Manuel Díaz se le notó poco habituado a enfrentarse últimamente a animales de tanto volumen y seriedad. Eso le hizo manejarse con cierta cautela, colocado tan al hilo del pitón en los cites que los dos toros terminaron por verle y colársele en mitad de sendos muletazos, en el primer caso sin mayores consecuencias y en el segundo con el resultado, afortunado, de algunas heridas leves.

Por su parte, El Fandi, que banderilleó con suerte desigual, pegó muchos pases tanto al soso tercero como al genuino sexto, en dos faenas de escaso compromiso y eco. Aun así, tanto al granadino como a El Cordobés un público metido en fiesta les pidió la oreja en sus primeros turnos, a lo que no accedió la presidencia, manteniendo la coherencia con las orejas negadas o concedidas en festejos anteriores con bastantes mayores méritos.

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