real maestranza | decimoséptimo festejo del abono

Marcos Linares cambia su cornada por un triunfo de ley

Marcos Linares cambia su cornada por un triunfo de ley

Marcos Linares cambia su cornada por un triunfo de ley / José Ángel García

Hay que alabar el sentido y la sensibilidad del jurado nombrado por la organización de este Circuito de Novilladas de Andalucía otorgando la legítima victoria al novillero Marcos Linares, que une a su contrastada proyección este premio que le permitirá seguir compitiendo con los mejores. De sus manos –y de su cabeza– salió el mejor toreo de la tarde por más que no pudiera estoquear a su primer enemigo. El trofeo sólo podía ser para él…

Este circuito, organizado por la Fundación del Toro de Lidia en colaboración con la propia Junta de Andalucía, celebraba su final ayer dentro del abono de la empresa Pagés, que había dejado el cartel en blanco –sólo se conocía la lidia de un encierro de Villamarta– cuando se presentaron las combinaciones de toros y toreros en el ya lejano mes de febrero. Atrás habían quedado los bolsines de selección, los primeros festejos clasificatorios y la ronda de semifinales hasta llegar a la definitiva terna de finalistas, escogida tras la novillada de seis espadas celebrada hace justo una semana en Villacarrillo.

No sabemos quién se quedó atrás, tampoco podemos opinar sobre criterios y decisiones pero faltaríamos a la verdad si no pusiéramos en la diana el escaso nivel de los chavales que se quedaron con la novillada de Federico Molina –más en Domecq que en Villamarta– tras el percance de Linares. En los tendidos se hacían cábalas: si éste es el que ha estado mejor pero no ha podido dar muerte a su novillo… ¿a quién le van a dar el premio?

Ya lo hemos dicho. Sólo podía ser para este novillero linarense que mostró capacidad, estética y ambición para cuajar una interesante y más que notable faena al segundo novillo de la tarde. Fue un ejemplar serio, astifino y con muchas teclas que tocar. El animal esperó siempre pero Marcos supo torearlo con mimo desde el principio para construir una faena de imperceptible pero valioso fondo técnico que acabaría exprimiendo hasta la última gota de gasolina del remiso ejemplar de Villamarta.

El toreo fue fluyendo poco a poco hasta romper en unas valiosas tandas dichas a izquierdas y rematadas con excelentes pases de pecho. El ritmo fue creciente y al planteamiento técnico se unió la calidad del chaval –el recuerdo dibuja un cadencioso cambio de mano– que supo estructurar una faena que iba camino de premio. Decidido a rubricar su labor se tiró de verdad a matarlo pero no le perdonó. Quedó colgado del pitón unos segundos que parecieron eternidades. El bicho no soltaba su presa y la impresión, desde el primer momento, era de cornada gorda, de caballo.

Se lo habían llevado a puñados, camino de la enfermería, sangrando por el muslo derecho. Pronto se supo que el alcance de los destrozos era menor. Estuvieron operándolo más de una hora hasta que la sirena de la ambulancia delató su traslado a un centro hospitalario. El parte fue tranquilizador. Este miércoles tiene un nuevo y trascendental compromiso en Las Ventas y, mucho más lejano, un segundo paseíllo en la plaza de la Maestranza al que no faltará.

¿Qué podemos contar del resto de la tropa? No sabemos los que se quedaron por el camino pero sí que los dos finalistas restantes, pese a sus encomiables ganas de agradar, mostraron un nivel nada más que discretito para una final de estas características. El Melli, de Sanlúcar de Barrameda, ya había cortado una oreja sin demasiados oropeles la semana pasada en esta misma plaza y salió dispuesto a darlo todo a su manera. Para él fue uno de los novillos de mayor calidad del desigual y manso envío de Villamarta. Fue el primero, de importante y rebosante embestida por ambos pitones, al que toreó con entrega pero falto de pulso y trazo para haber convertido esa calidad en el triunfo que se le escapó.

Después de tumbar el que había corneado a Marcos Linares lidió –en su turno– al cuarto de la tarde. Lo recibió con una larga cambiada y bulló con el capote hasta galleando por rogerinas. El bicho, rajado siempre, buscó el amparo de chiqueros. Inició su faena de rodillas después de esperar que lo trajeran de la otra punta. El animal se dedicó a pegar frenazos y su faena no pasó de un esfuerzo infructuoso. Peor lo tuvo con el sexto, un manso integral cargado de guasa que trotó por todos los terrenos de la plaza poniendo en apuros a las cuadrillas. La faena iba a ser un mero ejercicio de esgrima finiquitada con una estocada habilidosa que necesitó del refrendo del descabello.

Ismael Martín, salmantino, puso todo de su parte. Pero a veces no es suficiente para resolver según qué papeletas. Banderilleó con cierta solvencia al tercero, un utrero que se desplazaba bien en los capotes y lo quería todo por abajo. Le pegó muchos muletazos sin terminar de concretar nada. La misma canción se iba a repetir con el quinto, un utrero de fondo manso y muy distraído al que cuajó una labor un tanto desordenada y deslavazada que nunca logró resolver los problemas que planteaba el bicho.

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