Toros

Robleño, soberbio estoqueador

Fernando Robleño puede llevar a gala que es un matador de toros en toda regla. Así lo demostró en la vigésima cuarta corrida de la Feria de San Isidro, que se desarrolló con una plaza cubierta de público en sus tres cuartas partes. El madrileño recetó dos estocadas soberbias y cosechó las dos únicas ovaciones en un espectáculo flojo en el que sus compañeros Salvador Marín y Luis Bolívar fueron silenciados tras despachar una corrida de Ibán, remendada con un sobrero de Torrealta, cuya nobleza no fue aprovechada adecuadamente.

Abrió plaza un toro justo de trapío, vareado, que cumplió en varas y derrochó nobleza. Robleño, con sobriedad, realizó una faena en la que brilló principalmente en una serie diestra de muletazos largos y templados. Lo mejor de su labor a más fue el punto y final: una gran estocada, ejecutada despacio, en corto y por derecho. Toro y torero fueron ovacionados.

El cuarto manseó en varas y esperó en banderillas. En la muleta resultó noble, aunque perdió pronto recorrido. Robleño, hasta que llegó ese momento, anotó dos buenas tandas diestras y una con la izquierda, con naturales sueltos, con el toro ya casi sin gas. De nuevo, se tiró a ley y mató de gran estocada.

Serafín Marín contó con un lote sin grandes complicaciones, pero con escaso motor. Con el bajo y astifino segundo, noble, pero que se rajó pronto, el barcelonés no pasó de entonado.

El quinto fue ovacionado de salida ¡Tremebunda cornamenta! Cumplió en varas y sangró mucho. Comenzó rebrincado y se apagó pronto. Marín realizó un trasteo sin relieve, que no fue tenido en cuenta por el público.

Luis Bolívar no estuvo precisamente fino con el lote que ofreció más oportunidades. El tercero, estrecho, sin remate, fue protestado por falta de trapío. Sin embago, en comportamiento embistió con casta y fue el de mayor motor del encierro, aunque se paró a mitad de una faena que el colombiano había comenzado en los medios de manera vibrante, con un pase cambiado por la espalda. Consiguió lo mejor en una serie diestra y falló con la espada.

El sexto fue devuelto al romperse una mano. En su lugar saltó un sobrero de Torrealta, bien presentado y que tuvo un buen pitón derecho, con nobleza y recorrido. Bolívar no aprovechó esa cualidad. Lo mejor lo consiguió en una tanda por ese pitón, con ligazón, que abrió con una capeína. Por la izquierda el toro era otro y el torero se perdió entre enganchones y un desarme.

En definitiva, espectáculo prácticamente plano, sin nada destacable en el capote y en el que únicamente brilló a carta cabal un Fernando Robleño como soberbio estoqueador.

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