¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Sin toros no hay realidad

Más allá de los debates, el mundo de los toros sigue siendo una parte esencial de la realidad del país

La foto de Vidal tomada por Claudio Álvarez, en un ordenador de Diario de Sevilla.

La foto de Vidal tomada por Claudio Álvarez, en un ordenador de Diario de Sevilla. / DS

CLARO que el periodismo puede ser un oficio de cínicos. Y de soplagaitas, felones, bribones, pillos, pretenciosos, gorrones, aprovechados... Pero también de gentes generosas, heroicas, cumplidoras, caballerosas, comprometidas... Joaquín Vidal (Santander, 14 de septiembre de 1935-Madrid, 10 de abril de 2002) perteneció al segundo grupo, según es opinión unánime entre quienes lo conocieron. Un maestro, en resumen. Hay una foto suya que debería estar colgada en todas las redacciones de la piel de toro. Es aquella que se tomó Claudio Álvarez en el tendido 10 de Las Ventas un día de 1999. Vidal está completamente solo, con un paraguas y un poncho, protegiéndose del aguacero. Todo el mundo ha huido, pero él sigue ahí, testigo incómodo de lo que pueda ocurrir. Un periodista. No hace falta recurrir a ningún corresponsal de guerra ni a ningún intrépido reportero investigador de las cloacas políticas. En aquella localidad mojada, con la edad en la que otros ya se han prejubilado, el viejo cronista representa la dignidad del oficio. Por eso, y por muchas otras cosas, duele que el periódico al que tan lealmente sirvió haya decidido no dar más información taurina en sus páginas de papel.

Una empresa editora, faltaría más, está en su perfecto derecho a decidir los contenidos que incluye en sus páginas, pero cuesta mucho comprender cómo se puede reflejar la actualidad española sin incluir cosas como el faenón que realizó Morante de la Puebla el pasado sábado en Sevilla. Más allá del agrio debate sobre la tauromaquia, el mundo de los toros sigue siendo una parte esencial de la realidad del país: festiva, económica, antropológica, social, artística, cultural, judicial... No reflejarla, condenarla a la invisibilidad (como ahora se dice), significa renunciar a mostrar al completo ese caleidoscopio que son los días, afán que debe ser la aspiración –aunque nunca se consiga– de cualquier diario.

Aparte, hay que recordar que, guste o no, la crónica de toros es quizás la única aportación genuinamente hispana a la historia del periodismo universal, un género que ensanchó la lengua española, que colaboró en la alfabetización, que ha dado brillantísimas páginas del mejor reporterismo literario. Hubo un tiempo en que la gente empezaba a leer el periódico por las páginas taurinas y, todavía hoy, en estos tiempos tan poco favorables al arte de Cúchares, somos muchos los que devoramos con interés y entusiasmo esas crónicas, como las de Luis Carlos Peris, llenas de palabras que son como chispazos. Joaquín Vidal fue uno de los maestros, y eso ya no se lo quita nadie.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios