Toros en Las Ventas con Morante de la Puebla, El Juli y Tomás Rufo

Morante se inventó una faena

Verónicas añejas, de manos altas, la de Morante en el quite a ‘Gaitero’, cuarto toro de la tarde y como respuesta a las chicuelinas de El Juli. Verónicas añejas, de manos altas, la de Morante en el quite a ‘Gaitero’, cuarto toro de la tarde y como respuesta a las chicuelinas de El Juli.

Verónicas añejas, de manos altas, la de Morante en el quite a ‘Gaitero’, cuarto toro de la tarde y como respuesta a las chicuelinas de El Juli. / EFE

CONVERTIDO en aficionado incondicional a este San Isidro, Eolo volvió a presentarse a la hora del paseo y ahí, en el duro granito de Las Ventas, se quedó hasta que fue arrastrado el sexto toro. Y era uno de esos carteles rematados que tienen agotadas las localidades de mucho tiempo atrás, pero el viento es un hándicap y un compañero fastidioso con un toro por delante. Y se anunciaba una corrida con mucho cartel en esta plaza, ya que Alcurrucén ha propiciado muchos triunfos aquí. Es el encaste más puro Núñez y presagiaba una buena tarde, pero luego ese sello que nació en Los Derramaderos apenas se hizo notar.Fue un envío de presentación desigual, pues al basto que abrió plaza se unía un Pocaprisa que era un dije de bien hecho que estaba, corto de manos y que luego acompañaría esas buenas hechuras con mucha clase. Por contra, el primero y que le tocó en desgracia a Morante, que era esperado con unas ganas de verlo extraordinarias. No tiene buen bajío el que mete la mano en los sorteos, pues raro es que al cigarrero no le toque bailar con la más fea un día sí y otro también.

Negativo a más no poder el juego que dio Rompeolas, un colorao basto como él solo y que no concedió absolutamente nada, pues sin con el capote pensábamos que era por la habitual frialdad de este encaste en el primer tercio, luego fue a peor y a su alergia a la pelea uniría un absentismo total en la muleta. Se desentendía de cuanto ocurría a su alrededor y con decir que en banderillas, ese gran rehiletero que es Juan José Trujillo se las vio y deseó para dejarle los palos en el morrillo está dicho todo. Ya por entonces, Madrid empezaba a comprender que se iba a quedar sin ver a Morante, que abrevió, mató con brevedad y a esperar al cuarto. Tampoco parecía que éste fuera a colaborar, pero un quite por chicuelinas de El Juli encendería la mecha para que surgiese la explosión morantista con su excelso toreo a la verónica. Eran las ocho y diez de la tarde, surgió el runrún en los tendidos y surgió la figura del orfebre cigarrero en todo su esplendor.

El envío de Alcurrucén dio un garbanzo muy negro, el primero, y fue desigual de hechuras El envío de Alcurrucén dio un garbanzo muy negro, el primero, y fue desigual de hechuras

El envío de Alcurrucén dio un garbanzo muy negro, el primero, y fue desigual de hechuras / EFE

Bueno, en casi todo, ya que Gaitero, bien hecho, no dio de sí cuanto se esperaba. Pero Morante es capaz de inventarse una faena diga lo que diga el toro y así fue. Unos estatuarios plenos de empaque, redondos inexplicables y unos naturales eternos, pero el toro no llegaba al final del pase y eso le quitaba rotundidad a la joya que bajaba del corazón a las muñecas de José Antonio. Un pinchazo precedió a la estocada y todo quedó en ovación a la espera de lo que ocurra el 2 de junio entre Morante y la corrida de El Torero.  

El Juli debió cortar una oreja a cada toro, pero se ha atascado en la suerte suprema el madrileño y todo quedaría en ovaciones, saludos y un aviso. Enciclopédico, Julián estuvo en un tris de lograr un triunfo memorable, pues tras entender a la perfección a sus enemigos, a base de sobarlos fue metiéndolos en el canasto para conseguir que el medio toro fuera toro entero. Muy serio Castañuelo y cinqueño, tras mansear en el caballo y acudir con franqueza a los delantales de Rufo en el quite, Julián le sacó todo lo que tenía, que no era tanto como prometía. Atrevido, el quinto, tenía clase pero poca fuerza, Julián lo entendió rápidamente y logró el milagro de unos redondos formidables y una serie al natural. Pudo cortar oreja, pero mató a la última.

Tomás Rufo fue agraciado con Pocaprisa, ese dije del que hablamos más arriba. Brindó a la plaza, pero el viento estaba en su apogeo y lo intentó con redaños y mucha firmeza, pero ese gran toro era también exigente, no admitía errores, alargó demasiado aquello y un bajonazo puso la rúbrica. En el que cerró plaza volvió a estar muy firme, pero la firmeza del torero no casa con la blandenguería del enemigo. O sea que Tomás Rufo no consiguió lo que tan denodadamente fue persiguiendo durante toda la tarde. Una tarde más de viento en Las Ventas y en esas condiciones resulta complicado responder a las expectativas.

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